Editorial

La sección Editorial de El País refleja las opiniones y posturas del diario ante temas relevantes de la realidad política y social en Uruguay y el mundo.

Parece insólito que el ministerio haya requerido casi de un año de trabajo, de los cinco que tiene de gestión, para identificar estos problemas como prioritarios, cuando son totalmente obvios.
Nadie anuncia un despido para exponerse a un conflicto laboral o sindical: lo único que generan es otra barrera para despedir, que todos sabemos termina siendo una barrera para contratar.
Empieza ahora una nueva etapa para los tres partidos que se mantienen en la Coalición, lo cual implica que ya pasó el tiempo de mirarse el ombligo y empezar a trabajar.
Importa salir de la ridícula interpretación izquierdista según la cual todos los liderazgos que han ganado elecciones en la región son “ultra- derechistas” y amenazan la democracia.
Todo esto demuestra que el gobierno actual, amén de la personalidad campechana del presidente, está guiado por líderes ideológicos decididos a cavar una grieta cada vez más profunda.
Los partidos de la Coalición Republicana deben asumir la hondura de la brecha dispuesta por la cultura de izquierda del país, en particular en ciertos estratos académicos financiados por todos.
No queda claro si hablan desde la ignorancia económica o si apuestan frontalmente a la destrucción del sector privado, para reactualizar a los ponchazos sus perimidas recetas marxistas.
La situación crítica entre Venezuela y Estados Unidos vuelve a dejar en evidencia el cambio radical que se vive a nivel geopolítico, y del cual nuestro gobierno no parece querer enterarse.
Es muy llamativa la diferencia de visión de varios dirigentes del Frente Amplio respecto a la situación del valor de dólar, de cuando eran oposición, a cuando ocupan cargos en el gobierno.
Corresponde a los candidatos coalicionistas hacer un redoblado esfuerzo para persuadir a los montevideanos que llegó la hora de cambiar y que la capital necesita una transformación.
Lo que resulta asombroso no es que este proceso demográfico-electoral exista, sino que los dirigentes blancos lo planteen ahora como si fuese una enorme novedad a tener muy presente.
Uruguay ha construido, durante décadas, una sólida tradición institucional. Esa fortaleza no es invulnerable, y se erosiona peligrosamente cuando la figura presidencial se debilita.