Hizo llorar en Noruega con la murga, se hartó de sus canciones y vuelve a Falta y Resto 40 años después

Una crisis musical hizo que "Pinocho" Routin se reconvirtiera a intérprete y armó el show "Botellas al mar". Antes de presentarlo en la Sala Zitarrosa, habló con El País de su carrera y el ansiado retorno a La Falta.

El músico, compositor y murguista Pinocho Routin.
El músico, compositor y murguista Pinocho Routin.
Foto: Darwin Borrelli

La murga lo conmovió desde niño. Pinocho Routin nació en el Buceo, y aunque a los ocho años se mudó con su familia a una casa de campo en Playa Pascual (San José), nunca dejó de ir al tablado del Layva, en Villa Dolores. Allí quedaba hipnotizado con los cupleteros disfrazados y esos coros que hacían vibrar el escenario. "Sentía que el tiempo se detenía”, confiesa a El País.

Fue gracias a su hermano Sergio que empezó a tejer su historia de amor con el Carnaval. Cuatro años mayor y estudiante de medicina, Sergio falleció hace poco más de un año de cáncer. Esa pérdida lo atravesó y, desde entonces, resignificó su canto: hoy siente que lo lleva en cada verso que entona y que lo acompaña cuando pisa un escenario.

Su hermano lo acercó a unos compañeros de facultad que organizaban cantarolas. Le vieron condiciones y lo sumaron a la murga Justamente Risas, donde salió dos años. Hasta que una noche en el tablado de Larre Borges, Raúl Castro lo vio en escena y dijo: “Es este botija”. Tenía 21 años y, sin saberlo, comenzaba a escribirse uno de los capítulos más importantes de su vida.

El Flaco Castro movió cielo y tierra para dar con su número de teléfono y lo llamó al fijo para sumarlo a Falta y Resto. “Yo tenía devoción por La Falta. Terminaba de cantar con mi murga y me iba a los tablados donde estaban ellos. Y un día me vi ahí, cantando al lado del Piruja Brocos”, recuerda con asombro, 40 años después.

El tiempo pasó. En el medio tocó con Jaime Roos, Rubén Rada, Fernando Cabrera, Laura Canoura, formó una dupla excepcional con Edú “Pitufo” Lombardo —ganaron primeros premios en Carnaval y giraron juntos por el mundo con el espectáculo Murga Madre—, y se consolidó como puestista en escena. Sin embargo, ese amor por La Falta siguió intacto.

Cuatro décadas después, el teléfono volvió a sonar. Esta vez no fue una llamada al fijo, sino un audio. “¿Salimos juntos en Carnaval o qué?”, le dijo Raúl Castro. Él, incrédulo, atinó a preguntar dónde. “En La Falta, ¿dónde va a ser?”, le contestó. “Fue una locura emocional, una catarata de recuerdos. Le doy carácter de milagroso a ese llamado”, asegura.

Pinocho nunca dejó de cantar, pero hace seis años atravesó una crisis musical. Sintió que su repertorio se había vuelto frágil y que no le alcanzaba para decir lo que necesitaba. “Me agobié de mis propias canciones”, resume. Fue entonces que decidió cruzar a la vereda del intérprete y, junto a su banda, creó Botellas al mar, un espectáculo que recorre la historia de la música popular uruguaya con versiones de Pedro Ferreira, Alfredo Zitarrosa, Osiris Rodríguez Castillo, Mariana Ingold, Ana Prada, Pitufo Lombardo, entre otros.

“Se canta y se cuenta la historia de estas canciones”, explica. Durante la gira —que los llevó por Canelones, Colonia, Durazno, Treinta y Tres y San José— sumaron también talleres con estudiantes de conservatorios para intercambiar ideas y experiencias: "El eje central es el amor por la música”.

Este domingo 20, Botellas al mar se presentará en la Sala Zitarrosa y es la oportunidad para ver este espectáculo que teje décadas de identidad sonora nacional entre candombe, milonga y murga. Las entradas se compran en Tickantel.

Carnaval, una pasión que se hereda

Pinocho Routin y su hijo Camilo en el Solís, durante una de las tantas presentaciones de "Murga Madre".
Pinocho Routin y su hijo Camilo en el Solís, durante una de las tantas presentaciones de "Murga Madre".

Mientras se prepara para volver a cantar en Montevideo, vive con ilusión el regreso a Falta y Resto. Con Pitufo Lombardo solían hablar de lo hermoso que sería esa vuelta, aunque la veían como un imposible. Hoy sienten que tocan el cielo con las manos.

Al principio lo tomaron con cautela ya que hubo que resolver cuestiones burocráticas ligadas al título de la murga. Tras una serie de reuniones en las que Pitufo arrimó músicas, Raúl letras, y Pinocho y el Mono Da Costa sumaron entusiasmo y ganas, confirmaron que el proyecto tenía sentido. “Nos dimos cuenta de que había mucho para decir”, resume.

Se armó un plantel de primera —Alejandro Balbis, Mario Jolochín , Zurdo Bessio y más—, pero a él no le mueve la competencia. Dice que no sale para ganar, que lo suyo es un acto de entrega total: “Ensayamos casi un año, hay mucho esfuerzo detrás. Ojalá nos vaya bien, pero no es el objetivo”.

El creador del magistral verso “es tan grande lo que pasa en Carnaval que la tierra se confunde con el cielo”, de la canción "Murga Madre", logró transmitir esa misma pasión a su hijo Camilo Routin, actual director escénico de Cayó la Cabra.

“Desde chico se emocionaba con las murgas, más allá de las noches de bañadera que compartió conmigo”, dice. Y pondera la madurez artística de su hijo: “Sabe lo que quiere y es muy buen músico”.

Murga, viajes y amistad

Pinocho Routin y Pitufo Lombardo interpretando los personajes del espectáculo "Murga Madre".
Pinocho Routin y Pitufo Lombardo interpretando los personajes del espectáculo "Murga Madre".
Foto: Archivo El País

Murga Madre, esa pieza que protagonizó junto a Pitufo Lombardo, los llevó a conmover sobre escenarios del mundo. Hicieron llorar hasta en Suecia y Noruega. “Venía gente vinculada al teatro lagrimeando sin haber entendido absolutamente nada de lo que habíamos dicho. La emoción traspasa el lenguaje”, dice.

No todo fue color de rosas para ese espectáculo que no es una obra, ni un musical, ni una murga, sino un híbrido que también explora las frustraciones y dolores propias del Carnaval. Al inicio hacían funciones para cinco personas, hasta que ganaron el Premio Florencio en 2002 y el proyecto despegó. Tanto que hay gente que lo vio siete veces.

No cree que su dupla con Pitufo sea imbatible —ganaron el último primer premio en 2017 con la murga Don Timoteo, la última vez que salieron juntos— pero sí profundamente honesta. “Es de los que más sabe quién soy. Hay cosas que no precisamos ni hablar: suceden en la creación. Decimos lo que hay que decir sin rodeos. No hay concesiones. Y cuando subimos al escenario, suben esas dos personas”, sintetiza.

Se ha dado el lujo de cantar con los que más admira y, cada vez que piensa en el botija que venía de Playa Pascual, se siente un privilegiado. A la vez, confirma que la suerte existe: “El talento no define nada, sino las oportunidades. Reconozco que tuve una constancia feroz, he entregado mi vida entera al arte. Nunca falté a un ensayo. Lo demás vino por suerte”.

Y aunque ha recorrido mucho camino, no se detiene en eso. Vive motivado con nuevos proyectos. “Parto de la base de que todo eso que pasó, no pasó. Lo que vale es lo que está por venir. Estoy abierto a ver qué me regala el universo”, cierra.

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