El retroceso educativo

En su intento de revertir todo lo que el anterior gobierno hizo, e hizo bien, la actual gestión frenteamplista no duda en meterse en un terreno extremadamente delicado, en el que retroceder es llevar al país a su peor encrucijada: Se trata del terreno de la educación.

Todo lo que se está haciendo va por mal camino, por la simple razón de que se retomó lo de darle el poder a los sindicatos de docentes y a algunas propuestas anacrónicas y delirantes de las Asambleas Técnico Docentes.

El gobierno anterior había iniciado lo que llamó una “transformación educativa”, cambios moderados pero interesantes que desde que asumió el Frente, se empezaron a desmantelar con precisa puntería.

Fue sustancial en ese momento la modificación a través de la LUC, de la llamada gobernanza de los organismos educativos. El Consejo Directivo Central (Codicen) siguió en su forma colegiada pero las tres ramas de la enseñanza quedaron en manos de una dirección unipersonal con el objetivo de dar más eficiencia a esas direcciones y dejar afuera a una falsa representación docente en un lugar donde no correspondía.

Eso ya fue restaurado. Los sindicalistas volvieron a ocupar puestos en la dirección de los organismos de enseñanza, cumpliendo un rol que no les corresponde y para el cual no están preparados.

No son expertos en políticas educativas. Sí están formados para dar clases en los temas de su especialidad, que no es lo mismo. Y si nos atenemos a lo que algunos dirigentes sindicales confiesan, ni siquiera eso les interesa demasiado. Solo buscan su cuota de poder en la estructura educativa. ¿Para qué? Para tenerla, para ostentarla, no para mejorar la educación.

A eso se suman las funciones que cumplen las Asambleas Técnico Docentes, a las que se les da enorme importancia en el diseño de estrategias y propuestas educativas. Su cometido es asesorar a las autoridades. Pero al pasar por alto el concepto de laicidad, sus propuestas son alegatos ideológicos que nada tienen que ver con la educación. Cuestionan que los planes del gobierno anterior buscaran “mercantilizar” la educación para ser “funcional al capitalismo” y a una “colonización empresarial”. Todo jerga, pura ideología frívola, anacrónica y perversa. Hablan de educar para un mundo que ya no existe y que cuando sí existió, no solo demostró ser un fracaso sino que provocó dolor, sufrimiento y muerte en pueblos enteros.

El gobierno anterior quiso zafar de esta trampa promoviendo su transformación. Pero todo terminó con la llegada de un Frente Amplio que lo único que sabe hacer es desandar caminos y volver a etapas que quedaron atrás en el tiempo.

Esta lógica es maldita. A diferencia de la etapa final del anterior período frentista, ya ni siquiera tiene sentido buscar instancias para acordar una sólida y duradera reforma educativa. Mientras el poder esté en los sindicatos, estos harán lo que quieran: es decir, nada bueno.

Lo cual pone al país en una situación dramática. Tal como funciona la educación hoy, los perjudicados por su sistema son los sectores más vulnerables, los que más necesitan de ella para salir de su precaria situación social y económica. Se despliega una retórica de extrema sensibilidad social, pero una acción que va en la dirección contraria. Gente que necesita mejores instrumentos para alcanzar un futuro mejor, no los tiene ni se los dan. En ese contexto, aún en el mejor escenario económico y con pleno empleo, muchos escolares y liceales de hoy nunca podrían superar una barrera porque alguien les falló a la hora de trasmitir educación y conocimientos. Tendrán trabajo, pero siempre los de salarios más bajos.

Esta es la realidad que enfrenta el país y que con la llegada del gobierno de Yamandú Orsi, se agrava.

El país no quiere salir de su estancamiento educativo. Nunca habrá buenos resultados, mientras se siga pensando y actuando como hasta ahora, mientras esa cabeza siga predominando.

Ya nadie recuerda cuando siendo presidente, José Mujica maldijo a los sindicatos de la enseñanza. Son los grandes responsables de este desastre, sin duda, pero más responsabilidad tienen quienes desde los cargos de gobierno para los que fueron elegidos por la gente, les dan vida.

Les dan vida sabiendo que son una maldición, Les dan vida porque no tiene el coraje de enfrentarlos.

Mientras eso siga, no tiene sentido ilusionarse con que el país saldrá de esta trampa. Algún día sucederá, quizás, pero no en el tiempo de vida de buena parte de las generaciones actuales. Eso, asusta.

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