Redacción El País
Aunque tiene un nombre exótico, en los últimos años se volvió habitual escuchar hablar de la ashwagandha, una planta que promete aliviar el estrés, mejorar el sueño y aumentar la energía. Detrás de su fama hay siglos de historia y una investigación científica que aún avanza.
Se trata de una planta originaria de la India, utilizada desde hace más de 3.000 años por la medicina ayurvédica. Los científicos investigan sus compuestos activos, llamados withanólidos, que podrían tener efectos sobre el sistema nervioso, endocrino y metabólico.
Aunque se le atribuyen muchas propiedades, solo algunas cuentan con evidencia más consistente. Los ensayos clínicos y metaanálisis sugieren que la ashwagandha puede ayudar a reducir el estrés, la ansiedad y los niveles de cortisol, así como mejorar la calidad del sueño en personas con insomnio leve. También se han registrado mejoras leves en el rendimiento físico, con pequeños aumentos en la fuerza y la resistencia muscular.
En cuanto a la función cognitiva, los estudios preliminares apuntan a un efecto antioxidante y neuroprotector que podría favorecer la memoria y la concentración. En el plano metabólico, se han detectado cambios en la composición corporal y en algunos indicadores como la glucosa o la hemoglobina glicosilada. Sin embargo, los expertos coinciden en que aún faltan investigaciones más amplias y de largo plazo para confirmar estos hallazgos.
La ashwagandha podría ser útil para adultos que enfrentan estrés, fatiga o sueño poco reparador, siempre bajo orientación profesional. Sin embargo, no es apta para todas las personas. Está contraindicada en casos de embarazo, lactancia, enfermedades tiroideas, autoinmunes, hepáticas o renales, así como en quienes estén próximos a una cirugía o tomen medicación para la ansiedad, la tiroides o la presión arterial.
Además, puede potenciar los efectos sedantes de algunos fármacos o interferir con tratamientos para la glucosa y la tensión arterial. Por eso, antes de incorporarla, es esencial consultar con un profesional de la salud.
La forma más estudiada es el extracto estandarizado en cápsulas, que garantiza una concentración constante de withanólidos. Los polvos o tés también se utilizan, pero su composición es más variable. Se recomienda tomarla junto con alimentos que contengan grasa para mejorar la absorción.
Aunque se la asocie con bienestar general, la ashwagandha no es una planta milagrosa. Puede contribuir a mejorar la gestión del estrés o el descanso, pero no reemplaza tratamientos médicos ni hábitos saludables. Entre los efectos secundarios más comunes se incluyen somnolencia, molestias digestivas o, en casos aislados, alteraciones hepáticas o tiroideas. Si se presentan síntomas como mareos, palpitaciones, ictericia o cambios marcados en el ánimo, se debe suspender su uso y acudir a un profesional.
En base a El Comercio/GDA