Pilar Rahola a El País: “El golpe en la mesa de Donald Trump nos obliga a una dosis de política real”

La influyente periodista española y analista política, Pilar Rahola, dialogó con El País, y entre otras cosas, analizó el resurgimiento de Donald Trump y la situación de Europa en el mapa geopolítico.

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Pilar Rahola, periodista y analista política española, en Montevideo.
Pilar Rahola, periodista y analista política española, en Montevideo.
Foto: Darwin Borrelli

Pilar Rahola es una influyente periodista española y analista política. En 1993 ocupó el primer lugar de la lista de Esquerra Republicana de Catalunya al Congreso, siendo diputada hasta el año 2000. Ha publicado novelas y libros de actualidad como “¡Basta!”, sobre la condición de la mujer en el islam.

Ha recibido numerosos premios internacionales por su lucha a favor de los derechos humanos; entre otros, el Morris B. Abram Human Rights (2011, Ginebra) y el Global Advocate en 2024, otorgado en Nueva York por el Combat Antisemitism Movement. En diálogo con El País, analiza el resurgimiento de Donald Trump y la situación de Europa en el mapa geopolítico.

-Es inevitable comenzar con Donald Trump y cómo ha sacudido el comercio mundial con su ola de aranceles. ¿Cree que se está configurando un modelo global proteccionista o esto es una ola que se va a disipar?

-Yo tengo la convicción de que Trump tiene malas maneras, una diplomacia gruesa, de motosierra -para poner una comparativa cercana-, y que estamos en un momento de políticos alfa. Es una política alfa muy abrupta que empieza provocando y luego negocia. A pesar de esto, en todos los aspectos en los que él ha provocado de manera muy rotunda, desde el canal de Panamá o Groenlandia, pasando por la guerra en Ucrania y, por supuesto. el tema aranceles; en todos los casos, sin a gustarme para nada las formas, entiendo los fondos. Trump está señalando temas importantes en estos momentos. La guerra de Ucrania es un ejemplo muy claro: dice “Aquí tengo el poder, tengo fuerzas, soy Estados Unidos, por tanto, que esto se acabe; provoco, pongo aranceles, y después al final nos vamos a sentar a negociar y vamos a ver en qué terreno común volvemos a encontrarnos”. Da el golpe en la mesa, la mesa se rompe y construimos una nueva. Por tanto, a diferencia de la mayoría de los analistas que dan por hecho que esto es una catástrofe -imagina yo siendo europea-, dependerá hacia dónde vaya. Si bajamos los decibelios de ruido de esta política alfa y ponemos la lupa pequeña, el hecho es que (Trump) está consiguiendo que se empiece a negociar la salida de la guerra de Ucrania, que llevaba tres años enquistada, que podía cronificarse todo el tiempo que quisieras, que lleva más de un millón y medio de muertos. Estábamos ante un tema muy grueso, muy duro, muy trágico, donde Europa hizo la siesta durante tres años, y llega Trump, y a sus malas maneras pone sobre la mesa el final de la guerra. Podemos tener la percepción de que es la peor manera, pero igual no es mala la intención. Creo que el caso de los aranceles es la metáfora de toda esta diplomacia de la fuerza. De manera que no me atrevo a decir que estamos ante un mundo nuevo. Sin duda el piso se está moviendo, no sabemos ni dónde estamos exactamente, es un momento de desconcierto, de crisis, pero puede que las maneras de Trump nos lleven a soluciones interesantes en el terreno geopolítico y estratégico, y quizá también nos lleven una nueva versión en el terreno económico, porque ahora no teníamos aranceles, lo cual era bueno, pero China se está quedando en el mercado, lo cual no es tan bueno. No es todo blanco y negro.

Pilar Rahola, analista y periodista española en entrevista con El País.
Pilar Rahola, analista y periodista española en entrevista con El País.
Foto: Darwin Borrelli

-¿Cree que Europa está lo suficientemente unida como para dar una respuesta contundente y sólida a esto, o puede que las grietas se acentúen más frente esta crisis?

-Europa no tiene nada que hacer. La Unión Europea es, al final, un club económico que no tiene política unitaria en tantos y tantos temas, que ha fracasado en los grandes retos, como por ejemplo la tragedia de los inmigrantes en el Mediterráneo, la tragedia de la guerra de Siria, desde luego la crisis energética y todo el tema de Ucrania. Europa es un continente muy herido y en una crisis permanente de identidad, con mucha fuerza dialéctica y muy poca fuerza real. Nos hemos hecho un poco los héroes con la guerra de Ucrania pero no hemos sido capaces de hacer nada ni de encontrar ninguna solución. De la misma manera, es impensable que cualquier economía solvente europea pase por darle la espalda a Estados Unidos. Ni tampoco creo que Estados Unidos se lo pueda permitir con Europa. Por tanto, al final estamos en un momento de pelea de barro, pero que al final habrá que afinar posiciones. En cualquier caso, Europa es la débil. Además, Europa está “empezando a empezar” lo que puede que sea la crisis de todas las crisis. Estamos en una situación de crisis de valores, de crisis económica cada vez más acuciante, de crisis migratoria, que es un tema que se convierte en central en las votaciones; de un crisis con la relación democrática y el fenómeno islámico. Además, no estamos en el Atlántico, estamos mal situados porque una parte importante del eje económico pasa por el Pacífico.

-Mencionó la crisis de valores. ¿Tiene que ver esto con el alza de partidos extremistas?

-Sí, de extrema derecha y de extrema izquierda. Quizá es más llamativo el auge de la extrema derecha en estos momentos después de los resultados en Alemania, pero también es cierto que se refuerza la extrema izquierda por otro lado, que venía del trotskismo. Cuando yo hablo de crisis de valores es que Europa, de alguna forma, junto con otros países occidentales, es el paradigma de la democracia liberal, de la democracia entendida como estado de derecho. El que te preserva la sanidad, la educación, la jubilación y que te da unas garantías de supervivencia y de vida y unos valores, lógicamente, democráticos: valores de igualdad, de lucha por los derechos humanos. Ese es el modelo, y cada vez está más estresado. Primero, porque ante el desconcierto y el miedo, la gente prefiere la seguridad a la libertad. Y ahí triunfan las posiciones más duras, en este caso más de la derecha. Al mismo tiempo, ante momentos de desconcierto, también hay gente que le da por las soluciones mágicas del poscomunismo. Al final, lo que se va adelgazando es el espacio central. Alemania es una metáfora, con los dos grandes partidos que siempre democratacristianos y socialdemócratas, que eran los grandes ejes del país. Ahora, en la Alemania del Este ha quedado primero una fuerza de extrema derecha, y segundo, los demócratas cristianos. Y en la otra Alemania, la socialdemocracia ha quedado tercera. Es una debacle absoluta de los modelos que habíamos tenido hasta ahora. Hay una tensión y un desconcierto que alimenta los discursos de confrontación, de intolerancia y sobre todo la sensación de necesidad de seguridad. Y por otro lado, también en la parte de izquierdas, todo se ha vuelto más dogmático. Es más difícil pensar libremente, hay más imposición de pensamiento, hay más demonización del otro, del adversario. Es un momento de mucha tensión ambiental.

Pilar Rahola, analista española en prensa, radio y televisión.
Pilar Rahola, analista española en prensa, radio y televisión.
Foto: Darwin Borrelli

-Hablemos de la guerra en Ucrania. Lo que ha sucedido últimamente, las negociaciones entre Estados Unidos y Rusia, sin Europa, ¿cómo cree que se van a terminar desenvolviendo? ¿Hasta dónde deberá ceder Ucrania?

-Cuando hablamos de Ucrania no podemos hablar de las cosas bonitas que nos gustan, sino de la realpolitik. Si lo habláramos en términos de buenas intenciones, queda claro qué país fue invadido, qué país fue invasor y tendría que haber una especie de justicia divina o humana que resolviera en la manera correcta de castigo y recompensa a la víctima y al verdugo. Pero esto no funciona en la geopolítica. Si me permites remitirme a mí misma, escribí al inicio de la guerra, que esa guerra la perdería Ucrania. Y me basaba en algunos aspectos que creo que son los que se refuerzan en estos momentos. El primero es que no es normal que un país que tiene la bomba atómica pierda una guerra. Lo segundo es que el papel que podíamos tener los que defendíamos a Ucrania se basaba, fundamentalmente, en poder mover el tanque. Si la OTAN no puede mover un tanque en Polonia para defender Ucrania, ¿de qué sirve la OTAN? Y el tercer elemento es que cualquier intento de aislamiento o de boicot económico y de debilidad de Rusia pasaba por que China la abandonara. Y China no la abandonó ni un segundo. Al contrario, cuando más oxígeno se le quería quitar a Rusia por la vía de boicots y políticas agresivas en el terreno económico, más dinero y más oxígeno le daba el gigante chino, que ha reforzado sus alianzas con Rusia, país que a su vez las ha reforzado con Irán y con Corea del Norte. Tenemos un cuarto elemento, que es que Rusia ya lo había hecho: se había zampado Crimea sin que a nadie le preocupara. Todos calladitos por el tema energético, y por Alemania especialmente, que era tan dependiente del gas ruso que no podía ni abrir la boca. Entonces, si esto es así -y yo creo que es así desde hace tres años-, ¿qué hemos hecho en este tiempo? Darle golpecitos en la espalda a Ucrania y a (Volodimir) Zelenski todo el día. Decir que tenía mucha razón y que (Vladimir) Putin era muy malo. Y mientras tanto, la gente moría y la situación no se resolvía. Por eso me gusta, a pesar de las maneras, el golpe en la mesa de Trump, porque te obliga a una sobredosis de política real. Lo único a lo que podemos aspirar, desde mi punto de vista, -que no es lo que me gusta-, es que las negociaciones finales le permitan a Ucrania salir lo más indemne posible, con la menos pérdida posible y con algún arañazo a la propia Rusia. Pero en esta guerra nos ha ido muy mal. Y a Rusia no le ha ido mal. Ha muerto mucha gente, cosa que le importa poco a un zar como Putin, pero no le ha ido mal. Es un gran fracaso de Europa y ha sido un gran fracaso de Estados Unidos. Y pone sobre la mesa el papel de la OTAN. Por eso, cuando Europa empieza a hablar de que hay que reforzar los ejércitos y poner más dinero en defensa, a mí me parece una estupidez. Lo más poderoso que podíamos tener es la OTAN, y no movemos un tanque. Pero no nos equivoquemos, nuestro problema no es Rusia, es China.

Vladimir Putin le da la mano a Xi Jinping, durante la ceremonia de bienvenida a los participantes de los BRICS.
Vladimir Putin le da la mano a Xi Jinping, durante la ceremonia de bienvenida a los participantes de los BRICS.
Foto: AFP

-Justamente, ¿en qué lugar queda China en este mapa? Empezando por este golpe al comercio, pero también geopolíticamente. Y por otro lado, ¿cree que su modelo político le pone un techo a su liderazgo? Quiero decir, a la influencia que puede tener sobre otros países, sobre América Latina (donde ya la tiene por ejemplo), ¿o lo político queda totalmente al margen?

-China se está quedando con medio América Latina, no tiene problema. ¿Qué pasará? Repito lo que ya he dicho: estamos en un momento working on, las cosas están pasando y creo que nadie puede tener certezas de si esto va por el buen camino o no. Estamos en un momento de shock con la llegada de Trump y su equipo, que tiene un equipo importante. Él puede ser un meme, pero el equipo es importante. Eso significa que América ha vuelto y por tanto se ha acabado este poder soft pero permanente de China, como una mancha de aceite, que no paraba de irse quedando trocitos del mundo en lo económico, en lo militar y en lo influyente. Por tanto, ¿qué pasará a partir de este momento? Yo creo que el toque de atención a China ha sido importante. Está el tema de Panamá, porque ahí es un tema estratégico donde China iba haciendo sus pasos, el tema de Groenlandia donde China y Rusia habían también hecho sus pasos. Y sobre los aranceles, China jugará fuerte a la contraofensiva, vamos a ver un duelo de gigantes. Pero necesariamente esto es una espuma que está creciendo mucho y que va a bajar. ¿Quién va a ganar? Al final se va a encontrar un territorio común, pero lo cierto es que China está haciendo una política internacional muy preocupante. Por ejemplo, en todo Oriente Medio. Irán se aguanta por China, la guerra de Ucrania se ha aguantado por China; China se está quedando media África, tiene un papel substancial e importantísimo en temas de armamento y en temas de presencia allí. En el tema económico en Latinoamérica es fundamental, el primer aliado de (Nicolás) Maduro es China y Rusia. China ha demostrado que puede ser un gigante económico, tecnológicamente avanzado y vivir en una dictadura. Eso no es lo que imaginábamos cuando se creó la ONU. El sueño era que el mundo iría lentamente a la democracia. Esto no ha pasado. El modelo de China les funciona porque hay quienes viven muy bien, porque la seguridad es completa. Lo que ocurre es que no es completa la libertad.

Donald Trump y Xi Jinping en la cumbre del G20 en Osaka. Foto: Reuters
El presidente Donald Trump y su par chino, Xi Jinping, en la cumbre del G20 de 2019 en Osaka.
Foto: Archivo El País

GAZA

"Los más críticos son los israelíes"

“Los críticos más críticos del mundo son los propios israelíes. Ojalá fuera posible eso con Hamás en Gaza. Ojalá a cada opositor no le cortaran el cuello. Reclamarle al mundo en general y a Israel en particular una posición autocrítica a la hora de hacer sus acciones militares me parece pertinente, y lo hacen y pasa. Lo que ocurre es que ese mismo mundo que reclama eso, nunca lo hace en el otro lado. Y el problema tenemos es que ponemos siempre una lupa pequeña. Como si Israel se peleara con pobres palestinos siempre desarmados, cuando Israel se ha peleado durante todos estos meses en cinco frentes de guerra, a cuál más peligroso”.

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