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Aguirre

Martín Aguirre

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Así se llama una canción, de las más exitosas, del rapero americano J Cole. Sí, ya sabemos, también la novela de Charles Dickens, aunque no somos muy “fans” del autor inglés. Pero hay una línea del tema de J Cole que resonaba esta semana, y que dice: “Cualquiera es un asesino, solo hay que empujarlo hasta su límite”. Y resonaba por las noticias de dos ciudades: Gaza y Santiago de Cuba.
El sórdido escándalo que embarra a Yamandú Orsi tiene lecturas que van bastante más allá del simple cálculo electoral inmediato.
Uruguay tiene un problema de fondo con cierto nivel de pobreza y marginalidad. La cuestión es hallar la mejor forma de atacarlo.
El presidente se mostró afinado, afilado, y lejos del malhumor turbado de la pelea con Orsi, o la conferencia por las grabaciones de Ache.
La ola de indignación de nuestra elite política y cultural ante las declaraciones de Zubía, deja en evidencia problemas muy serios.
En todo el continente parece haber un furor por la receta del presidente salvadoreño. ¿Hay algo que rescatar de sus planteos?
Un gol en la hora. Así festejó el gobierno la noticia del acuerdo con Argentina para poder dragar el acceso al puerto de Montevideo a 14 metros. La noticia es clave por dos motivos. El primero, el más obvio, porque permitirá que Montevideo reciba barcos más grandes, con lo cual se posiciona mucho mejor para ser el puerto “hub”, punto de salida (y entrada) para muchos productos de la región. Pero, segundo, porque confirma que el gobierno de Milei no parece interesado en seguir la guerra de baja intensidad a la que nos venía sometiendo Argentina bajo gobiernos “K”. Que amenazaba con concretar otro canal de acceso a su propio puerto que, para seguir con metáforas futboleras, podía dejar “fuera de juego” a Montevideo.
El discurso de Milei en Suiza mostró que hay tierra fértil para ideas que alteran los nervios del "bien pensar" uruguayo.