Redacción El País
En Uruguay, diciembre no solo marca el cierre del año: también inaugura un estado emocional colectivo conocido como la bajada. La fiesta La Bajada —que volvió a reunir multitudes en Montevideo— cristaliza esa sensación compartida de cierre, descompresión y permiso social para soltar. Pero ¿por qué, a nivel psicológico, sentimos que lo pendiente ya no se resuelve ahora y que todo queda “para marzo”?
Especialistas explican que este fenómeno no es casual ni meramente cultural: responde a mecanismos mentales profundos que se activan al final de los ciclos y que se potencian en contextos sociales compartidos, como las fiestas de cierre de año.
El cerebro humano funciona por etapas y narrativas. Necesita marcar comienzos y finales para ordenar la experiencia. Diciembre opera como un gran “punto final” colectivo: termina el año laboral, el calendario educativo, muchas rutinas y obligaciones formales. La Bajada, en ese sentido, funciona como un ritual de cierre.
Desde la psicología se explica que, cuando el cerebro percibe que un ciclo está terminando, disminuye la motivación para iniciar tareas nuevas. No es falta de voluntad: es economía mental. El sistema cognitivo prioriza cerrar lo abierto y conservar energía para el próximo comienzo, que simbólicamente ubicamos en marzo.
Además, enero y febrero están asociados al descanso, al verano y la suspensión de reglas. Marzo, en cambio, representa el verdadero reinicio: vuelven los horarios, las metas, los proyectos. Por eso, muchas decisiones —empezar terapia, retomar el ejercicio, cambiar de trabajo— se posponen mentalmente para ese mes, incluso sin haberlo decidido de forma consciente.
La bajada como permiso emocional
La Bajada no solo es una fiesta: es un permiso colectivo para aflojar. La música, el baile, el encuentro masivo y la idea de “última gran noche” funcionan como una válvula de escape emocional después de un año de exigencias.
Desde la psicología social, se explica que los rituales compartidos validan emociones. Si “todos bajan”, el individuo siente que está habilitado a bajar también. La productividad deja de ser el valor central y aparece otro mandato: disfrutar, soltar, descansar.
Otro factor clave es la fatiga cognitiva. Diciembre suele ser un mes de cierres intensos, balances, evaluaciones y urgencias. A esta altura del año, muchas personas experimentan agotamiento mental y emocional.
Cuando el sistema nervioso está saturado, el cerebro entra en modo conservación: reduce la ambición, baja la exigencia y posterga decisiones complejas. La frase “esto ya lo veo en marzo” es, en realidad, una forma de autocuidado inconsciente.
¿Está mal dejar todo para marzo?
Los especialistas coinciden en que no necesariamente. Postergar decisiones puede ser saludable si responde a la necesidad real de descanso y no a una evitación crónica. El problema aparece cuando la bajada se extiende indefinidamente o se convierte en una fuente de culpa.
Entender que este estado tiene una base psicológica y cultural permite vivirlo con menos autoexigencia. Bajar no es rendirse: es cerrar.
En Uruguay, La Bajada no solo marca el inicio del verano: marca un acuerdo tácito. El año ya está hecho. Lo que no fue, no se fuerza. Se suelta, se baila, se respira… y se guarda para marzo, cuando el cerebro —y la vida— estén listos para volver a empezar.