EDUCACIÓN Y LA "NUEVA NORMALIDAD"

Detrás de la puerta de hierro está la “nueva normalidad” por el coronavirus. Un trapo de piso empapado en hipoclorito y dos mesitas con botellas de alcohol en gel evidencian, de entrada, que el liceo ya no es el mismo. Por más que el letrero de la fachada siga diciendo “Liceo 1” de Maldonado, adentro, allí donde se teje el vínculo entre docentes y estudiantes, los pasillos están más silenciosos que de costumbre, las paredes huelen más a hospital que a centro educativo, no hay abrazos ni besos. Para los alumnos de sexo año de bachillerato es un primero de junio de reencuentro, paradójicamente, a distancia.

Manuel García -estudiante de sexto Arte, pelo rubio y rizado, con pendientes brillantes y una sonrisa que el tapaboca no deja ver, pero que la delatan los pómulos levantados y el contorno de los ojos apenas arrugados- es de los que afrontan el lunes como “una nueva forma de estudio, de tratarse con la gente, de vivir”.

Porque cuando entró al salón de clases, con la mitad de su grupo de estudio, vio con sus propios ojos lo que sus docentes ya le habían advertido: varios bancos apuntando hacia el fondo y unos pocos, en los que se sentarían los alumnos, mirando hacia el pizarrón.

“Al tapaboca te acostumbrás, también a lavarte las manos más seguido, pero al distanciamiento con el resto de tu clase…”.

Según el protocolo de reincorporación de los estudiantes de la ANEP, siempre debe haber una distancia mínima de un metro y medio. Ese requisito hace que en algunos centros educativos no vayan todos los alumnos a la vez. De hecho, en el liceo departamental de Maldonado, al que asiste García y el que visitó el presidente del Codicen, Robert Silva, la mitad de la clase va lunes, miércoles y viernes, la otra mitad lo hace martes y jueves, y luego rotan.

Esta es una de las explicaciones por las que la asistencia en el primer día de clases es una variable engañosa. Mucho más si se tiene en cuenta que la presencia en clase es voluntaria. Y más aún si se considera que el transporte público no funciona al máximo. Así las cosas, tanto en el bachillerato de Secundaria como en UTU estiman que acudió el 70% de los alumnos, pero la estadística varía por zonas y recién hoy ambos desconcentrados llegarán a cifras más afinadas de este reinicio.

Cuando García y sus compañeros de bachillerato entraban a clase, en Canelones izaban (a media asta por el duelo nacional) la bandera uruguaya. Eran 94 las escuelas rurales del departamento que estaban habilitadas para abrir sus puertas y de esa manera se completaría la totalidad de centros educativos de esta categoría. Pero las que efectivamente abrieron fueron 85 y con el 31% de asistencia. ¿El motivo? Faltante de auxiliares y porque algunas funcionarán martes, miércoles y jueves.

Tal vez por eso, entre las autoridades de la enseñanza no había siquiera una cifra mágica de cuántos estudiantes estaban habilitados para regresar ayer. El director de Educación, Gonzalo Baroni, había estimado “unos 70.000” alumnos. La ANEP calculó “unos 79.000”. Y el presidente del Codicen, Silva, dijo ayer que eran “entre 85.000 y 90.000”.

Lejos de las estadísticas, el estudiante García siente que la presencialidad “da una llegada más personal”. Y eso que la clase de Danza será solo teórica y que en Teatro harán movimientos corporales manteniendo la distancia de metro y medio.

Sus compañeros de Derecho también notan ese acercamiento, simbólico, que permite el cara a cara. Lautaro no pudo hacer los trabajos que el profesor Cristian le iba dejando en la plataforma CREA. Por eso ayer, mientras el docente repasaba el protocolo sanitario, les fue consultando a cada uno, Lautaro incluido, qué han avanzado. Porque “la prioridad son los que vienen corriendo más de atrás”.

-¿Qué pasará con los escritos?

La pregunta no se hizo esperar. Fue la primera interrogante que recibió el profesor Cristian. “Hay que sacarse la idea clásica de evaluación”, respondió el docente, con calma e intentado proyectar la voz para que sobrepasara el tapaboca de color jean. “Esta es una presencialidad diferente, antes de pensar en notas, vamos a acomodarnos, vamos a trabajar en equipo, vamos a conectarnos con los compañeros que se quedaron en sus casas”.

Cristian hacia esos comentarios, con cierto dejo de arenga futbolera, mientras cinco estudiantes lo escuchaban en clase y otros tantos en el “encuentro” por Zoom.

No es semántica pura. La profesora de Historia Yohana Lavié dejó en claro que “clases son solo presenciales” y que, por Internet, son “encuentros”. Por eso ella empezaría a calificar a los alumnos recién desde este primero de junio.

La Inspección de Asignaturas de Secundaria no hace esa distinción entre la virtualidad y la presencialidad. Por ahora, los técnicos entienden que se debe privilegiar la evaluación formativa y conceptual, y no acudir a las clásicas calificaciones.

Esa misma Inspección ha pedido que se evite el uso de laboratorios de Biología, Química y Física por “razones de higiene”. Sucede que es más dificultosos la limpieza de todos los tubos de ensayo y reactivos que los bancos de un salón. Bajo esa misma premisa, se prohibió el uso de las salas de informática.

El presidente del Codicen hizo hincapié en que “esta presencialidad es un desafío muy importante” y que el primer día de regreso a las clases presenciales se desarrolló con “la alegría del reencuentro”. Pese a lo gris del día.

“Hoy es un día de reflexión, porque estamos en un día de duelo nacional donde la bandera luce a media asta por situaciones desgraciadas que nos pasaron (el asesinato de tres infantes de marina el domingo). La educación retoma con más fuerza que nunca su importancia estratégica para el desarrollo de una sociedad de oportunidades, una sociedad que en definitiva haga posible muchas de las cosas que nos han caracterizado desde siempre”, valoró.

Uruguay dio, de esta forma, su segundo paso en la vuelta a la presencialidad de los cursos. Los focos estuvieron centrados en el interior, donde reabrieron las escuelas que atienden a los más vulnerables (Aprender y Tiempo Completo), las rurales, los últimos años de bachillerato y las escuelas especiales (personas con discapacidad).

Hasta ayer, dijo el director general de UTU, Juan Pereyra, “todas los centros educativos visitados estaban en perfectas condiciones de trabajo”. Y eso, entienden las autoridades, es un buen indicio para que dentro de dos lunes sean otros institutos a los que vuelvan a la “nueva normalidad”.

Universidad debería ser lo último, según MSP

El ministro de Salud, Daniel Salinas, recibió ayer a los rectores de las universidades privadas y los decanos de facultades de Medicina y Ciencias Biomédicas. Si bien el encuentro trató sobre aspectos académicos y de biotecnología, salió la pregunta: ¿cuándo volverán las clases presenciales en las universidades?

Salinas explicó que en los países que estaban reiniciando la presencialidad, tras las cuarentenas, lo último que regresaba era la educación superior. Esto, dijo, se da por dos motivos: no saturar la cantidad de personas que salen a la calle (las universidades privadas sumarían varios miles de personas más al movimiento en Montevideo), y porque los más adultos son los que tienen mayor capacidad de seguir con los cursos a distancia.

Según el relato de los participantes, el jerarca insistió en la necesidad de evaluar cada paso y estimó que las universidades podrían reabrir, si todo marcha bien, un mes después del reenganche de la última escuela. Esto significaría la culminación virtual de todo el primer semestre.

Los rectores de privadas le habían pedido al gobierno la posibilidad de reiniciar la presencialidad en algunas actividades prácticas y de evaluación, en especial en talleres y laboratorios.