La serie sobre una tragedia argentina que revolucionó Montevideo durante su rodaje y marca un hito para Uruguay

El director uruguayo Guillermo Rocamora habla de "Amia: el fin de la verdad", la nueva serie argentina que se filmó en Uruguay y ya se estrenó a través de la plataforma Flow.

Imagen de la serie "Amia: el fin de la verdad".
Imagen de la serie "Amia: el fin de la verdad".
Foto: Difusión.

El director uruguayo Guillermo Rocamora está de estreno: ya está disponible en Flow y en el canal argentino Telefé, AMIA: El fin de la verdad, la serie sobre atentado a la Asociación Mutual Israelita de Argentina en 1994.

Nacido en 1981 viene teniendo una carrera interesante, en ascenso y versátil. Ha dirigido películas sobre temas tan diversos como la historia de un trompetista en el interior (Solo), un expreso de Guantánamo (La libertad es una palabra grande) viviendo en Uruguay o una familia musical (Temas propios).

A Rocamora, AMIA: El fin de la verdad le llevó más de dos años de trabajo. El rodaje fue en Montevideo, lo que revolucionó la Ciudad Vieja generando alguna polémica.

La primera temporada de ocho episodios se inicia con con el atentado a la Embajada de Israel en Buenos Aires, en marzo de 1992, dos años antes.

Los hechos se van contando a través de tres protagonistas: el agente israelí Diego (Michael Aloni), la periodista de televisión, Gisela (Malena Sánchez) y Bruno, el agente de la SIDE, el servicio de Inteligencia argentino que interpreta Alfonso Tort. Otros uruguayos en el elenco son Álvaro Armand Ugón, Augusto Gordillo Lisboa, Soledad Pelayo y Roberto Suárez.

Imagen de la serie "Amia: el fin de la verdad".
Imagen de la serie "Amia: el fin de la verdad".
Foto: Difusión.

Sobre el proceso de rodaje de AMIA: El fin de la verdad y otros asuntos, Rocamora charló con El País.

—Se supo que esta serie se estaba filmando en Uruguay cuando se recreó en Ciudad Vieja la explosión de la embajada de Israel, lo que causó revuelo en la tranquila Montevideo...
—¡Sí, fue impresionante! La grabación de esa parte, en Ciudad Vieja, sorprendió a todo el mundo. Los vecinos llamaban para denunciar que habíamos tirado abajo un edificio. Incluso llamaron a Patrimonio de la Intendencia. Y lo gracioso es que ese lugar era un terreno baldío. Justo pasé por ahí hace poco y subí una foto. Pero fue muy impactante para quienes pasaban por la zona.

—¿Cómo resolvieron el desafío de recrear una explosión teniendo apenas una cuadra de Ciudad Vieja para usar?
—Fue difícil, pero lo encaramos con ganas. Teníamos pocos recursos, así que hubo que optimizar: romper locales vacíos al frente del baldío, usar camiones para tapar lo que no servía, esconder cosas en postproducción. Trabajamos con los bomberos, con grúas, mezclamos archivo real con lo nuestro. Creo que eso le dio fuerza al proyecto.

Guillermo Rocamora en el set de "Amia: el fin de la verdad".
Guillermo Rocamora en el set de "Amia: el fin de la verdad". Foto: Jeannie Margalef.
Foto: Jeannie Margalef

—¿Cómo te involucraste con el proyecto?
—La serie llegó porque una productora israelí, Dori Media, vino con los guiones escritos y una investigación realizada. Estaban buscando productores tanto en Uruguay como en Argentina. Se juntaron con nosotros —con Santiago López de Cimarrón, conmigo y con otras productoras de Argentina— y finalmente nos eligieron. Yo estaba filmando Cromañón cuando me pasaron los tratamientos, porque ni siquiera teníamos los guiones. Me reuní con los showrunners (Shuki Gur y Givon Snir) y hablamos sobre los personajes y los hechos históricos. Yo les dije que lo interesante de trabajar con hechos reales es encontrar protagonistas que sean los ojos del espectador. Porque lo que pasó ya lo sabemos: lo importante es cómo lo vemos y con quién nos comprometemos.

Imagen de la serie "Amia: el fin de la verdad".
Imagen de la serie "Amia: el fin de la verdad".
Foto: Difusión.

—¿Fue una producción con libertad creativa?
—Sí, y eso fue hermoso. No teníamos exigencias de marketing ni presiones de plataformas. Eso te libera. No había que elegir actores por la cantidad de seguidores o modas, y pudimos armar un elenco y un equipo técnico lo más uruguayo posible. Obviamente hay actores israelíes, porque hay una célula del Mossad en la serie. Pero todos los cabezas de equipo —excepto un editor israelí que trabajó con Fernando Epstein— fueron uruguayos: dirección de arte, sonido, fotografía, vestuario, producción… fue una fiesta.

—¿Qué buscaban con esa decisión?
—Tener un elenco nacional. Por ejemplo, Soledad Pelayo hace un trabajo impresionante. Es una actriz del carajo. Si la serie se hubiera hecho en Argentina, ese rol se lo daban a Mónica Antonópulos. Nosotros queríamos que el talento uruguayo ocupara esos espacios. Lo mismo con Roberto Suárez y el resto del elenco. Para la protagonista (Malena Sánchez) intentamos que fuera uruguaya, pero en un punto entendimos que necesitábamos a alguien con más experiencia en series y películas, y está bien. Nos dio tranquilidad.

—La serie se llama AMIA, pero la primera temporada se centra en el atentado a la embajada. ¿Cómo está planteada?
—La idea es que sean tres temporadas. La primera arranca con la explosión de la embajada y termina con la de la AMIA. La segunda será toda la investigación de AMIA y la tercera abordará la muerte de Alberto Nisman, quien aparece en la segunda temporada como fiscal de la causa AMIA. Todo está entrelazado: los atentados, las represalias, la política. Hay una lógica de “ojo por ojo” que sigue vigente hasta hoy.

Imagen de la serie "Amia: el fin de la verdad".
Imagen de la serie "Amia: el fin de la verdad".
Foto: Difusión.

—¿Cómo abordaron temas tan delicados desde la ficción?
—Con mucho cuidado. La ficción no puede ni debe intentar hacer justicia ni decir verdades absolutas. Pero puede poner temas sobre la mesa y evitar que se olviden. Yo me identifico más como contador de cuentos que como cineasta. Me comprometo con los personajes, sean propios o ajenos. Con Cromañón me pasaba lo mismo: pasé semanas llorando mientras veía los videos de archivo, y hay chicos de 20 años que no saben qué fue Cromañón. Entonces, contar esas historias también tiene un valor.

—¿Temiste caer en el panfleto?
—Sí, claro. Estos temas tienen muchas aristas políticas. Pero con los creadores acordamos algo que nos guio: en esta serie los buenos son los que buscan la verdad, y los malos son los que la esconden. Sin importar nacionalidad, edad, género, nada. Eso nos dio una base ética clara y muy útil.

—¿Qué significa para vos y para la industria uruguaya estar en plataformas internacionales?
—Ayuda, sin dudas. Abre puertas. El PUA (Programa Uruguay Audiovisual) tuvo mucho que ver. Cromañón vino por eso, y AMIA también. Y fue un hito: es la primera vez que un director uruguayo dirige una serie hecha entera acá para una plataforma. A partir de eso se empezó a pensar en dar incentivos a plataformas si incluían a directores o guionistas uruguayos. El año pasado hice tres episodios de Cromañón para Amazon y ahora me voy a Argentina para dirigir tres capítulos para una serie de Netflix con la productora Underground. Siento que estamos empezando a exportar talento, no solo a recibir producciones.

—¿Esto te permite sostener tu trabajo como cineasta?
—Totalmente. El cine que hacemos acá tarda años en financiarse. Poder trabajar profesionalmente en series nos permite seguir activos sin tener que dedicarnos a otra cosa. Y ojalá se sigan abriendo estas puertas, porque acá el talento sobra.

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