El plan inicial de la familia Morgade era reactivar La Reina de la Teja de a poco, sin más pretensión que juntarse a cantar esos clásicos que marcaron época. Pero la euforia de la hinchada —y, sobre todo, del barrio— los arrastró. José “Gato” Morgade y su hijo Gabriel no pudieron más que rendirse ante el encanto de Momo. El coro que despeinaba en cada ensayo y el empuje de la barra más joven dieron el impulso definitivo para que decidieran presentarse a la Prueba de Admisión, con la ilusión de volver al Carnaval 2026 tras una década fuera del concurso.
Desde que el 14 de junio anunciaron la noticia en redes sociales, los carnavaleros e hinchas de La Teja están encendidos. El regreso de La Reina se suma a otras vueltas históricas: Falta y Resto, Diablos Verdes, Don Bochinche y Cía. o Patos Cabreros.
“Este barrio es muy hincha, muy amigo de la murga y también empuja, en la feria, en el supermercado”, dice Gato Morgade a El País. El histórico director confirma, emocionado, que no hay lugar al que haya ido donde no le hayan preguntado: “¿Cuándo vuelven?”.
El mayor obstáculo —y el principal motivo por el que se demoró esta vuelta— fue económico. Hoy los conjuntos invierten fortunas en producción. Ya no se trata solo del vestuario, sino también de maquillaje, escenografía, pantallas, sonido. Y La Reina quiere estar a la altura.
“Hay que ver las cartas que juega cada uno en el concurso, pero queremos que la gente sea feliz viendo a la murga, que esté bien vestida y cante bien. No queremos que digan: ‘Qué macana’”, se sincera Gabriel Morgade, actual director escénico.
Cómo se gestó la vuelta de La Reina de la Teja
La murga estaba desarmada cuando, en 2024, Gabriel Morgade empezó a reavivar el espíritu con un grupo de vecinos de La Teja. Se reunían en casas para cantar esos clásicos que no fallan en los asados, como el inolvidable "Saludo a los barrios". “Tiramos la interrogante cuando aún era algo lejano, pero queríamos ir de a poco”, relata Gabriel.
En uno de los primeros encuentros, incluso, aclaró que su intención no era volver a concursar. Con el correr de las semanas el grupo se consolidó, el coro empezó a sonar fuerte y la barra más joven dio la manija que faltaba. “Competir en Carnaval requiere una inversión fuerte, y fui muy sincero: plata no tenemos. Vivimos la realidad de cualquier obrero, no hay una cuenta en el banco para sacar a la murga, así que si lo hacemos, hay que poner el pecho a las balas”, asegura.
Luego de esa charla, tocó una instancia clave: conseguir el visto bueno de los otros dos dueños del conjunto, Antonio Zenardo y Juan Carlos “Pocho” Álvarez. “Pocho quería que yo dirigiera y saliera, pero ya no me da”, reconoce Gato.
Una vez que tuvieron el sí, el grupo se comprometió a remar para poner a La Reina en la calle. El plan incluye buscar sponsors, vender remeras y organizar festivales y shows.
El nuevo plantel combina históricos —como Carlos “Bananita” González (recordado por el cuplé de Los Deditos), Leonardo Pereyra, y los hermanos Gabriel y Gonzalo Morgade— con una camada joven que inyecta energía.
Una historia entre lo artesanal y las giras inolvidables
Hoy están enfocados en el gran despliegue que implica armar un espectáculo para competir, pero cuando La Reina nació, en 1980, no había cabeza de negocio. El fin era político y todo se hacía a pulmón.
Durante años, los trajes se confeccionaban en talleres populares montados en el Club Arbolito. Se instalaban 30 máquinas de coser, Pocho Álvarez —fundador y dueño de una textil— aportaba las telas, y los vecinos se encargaban del resto.
“Una vez desfilamos en el Estadio Centenario y llevamos nueve ómnibus de gente disfrazada. Todo lo hizo el taller popular. Esas cosas ya no existen”, dice Gato con nostalgia.
El barrio es el alma del conjunto. “La Reina nace cuando Progreso asciende a la A. Cuando empecé a escribir, nombraba todo eso: ‘Querida Plaza Lafone te engalana’. La Reina es parte icónica de esta aldea”, resume.
Anécdotas hay miles, pero haber llenado el Madison Square Garden en 1983 es una de las más memorables. Fue en una gira junto a parodistas Los Gabys, en tiempos sin redes sociales. “Un grupo de uruguayos llamado Orange organizó todo. Nos llevaron a un hotel cinco estrellas y no entendíamos nada. Se llenó, nos pagaron todo. Fue soñado”, recuerda Gato.
Después vinieron shows en Argentina, Brasil, Venezuela, República Dominicana y Australia, donde se alojaban en casas de compatriotas. La última gira fue en 2018 por Estados Unidos y Canadá. Durmieron en colchones inflables en los clubes uruguayos. Los acompañó Miguel Villalba, que cantaba en mitad del show. “Fue inolvidable”, resume Gabriel.
La murga de la que era hincha García Vigil
La Reina de la Teja solo ganó un primer premio en su historia —compartido con Arlequines en 1994—, pero se convirtió en una leyenda carnavalera que trasciende las copas.
"La gente piensa que ganó muchas veces, y ahí está el más claro ejemplo del paradigma del Carnaval: a veces, convertirse en un título tan grande no va de la mano con los premios”, reflexiona Gabriel.
Lo que más los entusiasma de esta vuelta es el reencuentro con la gente. Las últimas dos veces que salieron —en 2008 y 2015— el público les demostró su cariño en cada escenario, y esta no será la excepción. Un par de sábados atrás, con ola polar y lluvia, el Club Artigas se llenó para verlos ensayar: “Era un tablado. Tuvimos que agregar bancos porque había gente hasta la pared”, cuentan.
Para Gato Morgade, La Reina es su vida. “Nací en Carnaval, vengo de La Soberana, y cuando íbamos al Teatro de Verano había caravanas como si hubiéramos salido campeones del mundo. Los vecinos nos seguían. Eso lo heredó La Reina”, dice orgulloso.
Y guarda un dato que conmueve. “La Reina tuvo el mejor maestro, con quien estudié: Federico García Vigil, el número uno. Él siempre me decía: ‘Si la Orquesta Filarmónica tuviera la posibilidad de llegar a lo que llega La Reina de la Teja, estábamos en el summum’”.
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