La elección argentina del pasado domingo dejó una de las sorpresas políticas del año: Javier Milei volvió a ganar. Cuando muchos lo daban por políticamente acorralado, cuando las encuestas mostraban un apoyo menguante y su gobierno parecía paralizado por la falta de mayorías parlamentarias, Milei recibió un respaldo contundente que lo vuelve a colocar en carrera para transformar de raíz la Argentina.
El nuevo aval popular llega después de meses difíciles. Tras un primer año donde la inflación se redujo drásticamente, la economía superó los niveles previos a su llegada y la pobreza bajó de forma significativa, el gobierno libertario acumuló desde marzo una cadena de traspiés: estancamiento económico, escándalos políticos y una gran cantidad de derrotas legislativas que habían sembrado dudas sobre su capacidad de gestión. Pasadas la gran derrota en las elecciones provinciales de Buenos Aires ya eran mayoría los que creían que el proyecto refundacional de Milei estaba acabado. Sin embargo, el resultado electoral le otorga aire político y, sobre todo, lo habilita a retomar con fuerza su agenda de cambios estructurales. La enorme elección del presidente argentino creo que deja algunas ideas claras sobre la política de hoy en día.
Primero, se confirma que en Argentina y en todo el mundo el “voto en contra” sigue siendo un enorme movilizador. Si algo fue reafirmado el domingo es el rechazo de la mayoría de la sociedad argentina al kirchnerismo. Milei gobierna con el respaldo convencido de alrededor del 40% de la sociedad, un apoyó que venía bajando. Aun así, el miedo a la vuelta del kirchnerismo -con sus prácticas corruptas, su desprecio por la república, su manejo clientelar del Estado y su “terraplanismo económico”- pesó mucho más. El “riesgo K” sigue siendo, para buena parte del electorado argentino, una amenaza mayor que los desbordes verbales del actual presidente.
Detrás de esta reacción hay algo más profundo y saludable: una sociedad que empieza a reconciliarse con la noción de realidad, que ya no se deja seducir por los relatos mágicos ni por los falsos milagros económicos. Parecería que ahora hay una gran mayoría de argentinos que entiende que uno más uno da dos, como decía el propio presidente.
Segundo, esta ratificación de Milei es también una ratificaciónn de la era de las ideas claras y la defensa frontal de ideas. Durante años, en toda la región, se impuso una lógica de corrección política que desdibujaba las diferencias y convertía a los líderes en administradores del statu quo. Ya hace años que vemos ganar aquí y allá políticos muy diferentes a esto.
Milei, con todos sus excesos, sin duda representa la ruptura con esa tibieza: un político que dice lo que piensa y se anima a confrontar las estructuras más enquistadas del poder. Su triunfo demuestra que, incluso en tiempos de redes y de polarización, la coherencia ideológica sigue siendo un valor electoral.
Tercero y desde este lado del Río de la Plata. Tal como señalaba el Ministro Oddone el resultado es una buena noticia para Uruguay. El alejamiento del fantasma kirchnerista despeja el horizonte regional y abre una ventana de estabilidad. El respaldo explícito de Estados Unidos al programa económico argentino refuerza esa sensación. Todo indica que tendremos, por lo menos, meses tranquilos en el frente financiero argentino.
La idea de una corrección violenta del tipo de cambio que encareciera mucho Uruguay para los argentinos se aleja, por lo menos en el corto plazo. El recuerdo de 2023 con sus efectos negativos sobre el turismo y el comercio bilateral no volverán prontos lo cuál es una muy buena noticia para la próxima temporada turística uruguaya. Los kirchneristas locales, más o menos confesos, deberían reflexionar sobre esto. Sistemáticamente los gobiernos argentinos de izquierda le hicieron mucho daño al Uruguay, intencional o inintencionalmente. Por el contrario fue Menem, Macri, y ahora Milei los que mejor actúan para el interés nacional uruguayo.
El mundo observa a la Argentina como no lo hacía desde hace décadas. El experimento libertario de Milei -con su mezcla de ortodoxia económica y heterodoxia política- despierta una curiosidad global inusitada. Milei es un tema de conversación en EEUU, Alemania e Italia. Su éxito marcaría un hito imposible de ignorar para los políticos de la región sobre la posibilidad de estas ideas. Su fracaso por el contrario sería visto como el fracaso de las ideas liberales en América Latina. Cuando nadie lo esperaba, Milei tiene, otra vez, una oportunidad.