El 23 de octubre de 1984, Bob Geldof, el cantante de la banda irlandesa The Boomtown Rats, se sentó en su casa de Londres a ver el informativo. Le cambió la vida y salvó la de millones.
La BBC emitió un reportaje sobre lo que describió como una “hambruna bíblica” en Etiopía, provocada por la sequía y agravada por la guerra civil. Imágenes desgarradoras de niños demacrados y desnudos fueron transmitidas por primera vez a los hogares británicos, y luego al resto del mundo.
Geldof se sintió indignado y horrorizado. ¿Cómo podía estar ocurriendo eso en el siglo XX? ¿Y qué podía hacer él —un cantante enojado— al respecto?
El domingo se cumplieron 40 años de Live Aid, los dos conciertos épicos celebrados en Londres y Filadelfia que él ayudó a organizar como respuesta a esa pregunta. Fueron, posiblemente, los eventos benéficos más exitosos de la historia, y tienen también méritos para figurar entre los mejores recitales de todos los tiempos.
Geldof logró convencer a muchos de los estrellas mundiales para tocar gratis, entre ellos Queen, David Bowie, Madonna, The Who, Elton John, Tina Turner y Paul McCartney. Los conciertos fueron vistos por unas 1.500 millones de personas en más de 150 países y recaudaron más de 140 millones de dólares.
Los conciertos siguieron al éxito de la canción benéfica “Do They Know It’s Christmas?”, que Geldof coescribió con Midge Ure y lanzó en 1984. Reunió a una constelación de estrellas del pop británico y recaudó nueve millones de dólares de aquel entonces. También inspiró a Harry Belafonte a organizar una versión estadounidense: We Are the World, que sigue siendo uno de los sencillos más vendidos de la historia.
Live Aid convirtió a Bob Geldof en uno de los activistas más conocidos del mundo. El Band Aid Charitable Trust, fundación que cocreó, todavía financia proyectos de desarrollo internacional para aliviar la pobreza y el hambre en África. Entre ellos se encuentran instalaciones de salud materna en Etiopía y programas de alimentación infantil.
Para conmemorar el aniversario de Live Aid, la BBC y CNN coprodujeron una serie documental titulada Live Aid: When Rock ’n’ Roll Took On the World. También abarca Band Aid y Live 8, los conciertos que Geldof organizó en 2005 y que ayudaron a presionar a los países más ricos para reducir la deuda de las naciones más pobres y aumentar el gasto en ayuda internacional.
Geldof está de gira por otro aniversario: los 50 años de la fundación de The Boomtown Rats, su banda.
—Cuénteme sobre ese día de 1984 en que vio el informe de la BBC.
—Yo estaba ansioso por aquel entonces. Creo que mi banda no había hecho un gran disco y no estábamos entrando en los rankings. Una muestra de lo mal que nos iba es que yo estaba en casa a las seis de la tarde: los cantantes pop no deberían tener un horario de 9 a 5. Pero en el Reino Unido todos llegaban a casa y veían las noticias de las seis. La BBC le dedicó unos ocho minutos a esta historia sobre la hambruna en África: el periodista fue al epicentro de la crisis en Korem, Etiopía, y envió un reportaje devastador. La verdad objetiva y la furia subjetiva de lo que nos contaba eran evidentes, y sin duda me impactaron. Nos quedamos hipnotizados por el horror y el morbo. Ese otro mundo fue arrojado de golpe sobre nosotros. Recuerdo muy bien esas imágenes, y si me obligás a describirlas otra vez, empiezo a llorar. Son imágenes que mi mente no me permite borrar.
—Sin embargo, vuelve a esas imágenes cuando quiere que la gente comprenda el horror que le motivó al principio.
—Supongo que han sido el motor durante todos estos años. Puedo hacer lobby y redactar políticas, pero cuando todo se reduce a lo esencial, es ese objetivo final lo que me anima a actuar. Puede manifestarse de forma muy personal. En noviembre pasado, en Montreal, estaba en un hotel elegante. Mi esposa pidió el desayuno. El camarero llegó y preguntó si podía saludarme. Entró con el carrito, con un traje mal entallado. Era un hombre pequeño, claramente etíope. Dijo: “¿Puedo estrecharle la mano?”. Luego se irguió —lo tenía preparado— y me dio un discurso. No conocía a sus padres, había estado en Korem, y contó que se había criado con comida de Band Aid en un orfanato de Band Aid, y que luego fue a París a estudiar gastronomía, y ahora estaba allí. Le pregunté si tenía familia y me dijo que sí, que se había casado con una chica etíope y me mostró una foto de ella y de sus dos hijos adorables, de ocho y nueve años. De pronto se abalanzó sobre mí, me abrazó y apoyó la cabeza en mi pecho, y me dijo: “Gracias por mis hijos, gracias por mi vida”. Obviamente, Live Aid y Band Aid fueron obra de miles de personas. Pero, sabés qué, funcionó.
—Pero hay una diferencia entre indignarse y hacer algo.
—Lo que aprendí es que no sirve de nada andar por ahí cantando canciones de protesta. Son solo eso: canciones de protesta. La música puede ser un llamado a la acción, pero por sí sola no cambia nada. No va más allá a menos que estés decidido a actuar. Las bandas en Live Aid eran como flautistas de Hamelín, y el público se reunió alrededor de la televisión y la radio. El simbolismo de todo eso se tradujo en veinte años de presión política para cambiar políticas reales.
—Vio la música como una plataforma para hacer cosas. ¿Podría ocurrir un Live Aid hoy?
—No creo. La sociedad ha cambiado. La web es una tecnología que aísla. Sabe quién sos, te dirige, te da lo que cree que querés, y a medida que te saturás, te ofrece versiones cada vez más extremas. Ahora la música es gratis y las noticias que recibís son las que querés ver. La web es una cámara de eco de tus propios prejuicios, así que solo escuchás la música que cree que te gusta. Es un silo del yo. Así que no creo que la música pueda seguir siendo el eje de la cultura como lo fue.
—Bohemian Rhapsody, la película de 2018 sugiere que la actuación de Queen en Live Aid fue el momento en que comenzaron a llegar las donaciones.
—Está equivocada. Queenestuvo completamente, absolutamente brillante. Pero las líneas telefónicas colapsaron después de la actuación de David Bowie. Yo había recibido los descartes de un reportaje de la cadena canadiense CBC que no pudieron emitir porque las imágenes eran demasiado espantosas. El editor lo había montado en Addis Abeba con la canción "Drive" de The Cars como fondo, y es peor que el informe de la BBC. Harvey Goldsmith, el productor del concierto, y yo fuimos a ver a David para hablar de qué canciones iba a tocar. Antes le dije: “Mirá esto”, y puse el video. David rompió a llorar y dijo que quitaría una canción de su set para proyectar ese informe. Fue un momento extraordinario durante el concierto, porque al final de Heroes, que la multitud cantaba entera, él presenta el video en voz baja y pide que envíen dinero. Fue como una cachetada. Bowie se robó el show. Ese fue el momento clave.
—Siempre fue pragmático en su activismo, y trataste con políticos de todo el espectro. ¿Qué opina de Donald Trump y Elon Musk, y de su decisión de desmantelar USAID, que trabajaba en muchas de las áreas que usted defiende?
—Estamos en un mundo radicalmente distinto. Es la discusión entre nacionalismo e internacionalismo. Lo verdaderamente impactante es la risa burlona con la que el triunvirato Trump-Vance-Musk declaró la guerra a los más débiles y vulnerables del planeta. Estados Unidos fue siempre, por mucho, el país más generoso de todos. ¿Por qué la gran América haría eso, mientras el hombre más rico del planeta se ríe diciendo que van a meter a USAID en una trituradora? Es grotesco, es una vergüenza para el país. Musk dijo que la gran debilidad de la civilización occidental es la empatía. Qué tonto. La empatía es el pegamento de la humanidad. Es la base de la civilización.
Ravi Mattu, The New York Times
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