Redacción El País
El psicoanalista Gabriel Rolón, en una de sus más recientes reflexiones en el programa Perros de la Calle, puso en palabras una inquietud tan simple como profunda, que —según explicó— acompaña al ser humano desde la infancia hasta la vejez. En realidad, dijo, no se trata de una sola pregunta, sino de dos, íntimamente ligadas entre sí: “¿Cómo tengo que ser para que el otro me quiera?” y, aun cuando creemos haber encontrado una respuesta, “¿Aun así, me quiere?”.
Para Rolón, estas preguntas no aparecen solo en los vínculos amorosos, sino que atraviesan todos los ámbitos de la vida cotidiana. Desde una relación de pareja hasta el mundo laboral, el deseo de ser querido y reconocido se manifiesta de múltiples formas. “Vas a pedir un aumento y te preguntás cómo tenés que ser para que tu jefe, con la forma de un aumento, reconozca que te quiere y te valora”, ejemplificó al aire.
Según explicó el psicoanalista, esta búsqueda constante de reconocimiento tiene raíces muy tempranas. Recordó que la primera experiencia de necesidad y amor ocurre en el nacimiento, cuando el llanto convoca al otro. “La primera vez en tu vida que lloraste, fue alguien a alzarte, a calmarte, y en ese acto te enseñó que necesitás de los demás, que solo no podés, y que el otro viene si te quiere”, señaló.
Ese aprendizaje primario deja una huella profunda: la idea de que el amor del otro es lo que garantiza cuidado, presencia y alivio. A partir de allí, la pregunta por el amor y la validación se repite una y otra vez a lo largo de la vida.
Rolón subrayó que esta inquietud no distingue edades ni contextos. A partir de su experiencia profesional, sostuvo haber visto la misma pregunta en los dos extremos de la vida. “Trabajé en hogares de chicos y en geriátricos, conozco los dos extremos de la vida, y en ambos casos la pregunta es esa”, afirmó.
Inseguridad, amor propio y necesidad de pruebas
Pero ¿cómo saber si el otro realmente nos quiere? Para Rolón, la respuesta no está tanto en el comportamiento ajeno como en la mirada que cada persona tiene sobre sí misma. “Lo importante es mirarse a uno mismo”, advirtió.
En ese sentido, explicó que las inseguridades personales influyen directamente en la forma en que percibimos el amor de los demás. Cuanto más frágil es el amor propio, más difícil resulta creer en el afecto que viene de afuera. “Cuantas mayores sean tus inseguridades, menos creerás en el amor de los demás”, afirmó.
Esa desconfianza interna suele traducirse en una demanda constante de confirmaciones. “Más pruebas vas a necesitar para sentirte querido. Y las vas a necesitar todo el tiempo, si no te llevás bien con tu amor propio”, señaló el psicoanalista, marcando cómo la falta de autoestima puede convertir el vínculo con los otros en una búsqueda interminable de garantías.
La reflexión de Rolón apunta, finalmente, a una idea central de su pensamiento: la relación con los demás está profundamente condicionada por la relación que cada uno tiene consigo mismo. La dificultad para creer en el amor ajeno no siempre habla de la falta del otro, sino de heridas, miedos e inseguridades propias.
Así, la pregunta eterna —cómo ser para que nos quieran y si, aun así, nos quieren— encuentra una posible respuesta no solo en el afuera, sino en el trabajo interno de fortalecer el amor propio. Porque, como sugiere Rolón, cuando uno se siente valioso, necesita menos pruebas para sentirse querido.
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