Con información de EFE y AFP
El presidente Donald Trump puede reprender a su homólogo ucraniano Volodimir Zelenski, expulsar a migrantes invocando una ley del siglo XVIII y torpedear los mercados mundiales. Y, como puede, lo ha hecho durante los últimos 100 días, sin restricciones. "Un segundo mandato es realmente más poderoso", dijo el presidente estadounidense a principios de abril.
Durante el primero (2017-2021) algunos de los miembros de su gabinete, asesores y militares intentaron contener el ansia de poder del millonario neoyorquino. Para el segundo, Donald Trump, de 78 años, montó un equipo que le permite gobernar "por instinto", según el término que utilizó para definir su política aduanera, compuesta por anuncios rimbombantes y reveses abruptos.
"Esta vez, en comparación con su primer mandato, el presidente se ha rodeado completamente de asesores que no solo facilitan, sino que en algunos casos catalizan sus descaradas maniobras de poder", estima Barbara Trish, politóloga de la universidad de Grinnell.
Si una imagen tuviera que resumir este inicio de segundo mandato sería la del presidente en un despacho oval remodelado hasta transformarlo en una galería dorada, rodeado de secretarios de gabinete que le ríen las ocurrencias y periodistas que lo asaltan con preguntas mientras firma decretos.
En un sistema gravitacional del que Donald Trump es el único centro, la delicada estructura de controles y equilibrios prevista por la Constitución estadounidense amenaza con desaparecer en cualquier momento, advierten los opositores.
Brazo armado
El equilibrio institucional se basa en el poder parlamentario y el judicial. Pero el Congreso, bajo control republicano, le ha sido leal. Una congresista incluso presentó un proyecto de ley, sin posibilidades de prosperar, para convertir el cumpleaños de Donald Trump en un día festivo.
En cuanto a los jueces, el presidente republicano citó una vez a Napoleón para expresar su posición: "Quien salva a su país no viola ninguna ley".
Condenado por delitos penales durante la campaña y convencido de que le "robaron" las elecciones de 2020, Donald Trump amenaza abiertamente a los magistrados que bloquean algunas de sus decisiones en nombre del estado de derecho. Pidió la destitución de un juez que ordenó la suspensión de una espectacular operación para deportar migrantes a El Salvador bajo una ley de 1798, aplicada hasta entonces solo en tiempos de guerra.
El presidente, que indultó a los atacantes del Capitolio, considera al Departamento de Justicia como el brazo armado de la operación de "venganza" política prometida contra sus partidarios.
Ideas fijas
Su equipo de comunicación mantiene las técnicas de la campaña: provocación a menudo, halagos siempre. Cuando Donald Trump dice, durante una recepción, "tenemos algunos senadores aquí pero no me gustan mucho, así que no voy a presentarlos", una de las cuentas oficiales del Ejecutivo comenta: "El presidente más divertido de todos los tiempos".
Cuando dio un giro de 180 grados suspendiendo los aranceles que atemorizaban al mundo financiero, su asesor Stephen Miller aplaudió "la estrategia económica más magistral en la historia de los presidentes estadounidenses".
Es imposible predecir cómo resultará el segundo mandato de Donald Trump, un presidente impredecible pero también obsesivo. Algunas de sus ideas fijas son anecdóticas, como un decreto para aumentar el chorro de las duchas, porque el actual le impide lavarse adecuadamente su "hermosa cabellera".
Otras obsesiones atacan el orden económico y diplomático mundial, como su deseo de anexionar Groenlandia o tomar el control del canal de Panamá, que para su gusto está demasiado bajo influencia china.
La única constante, según los analistas, es que el presidente sabe captar la atención como probablemente ninguna otra figura política de nuestro tiempo. Pero esta necesidad de estar en el candelero puede convertirse en una vulnerabilidad, en un país en perpetua campaña, que rápidamente centrará su atención en las elecciones presidenciales de 2028.
Partido Demócrata: conmocionados, sin líderes, sin mensajes y divididos
Cien días después del regreso de Trump al poder, la oposición pasa apuros para enfrentarse al presidente republicano y a su intento de remodelar el panorama político estadounidense a su imagen y semejanza. Los demócratas "van a tientas" y se ven obligados a "jugar a la defensiva" ante la furia del multimillonario de 78 años, explicó a la AFP Barbara Perry, profesora de asuntos públicos en la Universidad de Virginia.
Durante los primeros 100 días de su primer mandato en 2017, reinó "puro caos y desorganización" porque no esperaba ganar, según Perry.
Los demócratas, que son minoría en ambas cámaras del Congreso, se enfrentan a una letanía de problemas. En particular, la falta de un líder claro o de "un mensaje coordinado o unificado para presentar a los estadounidenses algo distinto al 'Trump está equivocado'", según la académica.
Esta vacilación consterna a muchos votantes, que desearían una oposición más enérgica a Trump.
Su ira culminó a mediados de marzo, cuando el líder demócrata del Senado, Chuck Schumer, cedió en un enfrentamiento con los republicanos y finalmente votó a favor de un proyecto de ley para evitar la parálisis presupuestaria.
Muchos lo han interpretado como una falta de combatividad y aconsejaron al senador por Nueva York que se jubile.
"Necesitamos esperanza", dijo recientemente a la AFP Alex Powell al acudir a un mitin en Los Ángeles del senador izquierdista Bernie Sanders. "Estoy realmente decepcionada por la respuesta de los demócratas, quiero más acción de su parte, más indignación", agregó esta maestra de 28 años.
La protesta no proviene necesariamente del Partido Demócrata, sino de asociaciones en pie de guerra legal contra las medidas del gobierno. Las reuniones de los congresistas republicanos en sus circunscripciones, una tradición generalmente consensuada, se han convertido en escenario de la ira popular contra la agenda de Trump.
En las últimas semanas hubo varias manifestaciones en todo Estados Unidos, principalmente contra los recortes previstos por el presidente en el gasto público. Una respuesta de la calle por el momento "esporádica y descentralizada", apunta Barbara Perry.
2026
En medio del marasmo demócrata, algunas personalidades de la izquierda intentan sobresalir. El senador independiente Bernie Sanders, icono de la izquierda, se ha embarcado en una gira para "luchar contra la oligarquía".
Cada mitin del octogenario socialista atrae a miles de simpatizantes. A él se unió la treintañera congresista neoyorquina Alexandria Ocasio-Cortez, otra figura del movimiento progresista.
En el Congreso, el demócrata Cory Booker rompió el récord del discurso más largo en el Senado a principios de abril, al hablar durante más de 25 horas en contra de las políticas de Trump. Su simbólico maratón de oratoria atrajo a millones de internautas.
Una señal de esperanza: la izquierda ganó las elecciones a la Corte Suprema de Wisconsin (norte), a pesar de la intervención de Elon Musk, que había repartido millones entre los votantes.
"No está claro en este momento qué tipo de mensajes o tácticas permitirían al Partido Demócrata mejorar sus posibilidades en las elecciones de mitad de período en noviembre de 2026" pero es importante que congresistas "prueben" varios de ellos, estima Flavio Hickel, profesor de ciencias políticas en el Washington College.
Para algunos congresistas demócratas, estas maniobras son una buena manera de darse a conocer, tres años antes de una campaña presidencial en la que aún no ha surgido un candidato obvio en el campo demócrata.
Y en cuanto al Partido Republicano, ¿aceptará Donald Trump el papel de espectador y dejará a otro candidato la luz de los focos? No está claro. Él ha mencionado varias veces la posibilidad de saltarse el límite constitucional de dos mandatos.
"Hay métodos para hacer eso", dijo recientemente.
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