Santiago, hijo menor de Cacho de la Cruz: "Estoy en el proceso del nunca más lo voy a ver al siempre va a estar"

El hijo menor de Cacho de la Cruz está en pleno proceso del “nunca” al “siempre”. Luego del fallecimiento de su padre, el pasado 7 de noviembre a los 88 años, el músico de 25 años -que se está formando como concertista de piano en Barcelona- atraviesa con dolor, pero también con alivio, ese puente tambaleante entre el “nunca más lo voy a ver” al “mi viejo siempre va a estar”. El artista pudo viajar a Uruguay durante la internación del histórico conductor televisivo y pudo despedirse de él. Ya de regreso en España, donde lo acompaña su madre Laura Martínez, Santiago de la Cruz habló con Sábado Show de su duelo y del legado de su padre.

-Sos el hijo menor de Cacho de la Cruz. Él te tuvo con 63 años y después compartieron mucho juntos. ¿Cómo definirías la relación entre ambos?

-Siempre fuimos muy unidos con mi viejo. Incluso cuando me vine para Barcelona a estudiar, yo lo llamaba todos los días. Todos los días le decía que lo amaba. Vivimos juntos mucho tiempo, no solo cuando estaban juntos con mamá, sino después también. Desde mis 16 años a los 22 estuve con él. No sabés lo que nos divertíamos. Charlábamos mucho, horas y horas. A los dos nos gustaba cocinar y éramos de cocinar juntos.

-¿Qué le gustaba cocinar a Cacho?

-A mi viejo le gustaba muchísimo el pollo. La pizza le encantaba también, o la pasta. La pascualina era una debilidad. Al pescado lo odiaba.

-Cuando se afrontan estas situaciones de despedir a un padre o una madre, más allá del duelo natural, a veces se lamentan cuentas o charlas pendientes. ¿Sentías que quedó algo pendiente entre ustedes?

-Absolutamente nada pendiente. Aunque me hubiera gustado tenerlo un poquito más, solamente por egoísmo de mi parte. Hubiera estado bueno que llegue a verme a los 26, cuando termine mi máster, o a las 28. A los 30 años… cuando tenga un hijo. Pero esos son deseos míos y no puedo hacerlo cargo a él. Yo estoy en ese proceso para transformar el “nunca” -el “nunca más lo voy a ver”- en “siempre” -en “mi papá siempre va a estar”-. Si bien esto pasó hace 20 días y por momentos todo me parece una pesadilla, también tengo instancias de alivio. Últimamente converso mucho con quien era la psicoanalista de mi papá. En una de nuestras charlas le comenté justamente que me hubiera encantado contar con él más tiempo y ella me hizo ver otra cosa. “¿Qué hubiera preferido él?”, me preguntó. “Verte con 30 o 40 años o haber estado tan presente como él estuvo conmigo a los dos, a los tres, a los cinco… toda la infancia y adolescencia”. Todo no podía hacerlo porque la vida es así y más cuando tenés un hijo a los 63. Estoy seguro de que hubiera elegido lo que hizo, marcar presencia en esas edades donde se forja la personalidad, la vida, los conocimientos. Me enseñó tanto. Claro que me hubiera gustado que siga, que me acompañe un poco más en mis errores y virtudes, éxitos o fracasos. Pero dio lo más importante cuando tenía que darlo.

Foto: archivo

-Quizás la ventaja de tener un padre grande es que tiene otra madurez, y en tu caso, además, tuvo mucho tiempo, porque en los últimos años trabajó menos que de repente en la infancia de tus hermanos…

-Creo que le dio a todos los hijos lo que cada uno necesitó en su momento. A Daniella, Rodrigo y Maxi les conoció los hijos, los vio con canas. No es mi caso y no es una queja. Cada uno vive su historia. Y desde el punto de vista de él, vivió 88 años, todo el mundo lo adoraba. ¿Qué más se puede pedir?

-A Cacho lo internaron a fines de octubre y falleció el 7 de noviembre. Eso dio tiempo a que pudieras viajar y estar en esos momentos junto a tus hermanos.

-Dentro de todo el dolor, fue un privilegio cómo se dieron las cosas. Agradezco a Dios, al universo, a quien sea, que tuve la posibilidad de despedirme de mi papá, más allá de que él no estaba consciente. Pero estoy convencido de que me escuchó. Un amigo mío y de la familia, Martín Peluffo, nos contó que a las personas que se están yendo de este mundo solo hay que decirles unas pocas palabras, entre ellas “te amo” y “gracias”. Yo se las dije muchas veces.

-¿Pudiste ver algo de los homenajes, las repercusiones, la cantidad de gente que expresó su cariño hacia él?

-No, no vi nada. Solo publiqué una foto en Instagram de él cuando era joven. Es una imagen que me gusta mucho y en la que tendrá más o menos mi edad. Cacho perdió a su padre cuando tenía 20 y pocos años, más o menos lo mismo que me pasa a mí. Aparte en la foto sale facherazo y con esa expresión de buen tipo. Porque siempre fue eso: ante todo, un buen tipo. Sobre el resto de los homenajes, supe que los hubo. El pueblo uruguayo lo adoraba porque realmente era un genio, pero no pude todavía ver nada de eso. Necesité y necesito hacer yo el proceso y en algún momento por supuesto que voy a ver y a agradecer los homenajes, las entrevistas.

-Volviste a Barcelona y tu madre, Laura Martínez, te acompaña en estos días. ¿Cómo sigue tu carrera?

-Bueno, ya hace más de un año estoy estudiando en el Conservatorio Liceu y me queda un año más para terminar el máster de piano. Tengo una rutina muy básica de estudiar y tocar. En el último mes, por razones obvias, no toqué mucho, pero básicamente practico cinco horas al día. También tengo un trabajo online como trader financiero, en especial de oro, que es lo que me da un sustento para pagar el alquiler, etc. Hice amigos, estuve en pareja aunque ahora no continuó esa historia. La idea es terminar el máster y en principio quedarme acá, donde hay grandes oportunidades de trabajar en lo mío que es la música.

-¿Cuánto compartían con tu padre el gusto musical?

-Pienso que lo heredé de él. Mi papá fue músico antes que nada. Yo recomencé con el piano en su casa, cuando vivíamos juntos y tocaba en ese piano que era de la banda The Hot Blowers. Escuchábamos mucha música juntos, de todos los géneros. La música nos unió siempre y lo seguirá haciendo.