La razón psicológica por la que algunas personas se niegan a armar el arbolito de Navidad y celebrar las fiestas

Elegir un diciembre silencioso puede ser una forma madura de autocuidado. Expertos explican por qué las fiestas activan recuerdos dolorosos y presión social.

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Muchas veces no se trata de ser antisocial, sino que hay otras razones psicológicas para no sentirse a gusto durante las fiestas.
Foto: Pxhere.

Redacción El País
Para muchas personas, negarse a armar el árbol de Navidad o a celebrar las fiestas no es un signo de "odio a la Navidad", sino una reacción emocional comprensible. La psicología explica que diciembre puede activar recuerdos dolorosos y convertirse en una época de estrés y presiones familiares, lejos de ser un tiempo de descanso.

Elegir no celebrar la Navidad o hacerlo de forma mínima no convierte a nadie en un "bicho" antisocial. Al contrario, puede ser una decisión sana y una forma madura de escuchar las propias necesidades emocionales. Esto ayuda a mantener la estabilidad emocional, reducir el estrés y evitar actuar por mandato social.

¿Cómo actuar si alguien no quiere celebrar?

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Foto: Unsplash.

Cuando alguien cercano decide no armar el árbol o evitar las reuniones, nuestra primera reacción suele ser intentar "animarlo". Sin embargo, la psicología sugiere que la mejor ayuda es la validación. Aquí te damos unas pautas:

1. Evitá los juicios y las etiquetas

  • No uses términos como "amargado": Lo que para vos es una broma, para la otra persona puede ser una carga que aumenta su culpa o su sensación de aislamiento.
  • No lo tomes como algo personal: El rechazo a las fiestas no suele ser un rechazo a la familia o a los amigos, sino una necesidad interna de procesar el fin de año de otra manera.

2. Cambiá la insistencia por la invitación abierta

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Cena de Navidad.
Foto: Pexels.

  • La frase clave: En lugar de decir "Tenés que venir, no podés quedarte solo", probá con: "Nosotros vamos a estar reunidos; si en algún momento sentís ganas de pasar, aunque sea un ratito, sos más que bienvenido, pero respetamos si preferís descansar".
  • Dales una "salida elegante": Si la persona decide ir, hacéle saber que puede retirarse cuando quiera sin que nadie se sienta ofendido.

3. Ofrecé alternativas "de baja intensidad"

  • A veces el problema no es el encuentro, sino el ruido y la multitud. Podés proponer un plan diferente:
    • Un almuerzo tranquilo el día 25 en lugar de la cena masiva del 24.
    • Una caminata o un café en una fecha menos "cargada".
    • Un encuentro virtual breve si la distancia o el agotamiento son factores clave.

4. Respetá el "diciembre silencioso"

  • Si la persona dice que necesita bajar el ritmo, creéle. Diciembre es un mes de balances y cierres que pueden ser agotadores. Validar su necesidad de silencio es el mayor acto de cariño que podés ofrecer.

5. Mantenete alerta (sin invadir)

  • Respetar no significa desatender. Observá si este desinterés viene acompañado de otras señales:
    • ¿Ha dejado de hacer otras cosas que antes disfrutaba (anhedonia)?
    • ¿Se siente irritable o tiene problemas de sueño persistentes?
    • ¿Esta apatía continúa después de que pasan las fiestas?
  • Cómo intervenir: Si notás que el malestar es profundo, no fuerces la Navidad, sugerí —con suavidad— la posibilidad de charlar con un profesional: "Noto que estás muy cansado últimamente, ¿no te gustaría hablar con alguien que te ayude a pasar este momento con menos peso?".

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Foto: Unsplash.

¿Cuándo es una señal de alarma?

Es importante observar si este rechazo a las fiestas es intenso y se prolonga. Si se combina con aislamiento, tristeza persistente, problemas de sueño o irritabilidad, podría ser un indicio de depresión o ansiedad. En esos casos, se recomienda buscar ayuda profesional o acompañamiento terapéutico.

La terapia puede ayudar a revisar qué experiencias pasadas, duelos o conflictos influyen en este rechazo, ofreciendo herramientas para atravesar las fiestas sin culpa. El objetivo no es forzar la celebración, sino encontrar una forma de transitar la Navidad que no lastime.

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