En estos días, caminar por el centro de Montevideo o entrar a un shopping supone una experiencia diferente. Cientos de vidrieras ya están plenas de todo lo necesario para echar a andar la liturgia navideña. Y si bien para muchos esto es causal de alegría, para tantos otros -quizá para la mayoría- es motivo de estrés. La cercanía de las fiestas suele implicar una saturación de la agenda personal: reuniones, despedidas, comidas, regalos... y, en definitiva, gasto, gasto y más gasto. Es que el incentivo al consumo aumenta como nunca.
Esto, sumado a las emociones más comúnmente relacionadas con el fin de año -el balance de lo que se hizo a nivel personal y profesional, los encuentros familiares que despiertan sentimientos encontrados y pueden catalizar viejas tensiones, etc.- puede provocar una presión que convierta el gozo en ansiedad y torne el aire festivo en algo denso y hasta agobiante.
Por eso, para entender las emociones que generan las compras por estas fechas, es necesario tener en cuenta el marco general. Así lo explica la psicóloga social Verónica Massonnier: "Entramos en el período del año que habitualmente se llama `la recta final`. La presión se hace más intensa, y es una presión que proviene de varios frentes: la sensación interior de `final y comienzo`, la intensidad de los encuentros sociales, la avalancha de propuestas de consumo. ¿Es posible quedar afuera de ese torbellino? Muy pocos pueden evadir la sensación de urgencia y adrenalina y aún quienes experimentan soledad o aislamiento en estas fechas ven acentuada su emocionalidad al respecto. El fin de año es una época que ubica a casi todos en una `montaña rusa` de emociones expansivas y de ansiedad. El contagio social produce una corriente que se desliza a través de todos los sectores de la sociedad".
el día después. Pero más allá del marco general, lo que materialmente estimula todos los sentidos en estos días son las promociones y ofertas de productos para "regalar y regalarse", o convertirse en el mejor de los anfitriones. Y aún para aquellos más reacios al gasto por el gasto en sí, Massonnier admite que es muy difícil sustraerse de este entorno e ignorar la ametralladora comercial. "Hablamos de emociones expansivas porque todos los estímulos están preparados para que el individuo sienta que es el momento de regalar, de comprar, de comer, de festejar. Desde el punto de vista del consumo, es muy difícil sustraerse a ese ánimo, que a veces conduce a decisiones impulsivas. Estamos en un tiempo histórico en el que el consumo está identificado con sentimientos muy placenteros. Si bien muchos cuestionan este hecho, los estudios muestran con claridad que el momento `feliz` se instala en el mismo acto de la compra. Así, estaríamos disfrutando mucho antes de llegar al árbol de Navidad".
Por otro lado, las promociones y ofertas juegan un papel protagónico ya que, como enfatiza la experta, "el consumidor no desea `perderse nada`: se busca aprovechar la oferta, aprovechar el momento para la renovación. En algún sentido vivimos el concepto de `año nuevo, vida nueva`. Para muchos esto significa renovar el televisor o el guardarropa. Y si bien la emoción de lo nuevo es positiva y excitante, para muchos está muy cerca de la ansiedad del `día después`: el día de los vencimientos de las tarjetas, el día de las deudas contraídas y de enfrentar la realidad".
Es en ese momento en el que aparece el estrés. ¿Consumimos demasiado en estas fechas? ¿Qué es "demasiado"? "Está claro que esto depende de los rasgos de personalidad de cada uno -responde Massonnier-. Pero como sociedad, en estos días se percibe una `hiperestimulación`, una carga emotiva que apunta a deponer la prudencia. Toda la publicidad está diseñada para exacerbar estas emociones, pero la publicidad no encontraría eco si no estuviera interpretando algo que está en el interior de las personas. Es tiempo de fiesta, y ya sabemos que el ser humano siempre ha sido proclive a los excesos en la fiesta. En el mundo de hoy tal vez esa predisposición se expresa más a través de la compra, pero es una disposición de ánimo que siempre ha estado presente".
Necesidades reales. Si uno piensa en las Navidades más disfrutadas de su infancia, probablemente el recuerdo no estará marcado por los regalos o lo material, sino por la atmósfera creada en aquel momento. No obstante, el consumo puede disfrutarse sanamente. Tal como dice Massonnier, "el desafío está en encontrar el punto en el que el nivel de consumo resulta `ecológico`. Los estudios muestran que hay mucha ansiedad oculta bajo los afanes navideños, y esa sensación puede aparecer incluso bajo la fachada de ruidosa alegría. Aquellos que se muestran más conformes con sus decisiones de consumo son los que han logrado identificar sus necesidades `reales`, aprovechando el tiempo de regalos para renovarse y escuchando las señales interiores, ya que ellas les indican cuándo están tomando una buena decisión".