Adolfo Cambiaso: el polista argentino que revolucionó el deporte habla de la serie de Disney+ sobre su carrera

Ya llegó a la plataforma Disney+ la serie "Cambiaso: en el nombre del polo" que dirige Juan José Campanella y tiene intervenciones de amigos, colegas y hasta el actor Tommy Lee Jones.

Adolfo Cambiaso en la serie "Cambiaso: en el nombre del polo" de Disney+.
Adolfo Cambiaso en la serie "Cambiaso: en el nombre del polo" de Disney+.
Foto: Gentileza.

Es una leyenda del deporte y tal vez uno de los mejores que ha pisado una cancha. El argentino Adolfo Cambiaso juega al polo como si el taco fuese una extensión de su mano, y el caballo de su cuerpo. Se trata de una figura de renombre mundial que además marcó un antes y un después en este deporte milenario.

Todo eso, así como su vida dentro y fuera de las canchas se puede ver en Cambiaso: en el nombre del polo, la serie documental dirigida por Juan José Campanella y disponible en Disney+. De todo eso esta charla con el número uno del mundo.

—No sos de dar muchas entrevistas, y ahora estrenaste una docuserie sobre tu vida y carrera, ¿Qué te interesó para hacerlo?
—Sí soy una persona bastante privada, pero como el proyecto era de Disney, con Juan José Campanella y todo un grupo que sabía que iba a hacer las cosas de manera espectacular, me entusiasmó. Él había trabajado antes para la plataforma, y yo feliz de que sea él quien la dirigiera.

—En la serie contás cómo de chico jugabas en Cañuelas con caballos más grandes que vos. ¿En qué momento te diste cuenta de que el polo iba a ser más que un juego en tu vida?
—A los 14 o 15 años, cuando tuve mi primer trabajo. Conseguí una oportunidad para ir a San Francisco, Spokane y Santa Rosa, todo por esa zona. Me fue bastante bien, subí de hándicap rápido, y el teléfono empezó a sonar más. En ese momento todavía estaba estudiando, pero los viajes ya no me dejaban hacer todo. Ahí me di cuenta de que me gustaba lo que estaba haciendo y que quería seguir por ese camino.

Adolfo Cambiaso en la serie "Cambiaso: en el nombre del polo" de Disney+.
Adolfo Cambiaso en la serie "Cambiaso: en el nombre del polo" de Disney+.
Foto: Gentileza.

—La fundación de La Dolfina fue una decisión fuerte, que implicó dejar un equipo histórico como Ellerstina. ¿Qué te hizo confiar tanto en vos mismo como para dar ese salto?
—Siempre fui una persona a la que le gusta hacer cosas nuevas. Me tengo mucha fe, confío en mi grupo de trabajo y en la gente que me rodea. Estaba muy contento en Ellerstina, pero las cosas se fueron dando de manera tal que no me quedó otra que armar mi propio club. Fue una decisión dificilísima, como todos los grandes cambios en la vida. Pero hoy, con el diario del lunes, claramente fue acertada. La Dolfina no es solo mi club: es mi casa, es donde vivo. Fundar un club con un nombre que hoy es fuerte en el polo es algo muy lindo.

—Además, La Dolfina se convirtió en una marca en sí misma, incluso tienen línea de ropa y proyectos inmobiliarios.
—Sí, hicimos un poco de todo. Ahora, por ejemplo, en Uruguay, con Eduardo Costantini vamos a hacer un proyecto inmobiliario con La Dolfina. Se compró un terreno pasando El Chorro, donde la idea es hacer una cancha de polo.

—El documental muestra mucho tu vínculo con Poroto, no solo como padre, sino como compañero de equipo. ¿Cómo vivís el compartir la cancha con tu hijo? ¿Qué aprendizajes se dan en los dos sentidos?
—Principalmente soy su padre, y eso no es fácil cuando estás en un partido caliente. Con un compañero podés hablar de cualquier forma, pero con un hijo no, porque después llegás a casa y tu mujer te puede decir que te pasaste. Con el tiempo aprendimos a mantener un respeto mutuo. Cuando jugamos juntos, trato de manejarme como si fuera solo un compañero de equipo, no su padre. Eso no es fácil, porque la confianza que uno tiene con un hijo puede jugar en contra. Pero hoy lo disfrutamos mucho.

Adolfo Cambiaso en la serie "Cambiaso: en el nombre del polo" de Disney+.
Adolfo Cambiaso en la serie "Cambiaso: en el nombre del polo" de Disney+.
Foto: Gentileza.

—Se te muestra como un líder exigente, pero también protector. ¿Cómo manejás ese equilibrio entre la presión de ganar y el cuidado del equipo humano y animal?
—Es difícil. Pero lo da el tiempo, el aprendizaje, el prueba y error. Yo soy muy autoexigente, y también exijo a mis compañeros. Creo que hay que ser exigente en todo en la vida, porque si te quedás en la cómoda, no das lo mejor de vos. Obviamente hay que tener un límite y saber manejarlo, y eso también lo aprendés con los años.

—¿Sentís que hay una responsabilidad sobre cómo te miran los más jóvenes, o te seguís viendo como un tipo de campo que juega al polo?
—Siempre me sentí responsable. Hice cosas buenas y malas como todo el mundo, pero siempre traté de dejar mi forma de trabajar, mi pasión. Creo que en todo lo que uno hace hay que tener pasión. No importa si sos abogado, médico o lo que sea: si lo hacés con pasión, las cosas se te hacen más fáciles. A mí siempre me gustaron los caballos y el deporte, entonces no me costaba levantarme temprano, ir a la caballeriza, taquear. Lo disfrutaba.

—En la serie también se muestra tu rol como hombre de familia. ¿Qué papel jugó tu esposa María Vázquez en los momentos clave de tu carrera?
—María siempre fue clave. Yo no voy al psicólogo, no porque esté en contra, sino porque al llegar a casa con mis dudas, ella era quien me ayudaba a salir de esos lugares difíciles. En la última etapa de mi carrera, sobre todo, cuando aparecen más dudas, fue fundamental. El año que gané con Poroto no fue fácil, y ella me ayudó muchísimo. También fue clave para mantener a la familia unida, lo que es muy importante para poder desarrollarte como deportista. Imaginate si yo estaba viajando y los chicos en Argentina… así, la carrera no hubiese sido tan prolongada. Gracias a ella eso fue posible.

—Además de ser uno de los mejores jugadores de la historia, también revolucionaste el polo con la clonación de caballos. ¿Tuviste miedo o dudas en ese momento? Porque no todos lo veían con buenos ojos.
—Sí, fue polémico. Pero yo me guío mucho por la intuición. Estudié el tema, investigué. Sabía que en Estados Unidos había caballos clones que competían y eran campeones. Siempre creí que podía funcionar. Al principio, como todo lo nuevo, la reacción general es decir que no. Pero hoy el 99% del polo ha clonado un caballo. Eso me da mucha satisfacción, no estábamos equivocados.

—Los clones tienen el mismo nombre, solo cambia el número. ¿Cómo surgió esa decisión?
—Siempre me embromaban con eso. Una periodista famosa en Estados Unidos me cuestionaba que fuera “rudo” no cambiarles el nombre. Pero para mí lo ofensivo sería cambiarlo. Si me clonaran y me pusieran Hugo, me estarían cambiando la identidad. No son gemelos, son clones: son la misma entidad.

—¿Te gustaría que La Dolfina siga existiendo cuando ya no estés en las canchas? ¿Cómo imaginás tu legado?
—Tengo a mi hijo, sí, pero no es algo que me enloquezca. La Dolfina va a seguir existiendo porque es mi casa. Si yo no estoy, no significa que tenga que seguir sí o sí. No quiero que Poroto o mis hijas sientan la obligación de continuar con mi legado. Si quieren seguir, buenísimo, pero también pueden hacer su propia historia. Tienen esa libertad.

—¿Tenés un plan de retiro o vas viendo año a año?
—Todos los años me preguntan lo mismo. Mientras me sienta competitivo y ame lo que hago, voy a seguir. Tengo la posibilidad de jugar con mi hijo, y ahora incluso con mis sobrinos. Este año voy a disfrutarlo. El retiro llegará, pero no tengo una fecha. Por ahora, a meterme en hielo y seguir disfrutando.

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