¿Es verdad que se duerme peor en la vejez? Los síntomas que jamás debe naturalizar después de los 60

La falta de luz natural, la soledad no deseada, el dolor mal controlado y los trastornos del ánimo son factores que pueden alterar el ritmo circadiano.

Insomnio
Adulto mayor con insomnio acostado en la cama.
Foto: Freepik.

Redacción El País
A medida que pasan los años, muchas personas empiezan a sentir que el sueño ya no es el mismo: cuesta conciliarlo, se interrumpe más seguido o simplemente no resulta tan reparador como antes. Pero, lejos de naturalizar el mal descanso como algo “propio de la edad”, los especialistas insisten en que dormir mal no es un destino inevitable.

Según Araceli Abad Fernández, jefa del Servicio de Neumología del Hospital Universitario de Getafe (Madrid), es cierto que con los años se duerme diferente, pero eso no significa resignarse. Síntomas como el insomnio crónico, las apneas o la somnolencia excesiva no son parte natural del envejecimiento y pueden impactar en la memoria, el corazón o incluso aumentar el riesgo de caídas.

Dormir mal después de los 60 trae efectos similares a los de cualquier etapa de la vida: menor calidad de vida, cansancio diurno y mayor riesgo cardiovascular. Pero en la vejez, las repercusiones pueden ser más severas: deterioro cognitivo, impactos en el ánimo, dificultades motoras y mayor probabilidad de caídas.

Por eso, Abad destaca la importancia de fortalecer los hábitos diurnos: mantener horarios estables, exponerse a la luz solar temprano en la mañana y conservar una rutina activa. Hay que cuidar algunos hábitos del día para poder dormir mejor por la noche, resume.

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Mujer adulta con insomnio no puede dormir por la noche.
Foto: Freepik.

Hábitos saludables para mejorar el sueño

Entre las recomendaciones prácticas, la especialista sugiere siestas breves —de no más de 30 minutos—, reducir el consumo de cafeína, evitar el uso de pantallas antes de dormir y crear un ambiente nocturno relajante, con temperatura adecuada. También desaconseja el uso habitual de inductores del sueño debido a sus efectos adversos en adultos mayores.

La falta de luz natural, la soledad no deseada, el dolor mal controlado y los trastornos del ánimo son factores que pueden alterar el ritmo circadiano. En residencias, además, los horarios rígidos y la baja actividad durante el día suelen aumentar la somnolencia diurna y empeorar el insomnio nocturno.

Insomnio,
Hombre mayor con insomnio.
Foto: Freepik.

En términos fisiológicos, durante la vejez el sueño suele volverse más superficial. Disminuye la fase profunda, el horario se adelanta y los despertares ocurren antes. En general, las personas mayores pasan más tiempo en la cama, pero el sueño es más fragmentado y menos eficiente, explica Abad.

A esto se suman dificultades como la nicturia (levantarse a orinar) o los dolores articulares, que interrumpen aún más el descanso. Aun así, la neumóloga remarca que no debe normalizarse la somnolencia excesiva ni los ronquidos, las apneas o el insomnio persistente.

La recomendación es buscar ayuda profesional cuando los problemas de sueño interfieren con la rutina diaria o dificultan el manejo de enfermedades crónicas. Ronquidos intensos, apneas, dolor que interrumpe el descanso, sensación de ardor en las extremidades, movimientos involuntarios o la necesidad de levantarse repetidamente son motivos suficientes para acudir a una unidad de sueño.

En base a El Tiempo/GDA

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