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Más de 500 muertos por COVID-19; la mitad falleció en el último mes

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La mitad de todos esos fallecimientos involucra a personas que ni siquiera habían pasado por la internación en cuidados intensivos. Foto: Reuters
A man suffering from the coronavirus disease (COVID-19) is treated in the Intensive Care Unit (ICU) for COVID-19 patients at La Timone hospital in Marseille, as the spread of the coronavirus disease (COVID-19) continues in France, February 8, 2021. REUTERS/Eric Gaillard
ERIC GAILLARD/REUTERS

LETALIDAD EN URUGUAY ES 1,1%; EN EL MUNDO 2,2%

Uruguay había demorado 303 días de pandemia para superar las 250 muertes por COVID-19. Pero, desde el 9 de enero, en un solo mes, sumó 250 más.

Uruguay superó ayer las 500 muertes causadas por el nuevo coronavirus (van 506). Esta cifra parecía lejana al término del año pasado, cuando el país registraba menos de la mitad de esos fallecimientos (181).

El viernes 27 de marzo, el ministro de Salud, Daniel Salinas, había pronunciado una frase que se adueñó de la conversación en las redes sociales y que, a la postre, fue como una profecía: “La muerte es un fenómeno que es parte de la vida, es el final de la vida. No nos tenemos que dejar llevar por la pasión y debemos ser firmes, solidarios, pero sobre todo proactivos”.

Un día después hubo una conferencia de prensa, como era costumbre, para anunciar la marcha de la pandemia. Unos minutos después, pasadas las 20 horas, en la Torre Ejecutiva tomaron conocimiento de la confirmación del primer fallecido por COVID-19 en el país. El secretario de Presidencia, Álvaro Delgado, tuvo que regresar a la sala de conferencias para difundir la trágica noticia.

Desde entonces tuvieron que pasar 263 días para que Uruguay superara las 100 muertes. Pero luego se tardó tan solo 17 días para trepar a las 200, otros 15 días para las 300, nueve días para las 400... y en los últimos 14 días se alcanzaron las 500.

Las muertes, se ha dicho, son la foto con retraso de los contagios que acontecieron hace unas tres semanas. De ahí que la baja de las infecciones que Uruguay empezó a reportar en los últimos tiempos, recién se están notando ahora. Pese a esto, el infectólogo Julio Medina alerta: “El número sigue siendo elevado”.

Medina reconoce que, en comparación al mundo y en especial frente a la región, la letalidad del nuevo coronavirus en Uruguay es más baja. “La proporción de personas diagnosticadas con COVID-19 que mueren por su causa es en el país de 1,1%. En el mundo es de 2,2% y en América Latina y el Caribe (quitando México) de 2,6%”. ¿Por qué? Como casi todas las preguntas de este tipo, las causas son múltiples. Pero hay una clave: “en Uruguay no hubo un colapso del sistema sanitario”.

La estadística es probable que cambie en un año cuando, según los pronósticos de los científicos, el virus deje de causar una epidemia y pase a ser endémico.

Test de coronavirus. Foto: Pixabay.
Test de coronavirus. Foto: Pixabay.

Entre los fallecidos se estima que en Uruguay nueve de cada 10 murieron por COVID-19, y el resto con COVID-19 (porque el coronavirus no fue el causante principal del deceso).

Planteado en cifras, el ritmo de muertes por COVID-19 acontecidas el año pasado “no movieron la aguja”, explica la demógrafa Mariana Paredes. Y lo que pueda pasar en 2021 es todavía incierto, “aunque en enero los números ya fueron marcando otra dinámica”.

El aumento de muertes del último mes llevó a que fallecieran personas de los extremos etarios: desde un joven de 23 años hasta un adulto de 103.

¿Cuánto incide la edad?

Cuanto más adulta es la persona, más chances tiene de morir por COVID-19. Un estudio del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) confirmó que los jóvenes de entre 30 y 39 años tienen cuatro veces más probabilidades de morir por la infección que causa el coronavirus que sus pares de entre 18 y 29 años.

En tanto, los mayores de 85 años tienen 630 veces más chances de fallecer que esos mismos jóvenes de 18 a 29 años.

Uruguay no es la excepción. La mitad de los fallecidos tenía 78 o más años. Y entre la treintena de muertos a los que la sanidad no le encontró ninguna comorbilidad, la mitad también eran octogenarios. En buena medida esos adultos mayores ni siquiera pasaron por cuidados intensivos previo a su muerte. De ahí que, a diferencia de lo que algunos piensan, solo el 47% de los decesos por COVID-19 estuvo internado en CTI.

Julio Pontet, presidente de la Sociedad Uruguaya de Medicina Intensiva, lo grafica con un número: “En todo el año 2020 solo tuvimos un fallecido menor de 50 años que estaba en CTI; en enero fueron cuatro”.

Enfermera en sala de CTI. Foto: AFP
Enfermera en sala de CTI. Foto: AFP

Hayan pasado o no por cuidados intensivos, entre los 15 muertos que tenían menos de 50 años (ayer se sumó un paciente de 49), la presencia de comorbilidades ha sido decisiva: hubo casos de sobrepeso, de trasplantes previos, de enfermedades respiratorias crónicas y de cardiopatías.

Las comorbilidades, sobre todo cuando se suman más de dos, aumentan las chances de la severidad con la que se desarrolla la infección. Pero la gravedad también está determinada “por el tiempo que se tarda en consultar”, advierte el infectólogo Medina. Tal vez ahí radica parte de la explicación de por qué los hombres, que son quienes se cuidan menos y consultan menos, tienen una letalidad mayor que las mujeres (1,16% contra 0,94%).

Cuando el virus invade el organismo, el cuerpo humano reacciona a la defensiva. En ese proceso es frecuente que se genere una inflamación. “y cuando los pacientes están muy inflamados, cuando hay caída de los linfocitos y de la saturación de oxígeno se puede predecir ya que la cosa viene mal... también cuando la fiebre permanece por cinco días consecutivos”.

En relación a su población, Uruguay es el país de la región que realizó más test de diagnóstico del COVID-19 por cada fallecido: hizo siete veces más que Chile, 26 veces más que Argentina y 64 veces más que Bolivia. En conclusión, dice Medina, “se puede estar tranquilo de que Uruguay ha contabilizado bien a sus fallecidos”.

Letalidad vs. mortalidad

El SARS-CoV-2 es menos letal que otros virus. Un mes después de declarada la pandemia, los científicos ya sabían que de cada 50 enfermos, solo uno fallecía. El ébola, por ejemplo, mata a 23 de cada 50. Pero, aunque la letalidad sea “baja”, eso no significa que la mortalidad también lo sea. Porque el nuevo coronavirus tiene la capacidad de transmitirse rápidamente -más aún con las nuevas variantes- y cuando aumentan los contagios, crece la cantidad de personas fallecidas.

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