Un año pasó de la elección de primera vuelta presidencial y configuración del Parlamento. ¿Qué cambios de escenarios pueden verificarse ya? ¿Qué ha pasado con los principales partidos políticos?
En primer lugar, es claro que hoy es muy difícil que puedan darse resultados similares a los de hace un año para muchos de los partidos menores. Sobre todo el caso de Cabildo Abierto (CA) resulta muy llamativo: no solamente bajó entre octubre de 2019 y octubre de 2024 de 268.736 a 60.549 votos, sino que sus problemas políticos no cesaron desde entonces. En efecto, hubo varios sectores, representantes locales y agrupaciones que abandonaron ese partido en este año, y el papel de sus dos diputados apoyando iniciativas del gobierno del Frente Amplio (FA) ha sido muy criticado por simpatizantes y votantes cabildantes.
También resulta una incógnita si partidos con votaciones menos potentes aun, como el Constitucional Ambientalista que alcanzó casi 12.000 votos, o el de los Cambios Necesarios y Avanzar Republicano, que sumaron algo más de 5.000 votos, han sido capaces de mantener sus perfiles en este tiempo, o si serán como la expresión de 2019 del Partido Digital (algo más de 6.000 votos) que no repitió luego su presencia cinco años más tarde.
En segundo lugar, es una incógnita saber si este FA de hoy recibiría la misma cantidad de votos que en octubre del año pasado (1.071.826). En verdad, si nos atenemos a los resultados de satisfacción con relación al gobierno, es claro que recibiría menos, ya que el porcentaje de apoyo es hoy más chico que aquel porcentaje de octubre pasado, tanto en lo que refiere a la aprobación presidencial como en lo que hace a la actuación concreta de los ministros -algunos de los cuales, como el de turismo por ejemplo, a veces la opinión pública ni siquiera termina de saber bien quiénes son o qué trayectorias políticas los precede-.
También, es difícil pensar en una mayoría tan franca en favor de la izquierda cuando las señales de buen gobierno son tan tenues y cuando tantas promesas quedaron de lado. Desde el inmediato plan para que haya más policías en las calles que no ocurrió, pasando por los cambios en la vivienda promovida que no se cumplieron, siguiendo con las prioridades de la educación pública que no se verificaron en el presupuesto del Ejecutivo, o terminando por un manejo económico que de ninguna forma asegura crecer a mayores tasas para alcanzar mayor prosperidad, y por una inserción internacional completamente seguidista de lo que se define en Brasilia: decididamente, los ejemplos de frustraciones se acumularon en estos meses de administración Orsi.
Cuesta pensar que el Partido Nacional recibiría hoy menos votos que los que obtuvo hace un año. Por un lado, porque la acumulación de liderazgos departamentales se renovó en este 2025, y allí se basan buena parte de sus sustentos partidistas territoriales. Por otro lado, porque el mundo blanco tiene la esperanza de ver a Lacalle Pou nuevamente como candidato presidencial en 2029, por lo que evidentemente las expectativas en favor de los blancos no decayeron con relación a 2024: sabido es que el partido de Oribe es la alternativa al gobierno de izquierda, y que el liderazgo del ex-presidente es el que todas las encuestas sitúan entre los mejor evaluados del país.
Para el caso del Partido Colorado, sus casi 393.000 votos del año pasado se han traducido en un proceso de cristalización de dos corrientes potentes y divergentes: la liderada por Bordaberry por un lado y la conducida por Ojeda por el otro. En este sentido se sitúa en el mismo escenario competitivo que en octubre del año pasado, por lo que no hay por qué pensar que haya perdido sus apoyos en la opinión pública. Sin embargo, su desafío está por delante: junto a los blancos y al Partido Independiente, entre otros, los colorados deben definir políticamente qué hondura y qué desarrollo le dan, si es que lo tiene, la Coalición Republicana para 2029.
En este año que nos separa de la elección de 2024 es difícil encontrar grandes cambios que hayan hecho variar radicalmente las votaciones de todos los principales partidos: el desbarranco de CA es seguramente la excepción que confirma la regla. De alguna manera, esta estabilidad partidista es parte de la solidez de nuestra democracia. Los desafíos políticos y electorales de unos y otros entran dentro de lo razonablemente previsible. La ciudadanía ha demostrado por lustros que aprecia esta estabilidad partidista. Ella forma parte de nuestra identidad.