La Clave
El canciller Mario Lubetkin tiene dos particularidades muy notorias: el optimismo y la soberbia. Sobre lo primero, lleva desde que asumió asegurando que se iba a firmar el acuerdo con la Unión Europea, llegando a decir que era “muy optimista” en la materia. Las noticias de estas horas son elocuentes al respecto. Eso conecta con la soberbia, que lo ha llevado a hablar como si fuera una luminaria de la política internacional. Las noticias de estas horas son elocuentes al respecto.
Es muy interesante la propuesta del senador Bordaberry, de un plan amplio para facilitar un cierre a las heridas dejadas por la dictadura militar y el período previo de violencia política de izquierda. Sin embargo, algunas organizaciones de familiares de fallecidos en la represión se han manifestado en contra. Su postura es muy respetable, pero no tiene por qué condicionar el tema. La dictadura terminó hace 40 años, y el país no puede seguir rehén de ese período funesto.
La política exterior viene siendo uno de los flancos más flojos de este gobierno. En especial los posicionamientos ante temas clave, como el conflicto en Medio Oriente o la crisis en Venezuela. Hace poco el canciller Lubetkin hizo comentarios perjudiciales para el país, criticando el premio Nobel a María Corina Machado, dejando pasar una preciosa oportunidad para quedarse callado. Ahora, su ministerio tuvo una actitud incomprensible ante el ataque terrorista en Australia. ¿Qué pasa?
“Montevideo está teniendo un problema. Se va vaciando el Centro; ya hay 10% de casas vacías. Es carísimo para la ciudad mantener barrios que se van despoblando”. Estas declaraciones del presidente de la Cámara de la Construcción tocan un punto clave que nadie del sistema político quiere abordar. Hablamos de la decadencia alarmante del Centro y la Ciudad Vieja de Montevideo. Mugre, inseguridad, marginalidad, drogadicción a cielo abierto. ¿Alguien piensa hacer algo?
Los números más recientes de la economía confirman los temores que muchos analistas ya habían anticipado. El crecimiento económico se ha estancado, y de hecho se contrajo un poco entre julio y setiembre. El problema es que el gobierno acaba de impulsar un presupuesto basado en cálculos de crecimiento muy optimistas. Y no se ve a corto plazo ni medidas ni proyectos claros que permitan anticipar que se pueda revertir esta tendencia. Los próximos meses serán clave.
La reciente regulación del trabajo doméstico es otra muestra de voluntarismo político y dogmatismo ideológico. Se cree que se trata de un trabajo despreciable, y que en todo caso demanda mayor pago por un tema de justicia. La vida no funciona así. El trabajo doméstico emplea a gente poco formada, que no tendría otra chance en el mercado laboral. Aumentando su costo por encima de lo que el mercado puede pagar, solo dejará sin trabajo a miles que no pueden hacer otra cosa.
Hay que reconocerle algo al ministro Oddone: no pierde tiempo en eufemismos. Al explicar por qué no está de acuerdo con el “impuesto a los ricos”, el jerarca dijo que “el ajuste fiscal que hacemos es suficiente”. Con esto se termina el debate, el gobierno acaba de ejecutar un ajuste fiscal, en su primer año de gestión, pese a que el presidente Orsi en campaña había jurado que no iba a aumentar impuestos. Hay que tomar nota de lo que vale la palabra de algunos dirigentes.
En los últimos días, el nuevo gobierno de Bolvia, reinstauró formalmente las relaciones diplomáticas con el esta de Israel, rotas durante los gobiernos de Evo Morales. Se trata de una decisión racional y lógica, pero que además deja en evidencia cómo el enfoque ante Israel está marcado más por política ideológica, que por motivos racionales. Así como destruyó económicamente a su país, el período del MAS arrasó su imagen internacional. Un cambio muy bienvenido.
La conmovedora ceremonia de entrega del premio Nobel de la Paz a la líder venezolana María Corina Machado tuvo al menos dos momentos de alto impacto. Uno, cuando su hija recibió el premio, ante la imposibilidad de Machado de llegar a tiempo, por los peligros de su vida en la clandestinidad. Otro, cuando el presidente del comité del Nobel, dijo con claridad: “Señor Maduro, acepte el resultado de las urnas, y abandone su cargo”. Lo de “señor”, toda una exageración.
El ministro Negro es una muestra de que la soberbia es inversamente proporcional a la ejecutividad. A medida que la gente pierde la paciencia con los resultados de su gestión, el jerarca muestra acciones cada vez más agresivas y autocomplacientes. En las últimas horas el ministro presentó algunos indicios de su famoso plan de seguridad, que empezaría a aplicarse recién el año que viene. Y volvió a la carga con que ha logrado mejores resultados que nadie. Nadie se enteró.
Mientras que el ministro Oddone afirma en cuanto foro tiene voz, que el país necesita crecer, y esa es la prioridad de su gobierno, en el seno del mismo parece tener gente que le juega en contra. Es que no pasa semana sin que algún miembro del mismo tire alguna propuesta delirante, que golpea en la línea de flotación de la intención del ministro. El impuesto a los “ricos”, el “diálogo social”, ahora los cambios al régimen de despido. Parece haber algo de fondo atrás de todo esto.