Editorial

La sección Editorial de El País refleja las opiniones y posturas del diario ante temas relevantes de la realidad política y social en Uruguay y el mundo.

El FA que llegará al poder en marzo, qué tan crítico fue de la gestión en seguridad de Lacalle Pou, a pesar de sus buenos resultados, deberá bajar radicalmente la cantidad de asesinatos.
Los frentistas demócratas saben que no pueden convencer a estos personajes del apego al sistema republicano ni bajarlos de sus pedestales estalinistas. Se limitan a pedirles que mejor se callen.
Este tipo de acción es una respuesta ante la pasividad de las autoridades para enfrentar el problema de la cantidad de adictos y gente con problemas psiquiátricos serios, que vive en la calle.
Lacalle Pou ganó en 2019 fruto del hartazgo con un pésimo gobierno. Pero el FA seguía controlando el sentido común de las grandes mayorías a las que les volvió el frenteamplismo al cuerpo.
Hay quienes dicen que las experiencias educativas de iniciativa privada son un pérfido intento de privatizar la enseñanza pública. No es así, ni siquiera pretenden competir con ella.
Estamos ante uno de los Presidentes menos empoderados y gabinete más improvisados en décadas. Debemos esperar muy pocas cosas de fondo y muchos gestos y convocatorias al diálogo.
Uruguay necesita una oposición firme desde el primer día al próximo gobierno, atenta a que se respeten las instituciones, los derechos fundamentales y la vida y hacienda de los habitantes.
El año 2024 deja una reflexión: la política no es solamente economía, la política precisa creer y soñar en una proyección identitaria con la cual sentirse orgulloso y de la cual enamorarse.
Uruguay ha aportado su grano de arena a tan admirable reacción popular venezolana, con la decidida acción de nuestro gobierno y de (casi todas) las fuerzas democráticas del país.
A los efectos regionales, importará mucho prestar atención al camino que finalmente tomará la derecha este año en Chile, porque brindará información clave para todos los demás países.
La renuncia de Justin Trudeau, el gran líder de la socialdemocracia global, es apenas un síntoma más de un proceso de cambio político que tiene raíces muy profundas y alcance planetario.
Se sabe poco de cómo se ubica el futuro canciller ante esto. Sí se conoce como actuaron los gobiernos frentistas en el pasado, cuando no importaba lo que pensaba el presidente o el canciller.