Para Steven Spielberg, su director, Tiburón es sobre regresar al hogar. Para el improbable crítico de cine, Fidel Castro, la novela de Peter Benchley en la que se basó es una metáfora maravillosa sobre la voracidad del capitalismo. Aunque se entienden ambas analogías, para el resto de nosotros, es una película aterradora sobre un escualo blanco y asesino acechando en la playa.
Como Psicosis, una influencia en la película de Spielberg, hizo que varias generaciones chequearan dos veces antes de correr la cortina de la ducha, Tiburón instauró el miedo a terminar siendo el desayuno de un pez tan letal. Eso es lo que logra una película cuando está así de bien hecha.
Las citas del comienzo de esta nota, dos párrafos más arriba, están en Tiburón: La historia de un clásico, el documental de National Geographic disponible desde el jueves 10 en Disney +. Se presenta como la historia definitiva del rodaje y el impacto de la película y tiene la bendición del propio director.
La excusa está clara: el medio siglo que se están cumpliendo del estreno mundial(la fecha fue el 20 de junio; en Uruguay se estrenó el 1° de enero de 1976, de acuerdo al sitioCinestrenos) de una de las películas definitorias del cine de su tiempo y que lanzó la carrera de uno de los grandes maestros en la historia del cine estadounidense.
De acomodar todo en Tiburón: La historia de un clásico se encargó el documentalista francés Laurent Bouzereau, el mismo de Faye (sobre Dunaway) y de muchos de los detrás de cámara de las películas de Spielberg. Es de confianza.
Además del propio interesado, el documental está adornado por testimonios de George Lucas, Jordan Peele, JJ Abrams, Guillermo del Toro, James Cameron entre otros colegas ilustres. También hablan los técnicos y varios de los involucrados incluyendo los habitantes de Martha’s Vineyard, el balneario isleño que hace las veces del ficcional Amity, que participaron como extras.
El origen es un best seller. La novela de Benchley —una adaptación terrorífica de Un enemigo del pueblo de Ibsen ambientada en un balneario amenazado por un tiburón justo cuando empieza la temporada de verano— estuvo 44 semanas entre los libros más vendido y era el excluyente tema de conversación cultural en Estados Unidos y el mundo.
Los derechos los compraron los productores Richard D. Zanuck y David Brown quienes pensaron en el anodino director británico Dick Richards.
Spielberg hasta entonces era un principiante y confiarle algo así parecía desmedido. Tenía dos películas que habían sido recibidas con cierto interés (principalmente Reto a muerte conDennis Weaver acosado en la ruta por un camionero al que nunca se lo veía) pero cuando se fue Richards, él ocupó la vacante.
Tal como deja claro, Tiburón; Historia de un clásico, el rodaje fue complicado por los retrasos en lo planificado, la inseguridad del propio director, filmar en el agua, la complejidad de hacer con poca plata un tiburón asesino (al que bautizaron Bruce), las condiciones del clima, una regata anual que insistía en colarse en los planos y la persecución del estudio, que quería saber cómo se estaba gastando su dinero.
La película la protagonizan Roy Scheider como Brody, el sheriff talasofóbico que debe lidiar con la seguridad pública y los intereses políticos representados en el alcalde (Murray Hamilton con un traje de anclas); Richard Dreyfuss como el biólogo Hooper y Robert Shaw, como Quint, el viejo lobo de mar con estrés postraumático. Los tres van a enfrentarse al tiburón blanco que se cobró la vida de un par de veraneantes y ahora va por la industria turística del lugar.
El documental está lleno de detalles sabrosos y mucha filmación doméstica. Las peleas entre Dreyfuss y Shaw son parte de las leyendas en las que se detiene el documental, así como las dificultades del diseñador Joe Alves por construir un monstruo creíble: necesitaba un año y medio y le dieron dos semanas; lo que hizo es un milagro.
Sin embargo, Spielberg tuvo una idea brillante, dadas las pocas chances de contar con Bruce, el tiburón mecánico, prefirió sugerir su presencia. Desde la primera escena (la muchacha arrastrada por el bicho al amanecer), sus apariciones está pautadas por la música de JohnWilliams, que es tan aterradora como ver las fauces del propio escualo. Es una de las tantas genialidades de una película (está para ver en Netflix) que se mantiene intacta en su eficacia.
El documental de Disney+ (que es exhaustivo, entretenido e ilustrativo), muestra las largas colas para su estreno y la histeria colectiva que generó la película. Testimonios de la época hablan de espectadores que fueron nueve veces a verla y otros que prometían no volver a meterse al agua nunca más. En Uruguay convocó a 180.000 espectadores, la segunda más vista del año; la primera fue la reposición de Agarrame si puedes con Danny Kaye
Tiburón tuvo cuatro nominaciones al Oscar, incluyendo mejor película, la única categoría que no ganó: se llevaron premio su sonido, su edición y la música de Williams. Spielberg quedó decepcionado con quedar afuera de la competencia pero ese fue el año de Atrapado sin salida que ganó las cinco principales categorías. “Yo hubiera votado por Atrapado sin salida”, reconoce el propio Spielberg en el documental.
(Las otras nominada en la categoría principal fueron Barry Lyndon de Kubrick, Tarde de perros de Lumet y Nashville de Altman; así era el cine en aquella época).
Tiburón: Historia de un clásico se convierte no solo en un testimonio de un rodaje y sus complicaciones, pero también en la celebración de una forma de hacer y amar a las películas. Y cómo consigue con un tiburón de goma asustarnos así de para siempre. Esa es la magia del cine.