Dormir ocho horas de corrido o a lo largo del día: ¿Podemos recuperar horas de sueño con siestas?

A veces, dormir la cantidad de horas que sugieren los expertos no es posible, pero, ¿vale lo mismo si luego dormimos más horas de siesta? Esto dice la ciencia.

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Mujer duerme siesta.
Foto: iStock.

Redacción El País
En un mundo donde las jornadas laborales se alargan y el tiempo libre escasea, dormir ocho horas seguidas parece un privilegio. Pero, ¿podemos engañar al cuerpo con siestas intermitentes o el descanso fragmentado afecta más de lo que pensamos?

Aunque las siestas breves pueden mejorar la concentración y aliviar la fatiga, no sustituyen las funciones restauradoras del sueño nocturno. Mientras dormimos profundamente, el organismo activa procesos esenciales: regula la presión arterial, fortalece el sistema inmunológico, equilibra las hormonas y repara tejidos. Estas funciones solo se completan al atravesar las distintas fases del sueño que se repiten en ciclos de unos 90 a 120 minutos. Cuando el descanso se interrumpe, los ciclos se rompen y el cuerpo no logra recuperarse por completo.

Durante la noche, el cerebro libera melatonina, una hormona que indica al organismo que es hora de descansar. Alterar ese ritmo natural —por dormir a distintas horas o interrumpir el sueño constantemente— desajusta el llamado ritmo circadiano, el reloj interno que regula funciones vitales. Dormir en horarios irregulares o depender de múltiples siestas puede afectar la producción de melatonina y, con el tiempo, favorecer la aparición de trastornos como el insomnio.

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Despertador.
Foto: Commons.

Cuánto y cómo conviene dormir

Los expertos coinciden en que lo ideal es mantener un sueño monofásico: entre siete y ocho horas continuas por la noche. Dormir menos de seis horas de forma sostenida se asocia con un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, accidentes cerebrovasculares y deterioro cognitivo.

Las siestas, por su parte, pueden ser beneficiosas si se hacen correctamente. Se recomienda que no superen los 30 minutos y que se realicen antes de las tres de la tarde. Si son más extensas o demasiado frecuentes, pueden interferir con el descanso nocturno y generar somnolencia al despertar.

Algunas personas optan por un patrón bifásico, combinando cinco o seis horas de sueño nocturno con una siesta más larga durante el día. Esta modalidad puede funcionar en contextos específicos —como trabajos por turnos o rutinas muy exigentes—, siempre que se mantenga con regularidad y en un entorno adecuado, oscuro y silencioso.

Hombre se queda dormido mirando televisión.
Hombre se queda dormido mirando televisión.
Foto: Freepik.

Las consecuencias de dormir mal

Reducir sistemáticamente las horas de sueño tiene efectos acumulativos: aumenta la posibilidad de desarrollar diabetes tipo 2, hipertensión, obesidad, depresión, ansiedad y deterioro cognitivo. Además, la falta de descanso afecta la atención y la memoria, incrementando el riesgo de accidentes y errores laborales.

Si bien algunas personas dicen sentirse bien durmiendo poco, los estudios demuestran que esto solo es posible en casos excepcionales. Existe una mutación genética extremadamente rara que permite funcionar con menos horas sin consecuencias negativas, pero representa a una minoría ínfima de la población.

Más que una cuestión de tiempo, el sueño es un proceso biológico de reparación. No se trata de “recuperar” horas, sino de permitir que el cuerpo complete sus ciclos naturales. En un contexto donde el descanso se negocia con la productividad, recordar que dormir es una necesidad puede ser una de las decisiones más saludables para el bienestar a largo plazo.

En base a El Comercio/GDA

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