Científicos uruguayos estudian el impacto silencioso de la toxoplasmosis en la fertilidad masculina

Un parásito presente en casi la mitad de la población uruguaya, conocido por los riesgos durante el embarazo, también podría afectar espermatozoides, según un nuevo estudio internacional con participación del Institut Pasteur de Montevideo.

Infertilidad en hombres. Foto: Shutterstock.

Puede estar en su organismo sin que lo sepa. Casi la mitad de los uruguayos convive de forma crónica con Toxoplasma gondii, un parásito que durante décadas se asoció casi exclusivamente a los riesgos del embarazo. Pero un nuevo estudio internacional, con participación de científicos del Institut Pasteur de Montevideo (IP), revela un costado hasta ahora poco explorado: este parásito también puede dañar los espermatozoides, afectar órganos reproductores masculinos y convertirse en un factor silencioso de infertilidad.

“El parásito es capaz de destruir los espermatozoides”, afirmó María Eugenia Francia, responsable del Laboratorio de Biología de Apicomplejos del IP.

Hasta ahora, la toxoplasmosis era conocida sobre todo por los riesgos que implica para las mujeres embarazadas, ya que puede provocar malformaciones en el feto, trastornos neurológicos y ceguera. Por esa razón, los controles prenatales suelen incluir un análisis de sangre para detectar la infección. En Uruguay nacen todos los años unos 150 niños infectados por Toxoplasma. Sin embargo, poco se sabía sobre su impacto en la salud reproductiva masculina.

El nuevo trabajo, publicado en The FEBS Journal, aporta evidencia en ese sentido: el parásito puede infectar y multiplicarse dentro de los testículos y del epidídimo —el conducto que almacena y transporta esperma— provocando inflamación, alteraciones estructurales y daño celular. En experimentos de laboratorio, los científicos observaron que T. gondii interactúa directamente con los espermatozoides humanos, generando malformaciones como pérdida de la cabeza, colas torcidas que comprometen su movilidad y lesiones en la membrana celular.

Según la científica, coautora del estudio, también se detectaron efectos sobre las mitocondrias —las estructuras que producen la energía necesaria para el movimiento— lo que podría comprometer aún más la viabilidad de las células reproductivas. Esto sugiere que la toxoplasmosis podría ser un factor no diagnosticado en ciertos casos de infertilidad masculina. “Todavía no tenemos muy claro cuál es el mecanismo exacto por el cual sucede esto, pero sí vemos que el parásito invade a los espermatozoides y, en esa interacción, estos mueren”, explicó Francia.

Los ensayos fueron de infecciones agudas –a corto plazo–, pero la investigadora subrayó la diferencia con la infección real: “La toxoplasmosis la adquirís para toda la vida y es preocupante que se aloje en los testículos y genere problemas. Como la prevalencia es tan alta, es un factor a considerar cuando se piensa en defectos de fertilidad”.

En caso de que un hombre esté infectado y presente problemas de fertilidad, la experta recuerda que hay tratamientos disponibles.

infertilidad

El estudio plantea además interrogantes sobre una posible vía de transmisión sexual, algo que no se había estudiado hasta ahora. Aunque todavía no está confirmado en humanos, los investigadores advierten que Toxoplasma gondii podría transmitirse también por esta vía. El parásito ha sido detectado en el semen humano y en órganos reproductores de animales infectados, y sus experimentos en ratones muestran que un macho infectado puede contagiar a la hembra durante el apareamiento y que esta, a su vez, transmita la infección a la cría durante la gestación. “Es una ruta de infección que no se había considerado. Es una cosa de la que no nos cuidamos”, advirtió Francia.

La transmisión de madre a hijo no es la única vía de infección. También lo es comer carne cruda o mal cocida y exponerse a heces de gato infectadas. El gato es el único animal en el que el parásito produce quistes.

Este hallazgo también abre interrogantes en el ámbito agropecuario, donde la toxoplasmosis es una de las principales causas de abortos en ovinos y bovinos. Según la investigadora, si el parásito puede alojarse en el semen de los animales, esto tendría implicancias directas en prácticas como la inseminación artificial, donde el control de la infección no suele contemplarse. “Cuando los productores compran semen para inseminar el ganado, no se chequea la presencia de T. gondii, y eso podría estar contribuyendo a las pérdidas reproductivas”, comentó Francia, subrayando la necesidad de investigar esta vía de transmisión en especies de interés productivo.

Una de las particularidades de la toxoplasmosis es que en la mayoría de los casos no provoca síntomas evidentes, lo que hace que muchas personas desconozcan que están infectadas. Sin embargo, Francia indicó que ya hay evidencia científica que muestra que la presencia crónica del parásito puede tener consecuencias en distintos órganos y sistemas: desde lesiones en el cerebro y en los ojos hasta posibles vínculos con trastornos neurológicos como depresión, bipolaridad o Alzheimer.

Para la investigadora, los resultados son una señal de alerta. “Es un problema de salud pública”, concluyó.

PREVALENCIA Y VARIABILIDAD

Un estudio reciente actualizó por primera vez en dos décadas los datos nacionales sobre la infección por toxoplasmosis. El trabajo, realizado en el Hospital Pereira Rossell y Hospital de Clínicas entre 2019 y 2023, reveló que la seroprevalencia en mujeres embarazadas es de 45,5%, apenas por debajo del 50% registrado en 1998. Además, identificó una tasa de transmisión congénita de 0,58%, siendo la coriorretinitis —una inflamación ocular que puede comprometer la visión— la manifestación clínica más frecuente en los recién nacidos afectados.

El mismo estudio mostró también que en Uruguay circulan cepas de Toxoplasma gondii con una notable diversidad genética, incluidas combinaciones de alelos no descritas previamente en la región. Según los investigadores, entre ellos, María Eugenia Francia, este hallazgo plantea nuevos desafíos, ya que diferentes variantes del parásito pueden influir en la gravedad de la enfermedad y en sus manifestaciones clínicas.

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