Editorial

La sección Editorial de El País refleja las opiniones y posturas del diario ante temas relevantes de la realidad política y social en Uruguay y el mundo.

Está asomando en la región un discurso crítico contra toda la democracia, de liderazgos que se afirman en disconformidades sociales y económicas y que dañan nuestra forma de convivencia.
En nuestro editorial del último viernes de diciembre acostumbramos recordar algunas de las frases más sonadas del año que termina. Este año fue prolífico en citas políticas memorables.
Inaugurar un predio en ruinas con épica política sería apenas una tontería en otro contexto. Pero en este caso es algo más: es el símbolo de una época y de una forma de gobernar Montevideo.
Las pérdidas en el negocio del portland que produce Ancap se vienen dando desde el año 1999 y tan sólo en el 2024 alcanzaron los 24 millones de dólares, subsidiados por todos los uruguayos.
El reconocido intelectual chileno Carlos Peña recordó con razón que una democracia precisa calidad en el debate público, y para eso es necesario buenos argumentos y racionalidad.
El balance del final de año es claro. El gobierno del Frente Amplio llegó con expectativas altas y terminó 2025 con un desgaste profundo, sin logros visibles y con una economía en declive.
Hay que cerrar de una buena vez la etapa de poner énfasis en una apertura comercial con la UE. Uruguay debe concentrar sus esfuerzos allí en donde efectivamente tiene ya la puerta abierta.
Al cierre improvisado de la Biblioteca Nacional, se sumó el anuncio de unos “espacios MEC” que desconocen la red nacional creada por el gobierno anterior. Ahora llegó el turno a los recortes.
Los impuestos se crearon para financiar el costo de la vida en sociedad. No para hacer ingeniería social, y que algún burócrata nos imponga su mirada sobre lo que está bien o está mal.
El mal dato del tercer trimestre no es una sorpresa. Es una confirmación. Uruguay crece poco desde hace más de una década, y este gobierno llegó con una agenda inversa a la necesaria.
Lo de Australia fue una feroz expresión de ese creciente antisemitismo que contamina al mundo. Ante ese peligro, hay que estar atentos y tener presente que en Uruguay no somos inmunes.
Si no hay problemas de gobernabilidad, y en algo tan importante como lo de Mónica Ferrero el gobierno no se abre a un acuerdo con la oposición, ¿por qué insistir con las iniciativas dialoguistas?