El Institut Pasteur de Montevideo presentó en el evento “Ciencia Sin Fronteras” datos que muestran la relevancia de la inmigración científica en Uruguay. Actualmente, el 10,8% de los funcionarios del instituto son extranjeros, provenientes de 17 países, principalmente de Argentina, Brasil, Venezuela, Cuba y Ecuador.
La actividad, realizada el 3 de setiembre en el Instituto Italiano de Cultura, reunió a 20 investigadores de 14 nacionalidades que trabajan en 10 instituciones del país. Sus áreas de estudio abarcan desde la inteligencia artificial y la biología celular hasta la agroecología, la psicología y la salud pública.
En la apertura, la economista Luciana Méndez, de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de la República (UdelaR), presentó los resultados del Primer Censo de Personas con Doctorado en Uruguay, que incluyó a 2.415 personas con este nivel académico residentes en el país y uruguayos en el exterior. En los datos surgió que el 6% de quienes tienen un doctorado y residen en Uruguay son inmigrantes.
El estudio reveló que la mayoría de los doctores extranjeros en Uruguay trabajan en la Udelar, seguida por el Institut Pasteur, universidades privadas y el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA).
“Los investigadores con doctorado son actores clave para la innovación y el avance tecnológico”, señaló Méndez, subrayando la necesidad de políticas que fortalezcan la atracción y retención de talento calificado.
Una vida de ciencia y migración
Entre los participantes se destacó la investigadora argentina Mariela Bollati-Fogolín, responsable de la Unidad de Biología Celular del Institut Pasteur de Montevideo, quien desde 2006 desarrolla en el país una línea de trabajo sobre células madre y organoides intestinales, con el fin de recrear órganos en miniatura que permitan estudiar enfermedades y buscar nuevos tratamientos.
Según dijo a El País, la actividad fue significativa no solo en lo académico sino también en lo personal: “Es la primera vez que se hace una actividad con foco en extranjeros que vinieron a Uruguay a desarrollar su ciencia. Sirve para visibilizar y también para empatizar con distintas experiencias de colegas”.
Bollati-Fogolín destacó que la movilidad es parte constitutiva de la vida científica: “Cuando uno decide el camino de la ciencia, es bastante común que lleve una vida de migrante. Esa corriente migratoria circular es normal para un científico, aunque no tanto para otras profesiones. Siempre recomiendo aprovechar la oportunidad de salir, aunque sea por un tiempo corto, porque enriquece no solo profesionalmente sino también culturalmente”.
Su propia trayectoria refleja esa experiencia: se formó en Argentina, se trasladó a Alemania en 2000 y, desde allí, postuló para incorporarse al Institut Pasteur de Montevideo, donde trabaja desde hace casi 20 años. “Uno empieza a sentirse ciudadano del mundo. Eso implica desafíos, pero también te da la posibilidad de absorber nuevas culturas. En Uruguay encontré seguridad, equilibrio entre vida y trabajo, y una horizontalidad en los vínculos que facilita mucho la vida cotidiana y el quehacer científico”.
Incluso recordó anécdotas de sus primeros años: “A los pocos días de llegar me invitaron a un asado en el instituto y allí me presentaron al intendente de Montevideo. Más adelante, cuando Tabaré Vázquez inauguró el Pasteur, visitó nuestro laboratorio y me sorprendió con preguntas muy específicas sobre nuestro trabajo, lo que demuestra el nivel cultural y la cercanía que tiene Uruguay”.
Una apuesta por Uruguay
Uno de los organizadores del evento fue el investigador venezolano Carlos Sanz, del Programa de Alimentación y Salud (PAyS) de la Facultad de Medicina de la UdelaR. Explicó que la iniciativa surgió de un proyecto personal de divulgación: “Me parecía importante generar un espacio para mostrar qué hacen los investigadores extranjeros en Uruguay. Muchas veces se habla de fuga de cerebros, pero también hay gente que elige venir. Y Uruguay tiene un valor académico enorme, en un momento de gran madurez”.
Sanz destacó que Uruguay reúne condiciones únicas para consolidarse como referente regional: “Tiene seguridad alimentaria, recursos hídricos, instituciones estables y herramientas que permiten el desarrollo científico. Muchos de nosotros apostamos a venir porque, aunque en lo económico podía ser más difícil, el país ofrecía proyección y un entorno de crecimiento”.
Llegado al país en 2021, recordó que su inserción fue desafiante pero muy enriquecedora: “Tuve la suerte de encontrar oportunidades en la Facultad de Medicina, dentro del PAyS, y de ser recibido con los brazos abiertos. Descubrí que somos varios los extranjeros que elegimos este camino, y eso enriquece al sistema: hay proyectos que comenzaron con una maestría y terminaron en propuestas de ley para mejorar la nutrición neonatal en hospitales. Esa es la mejor muestra de lo que puede aportar la diversidad”.
El investigador, que realizó dos posdoctorados en Estados Unidos, valoró especialmente la riqueza de trabajar en grupos internacionales: “La ciencia es un cruce de miradas. Cuando distintos orígenes se encuentran, surge una sinergia enorme. Esa diversidad cultural y académica es una ventaja que vale la pena cultivar”.
Ciencia sin fronteras
El evento combinó seis charlas breves de divulgación científica y una muestra de pósteres que sintetizan el trabajo de los 20 científicos participantes. Esa exposición se convertirá en una muestra itinerante que recorrerá instituciones sociales, educativas y culturales de todo el país, amplificando el valor de la diversidad en la ciencia uruguaya.
Con las voces de Bollati-Fogolín y Sanz, quedó claro que la ciencia no tiene fronteras y que Uruguay se convirtió en un espacio fértil para investigadores que, desde diferentes partes del mundo, eligen aportar al conocimiento y al futuro del país.
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