Ojo seco: causas, síntomas y la regla "20-20-20" para aliviar la fatiga visual por pantallas

Redacción El País
El ojo seco se volvió un malestar habitual en la vida moderna, sobre todo para quienes pasan horas frente a pantallas o trabajan en ambientes climatizados. Lejos de ser una molestia pasajera, los especialistas advierten que puede transformarse en una afección crónica si no se atiende a tiempo. Ardor en el ojo, visión que va y viene y esa sensación incómoda de “arenilla” son apenas los primeros avisos de una película lagrimal que no está cumpliendo bien su función.

Hoy se entiende al ojo seco como una enfermedad multifactorial que afecta tanto la superficie ocular como la calidad y estabilidad de la lágrima. Cuando el organismo produce menos lágrima de la necesaria —o cuando esta se evapora demasiado rápido—, la córnea queda parcialmente expuesta y se inflama. El resultado aparece hacia el final del día: ojos rojos, picor, escozor y una fatiga visual que se hace más intensa cuanto más sostenida es la tarea que requiere fijar la vista.

Las causas suelen dividirse en dos grandes grupos: déficit de producción y evaporación excesiva. Esta última es muy común en contextos urbanos: el parpadeo disminuye frente a pantallas, el aire acondicionado reseca el ambiente, los ventiladores apuntan directo al rostro y el viento o el humo completan el combo. También intervienen problemas en las glándulas de Meibomio, blefaritis, uso prolongado de lentes de contacto o procedimientos recientes sobre la superficie ocular.

Existen además factores generales que pueden predisponer al cuadro. La edad —especialmente en mujeres después de la menopausia—, enfermedades autoinmunes como el síndrome de Sjögren o la artritis reumatoide, alteraciones tiroideas y diabetes aumentan el riesgo. Y algunos fármacos, entre ellos antihistamínicos, antidepresivos, ansiolíticos, descongestionantes, diuréticos, isotretinoína o ciertos anticonceptivos hormonales, también pueden resecar la superficie ocular.

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Los síntomas característicos incluyen sensación de cuerpo extraño, ardor, tirantez, enrojecimiento y visión borrosa que mejora luego de parpadear. Tanto la lectura sostenida como el uso prolongado de dispositivos digitales suelen agravar el cuadro, algo que se volvió muy común en hogares y oficinas, donde las jornadas laborales suelen combinar computadora, celular y aire acondicionado durante buena parte del año.

Para cortar la progresión, los especialistas recomiendan empezar por cambios simples: aplicar la regla 20-20-20 (cada 20 minutos, mirar a 6 metros durante 20 segundos), parpadear de manera consciente y completa, humidificar los ambientes, evitar corrientes de aire directo y usar lágrimas artificiales sin conservantes. Al aire libre, las gafas envolventes ayudan a proteger la superficie ocular.

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Hay señales que justifican una consulta inmediata: dolor, fotofobia marcada, deterioro súbito de la visión, secreciones, sensación persistente de raspado o síntomas que no mejoran tras una o dos semanas de cuidados básicos. En esos casos, el tratamiento médico puede incluir lubricantes más densos, geles nocturnos, antiinflamatorios tópicos, inmunomoduladores como la ciclosporina o la colocación de tapones lagrimales para evitar el drenaje excesivo.

El objetivo es prevenir complicaciones como queratitis, erosiones o úlceras corneales y mantener la calidad visual a largo plazo. Con hábitos sostenidos, lubricación adecuada y controles periódicos, la mayoría de las personas logra estabilizar los síntomas y recuperar una visión confortable.

En base a El Tiempo/GDA