La Kermesse, la banda que suda la camiseta por las canciones de Los Redondos y por qué todo vale la pena

Este sábado y domingo, La Kermesse llega a Sala del Museo con show visual, clásicos inoxidables y una entrega total para mantener viva la llama ricotera. Antes, Sergio Dawi charló con El País.

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La Kermesse.
Foto: Difusión.

"Todas estas son canciones por las que hemos sudado la camiseta”, le asegura el saxofonista Sergio Dawi a El País. Habla del legado de Los Redondos, la banda de la que formó parte durante 14 años y en la que tocó en siete de sus nueve discos: desde la avalancha de himnos de Un baión para el ojo idiota (1988) hasta el viaje experimental de Momo sampler (2000), aquel canto final que se presentó en dos fechas en el Estadio Centenario.

Su fraseo —tan entregado, tan físico— es el que eleva canciones como “Todo un palo”, “Rock para el Negro Atila”, “El pibe de los astilleros”, “Toxi-Taxi” o “Caña seca y un membrillo” a una dimensión épica que hace levantar los brazos, cerrar los ojos y cantar con desgarro las letras del Indio Solari. Su compromiso interpretativo —ya sea en un solo o en unas notas que refuerzan el riff principal— hace fácil imaginarlo literalmente sudando la camiseta por esos temas sin fecha de vencimiento.

Así sigue hasta ahora, aunque en otro terreno. Desde hace una década encabeza, junto a otros tres ex Redondos —el bajista Semilla Bucciarelli, el guitarrista Tito Fargo y el baterista Hernán Aramberri— La Kermesse, una de las dos bandas que mantienen vivo ese repertorio sobre los escenarios. La otra es Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado, el grupo que Solari formó en 2004 y en cuyos shows suele aparecer esporádicamente a través de una pantalla gigante.

Ambas agrupaciones mantienen viva la llama redonda con entrega total. Pero La Kermesse tiene una particularidad insoslayable: sus integrantes no reconstruyen esas canciones desde afuera, sino que vuelven a tocarlas desde adentro. Estuvieron ahí cuando se gestaron. Grabaron, ensayaron, giraron, sudaron esas canciones desde su origen. Son cuatro músicos que formaron parte del corazón sonoro de Los Redondos, y que hoy, en cada show, vuelven a conectarse con ese sentimiento que dio origen a todo.

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Sergio Dawi.
Foto: Difusión.

Eso fue lo que ocurrió en mayo, durante su actuación en la Rural del Prado, cerrando la primera noche del festival Cosquín Rock Uruguay.

Desde abajo del escenario, lo que se percibió fue disfrute y camaradería, materializada en escenas como estas: Dawi y el cantante Jorge Cabrera fundidos en un abrazo mientras compartían micrófono y se entregan al grito de “¡Otra vez!” del estribillo de “Me matan, Limón”. La sonrisa contenida de Tito Fargo mientras disparaba el riff de “La bestia pop”, el vaivén de Semilla Bucciarelli, que marcaba el pulso con pasos cortos para ponerle el cuerpo a las líneas de bajo de “Preso en mi ciudad”. La entrega de Hernán Aramberri en “Mariposa Pontiac”, el gesto de regocijo mientras castigaba los platillos. Y sobre todo, el abrazo grupal después de que “Ji Ji Ji” se cantara a tres voces sobre el escenario.

Pero, desde arriba, ¿qué ve Dawi? “Es llamativo”, dice. “Tenemos un público bastante joven, pero también está el que viene con el padre, el tío y hasta el abuelo. Son dos o tres generaciones las que han seguido con este ‘Mundo Redondo’”, cuenta. “Eso nos gusta porque es gente que realmente ha interiorizado estas canciones de una manera muy particular”.

Dawi también habla de algo físico, de la entrega colectiva a esas canciones. “Muchas veces vemos que hay gente que tira la camiseta y se queda en cuero. Es una sensación que no podés explicar en palabras, pero que también le da sentido a todo esto”, cuenta.

Pero hay más. De las muchas visiones posibles, si hay una que hace que todo valga la pena, esa es el pogo. “Pero no desde el lugar que ha tenido de: ‘cuidado con el pogo’; hablo del pogo como algo buscado, como de algo de abandono de uno para ir a la fraternidad. Porque cuando hay uno que se cae, hay una mano que lo levanta. Esa sensación es única, y más en estos tiempos donde el individualismo está tan presente, es una forma de sentir que el mundo es más empático”.

Esa fraternidad también se manifiesta en la historia que Dawi tiene con Uruguay, desde sus primeras visitas con el proyecto experimental DosSaxos2 al extinto boliche Pachamama. Desde entonces, ha vuelto en distintas etapas: con Los Redondos, claro, pero con proyectos personales como Los Estrellados, SemiDawi y VideoSaxMachine. Ahora llegará con La Kermesse, que este sábado y domingo se presentará en la Sala del Museo. La primera fecha ya está agotada; quedan entradas para la segunda y se venden a 1300 pesos.

“Creo que fue uno de los lugares donde quisimos mostrar lo que hacíamos desde el principio”, dice Dawi sobre el público uruguayo. “Hace 10 años que vamos, y cada vez hay más repercusión. Para nosotros es notable. Hay una empatía con el público uruguayo”.

En esta oportunidad, La Kermesse llega con novedades escénicas: una puesta visual completamente nueva que debutó en Argentina y se estrenará ahora en Montevideo. “Estamos con mucha expectativa de poder mostrarla”, dice Dawi. Incluye proyecciones trabajadas por él mismo y Semilla Bucciarelli, en una dinámica que recuerda sus épocas de SemiDawi: “Encontramos cuáles son las imágenes que tienen empatía con las canciones”.

El espíritu colaborativo también se refleja en el escenario: La Kermesse tiene cuatro cantantes y en estas dos fechas habrá invitados sorpresa. Tocar esas canciones, insiste, es volver a entregarse a ellas.

“No sé si me hago la cabeza, pero sí me remueve los sentimientos. Así que bueno, esto de estar reviviendo los temas tiene ese plus”, dice, antes de subrayar la complicidad que tiene con el repertorio que interpreta desde hace décadas. “Uno está entrenado a entregarse. Siempre hay algo particular que te hace disfrutarlas y poner todo en ese momento”.

Y cuando sube al escenario, asegura, se siente en su salsa. “Cada vez que los toco tengo alguna característica que les estoy sumando: lo que estoy sintiendo, el momento, la mirada con el tecladista, la sonrisa del baterista… son esos condimentos que uno le va poniendo a esa canción”, cuenta. “Es un poco de orégano, un poco de acá y de allá, que hace que el tuco tenga una característica especial, dada por el lugar donde estás tocando”.

Cuando se trata de explicar la vigencia de Los Redondos, Dawi no tiene una respuesta clara. Sin embargo, asegura que se trata de una combinación de poesía, música y credibilidad. “El Indio es un maestro en ese sentido, y ha podido hacer poesía en letras de canciones”, afirma. “Y ha habido una articulación musical que ha hecho que todos estos pequeños elementos en los arreglos, en estas melodías, tengan un duende, una magia. Eso ha tenido, a raíz de todo eso, una credibilidad. En momentos donde la historia no nos da tantos ejemplos de credibilidad, hay músicas y bandas que sí la han tenido. Y esas se mantienen en el tiempo”.

Este fin de semana, La Kermesse vuelve a Montevideo con esa credibilidad intacta. Y con el mismo fuego de siempre: el de seguir sudando la camiseta por un repertorio que no se oxida. Esta vez, en Sala del Museo.

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