Editorial
La sección Editorial de El País refleja las opiniones y posturas del diario ante temas relevantes de la realidad política y social en Uruguay y el mundo.
La filtración de un informe interno de la BBC que destapa un sesgo radical en la cobertura de Medio Oriente y de Donald Trump, expone un problema que viene agravándose hace años.
Esto vuelve a dejar en claro que hace falta una reforma muy profunda del funcionamiento del estado. Esa “madre de todas las reformas”, que todos prometen, pero ninguno se anima a ejecutar.
No tiene ideas propias pero para mostrar que hace algo, desarma lo heredado. Como consecuencia, queda la sensación de estancamiento. O peor aún, de implantar realidades erróneas.
La elección de Trump cambió la política exterior de EEUU. Sólo un análisis ciego de ideología podría negar los avances concretos de pacificación y estabilización internacionales que ha logrado.
Se deshace lo bueno, no por convicción ni por una alternativa mejor, sino por pequeñez política. Pero la destrucción no paga. La gente lo percibe, y eso se refleja en las encuestas recientes.
La historia enseña a ser cautos con nuestros vecinos argentinos. Sin embargo, hubo algo muy potente en el año 2023: nunca habían tocado fondo de manera tan dramática.
Tal vez Argentina sea hoy el país del mundo donde más clara se muestra la dialéctica entre el pragmatismo económico y el pensamiento mágico que domina a buena parte de la izquierda.
Cuando algunas figuras del gobierno parecían bajar la pelota, y abrir la puerta a un diálogo con el responsable del astillero español, el propio presidente Orsi duplicó la apuesta política.
La idea de que pudiera sobrevenir una corrección violenta del tipo de cambio que encareciera mucho Uruguay para los visitantes argentinos se aleja, por lo menos en el corto plazo.
El gobierno anterior quiso zafar de esta trampa promoviendo su transformación. Pero todo terminó con la llegada de un Frente Amplio que lo único que sabe hacer es desandar caminos.
En este año que nos separa de la elección de 2024 es difícil encontrar grandes cambios que hayan hecho variar radicalmente las votaciones de todos los principales partidos.
La decisión, tomada sin fundamentos técnicos ni jurídicos, desnuda una forma de ejercer el poder en la que los cálculos políticos y los intereses rastreros prevalecen sobre el interés nacional.