Editorial

La sección Editorial de El País refleja las opiniones y posturas del diario ante temas relevantes de la realidad política y social en Uruguay y el mundo.

El escándalo de los pasaportes deja en claro que esta izquierda actual, carente de sus líderes históricos, se está enfrentando trágicamente a su propio amateurismo en la gestión pública.
Los primeros cinco meses de gobierno están dejando una peligrosa sensación de falta de liderazgo, y grupos radicalizados que tironean cada uno para su lado, de una frazada cada vez más corta.
La Intendencia Municipal de Montevideo recauda algo más de dos millones de dólares por día. En ese contexto el déficit del gobierno departamental se multiplicó por ocho en 2024.
Las buenas formas canalizan los desencuentros y los debates de manera civilizada. En Uruguay eso se mantiene aunque a veces la pasión política nos pone al borde de un peligro que debe evitarse.
A pesar de las esperanzas que generó con su elección en 2021, y sobre todo entre los izquierdistas uruguayos, Boric es uno de los presidentes peor evaluados de la historia reciente de Chile.
Participar de un foro internacional con Rusia y países alineados con Rusia va en contra de todo lo que ha defendido Uruguay históricamente, y nos pone en un lugar muy riesgoso.
Es hora de que los cuarentones blancos ocupen más espacios. Que se expresen con voz clara sobre el Partido Nacional, la posibilidad de una Coalición Republicana, la forma de oposición.
La reacción del gobierno trasunta desconcierto y torpeza. Insisten en denunciar a quienes pretenden “sacar rédito político” del asunto, como si ellos no lo hubieran hecho cuando la pandemia.
Tanto Lula como Cristina Kirchner, que hoy se abrazarán en Buenos Aires, son la representación más perfecta de que la izquierda padece el flagelo de la corrupción, igual o más que nadie.
Indigna la tolerancia con la patota sindical que destruye trabajo y riqueza. ¿Qué tiene que pasar para que Orsi, Sánchez, Oddone, Castillo, Fratti o alguien haga algo en el conflicto de la pesca?
Lo que el sistema penal castiga con más rigor no es la clase social, es el nivel de violencia con que se comete un delito. Por eso tiene más pena un homicidio que una estafa o una quiebra fraudulenta.
Sanguinetti deja planteada la posibilidad de establecer Lemas Accidentales, que preserven las identidades partidarias, pero que habiliten procesos más realistas de acumulación electoral.