Redacción El País
Representado por Darío Grandinetti, Jonathan Pryce o en un puñado de documentales, el fallecido papa Franciscoha estado muy vinculado al cine. Fue, quizás, el primer papa cinéfilo, con una particular predilección por el humanista neorrealismo italiano.
Entre sus películas favoritas de ese período ha mencionado dos clásicos: Roma, ciudad abierta, de Roberto Rossellini, y Ladrón de bicicletas, de Vittorio De Sica. También sentía afinidad por Federico Fellini, principalmente por La Strada (1954), una combinación de neorrealismo y commedia dell’arte, y Los inútiles, una crónica juvenil ambientada en Rímini, el pueblo natal de Fellini.
Hace poco más de un año se reunió en el Vaticano con Martin Scorsese, con quien habló de su próximo proyecto sobre la vida de Jesús, y recordó que a los 12 años ya había visto todas las películas con Anna Magnani y Aldo Fabrizi, como la mencionada Roma, ciudad abierta.
Su película preferida, sin embargo, parecía ser La fiesta de Babette, del luterano Gabriel Axel (1987). La menciona en su encíclica Amoris Laetitia.
“Así como Jesús se entrega bajo las apariencias de pan y vino a sus 12 discípulos, del mismo modo Babette derrocha todo lo que tiene —todo su dinero y talento— en una cena para una docena de comensales”, explica el libro Popcorn With the Pope: A Guide to the Vatican Film List (Pop con el papa: una guía a la lista de películas del Vaticano) de David Paul Baird, Andrew Petiprin y el padre Michael Ward. “Así como la Eucaristía es una comunión que da vida y paz a quienes participan de ella, la comida de Babette inspira a sus vecinos a perdonarse mutuamente y a revitalizar su comunidad”.
Documentales de Wim Wenders y Gianfranco Rosi, y películas inspiradas en su vida —y en la de Benedicto XVI— como Los dos papas, trasladaron al papa Francisco al cine, un arte que el pontífice amaba porque “enseña a custodiar la memoria”.
No es novedad que la figura del papa y las intrigas del Vaticano hayan sido —y sigan siendo— objeto de deseo para el cine, que ha reflejado el mundo católico en títulos como Las sandalias del pescador (1968), con Anthony Quinn como el papa, Amén (2002) de Costa-Gavras, Habemus Papam (2011) de Nanni Moretti o la saga de El código Da Vinci, protagonizada por Tom Hanks entre 2006 y 2016.
A eso hay que sumar The Young Pope y The New Pope, las series de Paolo Sorrentino con Jude Law y John Malkovich como dos papas muy especiales. Y más recientemente Cónclave, una de las películas más exitosas de esta temporada, protagonizada por Ralph Fiennes, ha vuelto a poner al Vaticano en el centro del cine. Está en salas y en Prime Video.
La vida de Jorge Mario Bergoglio y su figura como el papa Francisco contenían suficientes elementos como para ser protagonista de documentales, ficciones o libros que han reflejado su trayectoria, con mayor o menor fortuna. Algo a lo que el papa, cinéfilo confeso, nunca se opuso.
Incluso iba a ser el primer papa en visitar los famosos estudios de Cinecittà, en febrero, pero su delicada salud lo obligó a suspender su presencia el 17 de ese mes en la misa del Jubileo de los artistas.
Se prestó sin dudarlo a ser entrevistado en profundidad por Wenders para su documental El papa Francisco: un hombre de palabra (2018, disponible en Max), del que el cineasta alemán sacó una conclusión muy clara: Bergoglio era “inmensamente optimista”.
El director acompañó al papa en sus viajes a favelas o a centros de detención, en sus discursos en Naciones Unidas o en el Senado estadounidense, y escuchó sus preocupaciones para retratar al papa, pero también al hombre, como explicó al presentarlo en el Festival de Cannes.
En 2023 se estrenó otro documental, del italiano Gianfranco Rosi, que también siguió a Francisco en su recorrido por el mundo: In viaggio, viajando con el papa Francisco.
Y también ha habido destacadas ficciones inspiradas en su figura. Entre ellas, Los dos papas (2019, en Netflix), una deliciosa historia firmada por el brasileño Fernando Meirelles que juega con la idea de posibles encuentros y conversaciones entre ambos pontífices.
Jonathan Pryce interpreta a Francisco y Anthony Hopkins a Benedicto XVI, en un ejercicio de estilo, humor y elegancia que inicialmente iba a ser un retrato del pontífice argentino, pero que se transformó en largas e inteligentes conversaciones cuyos textos fueron tomados palabra por palabra de entrevistas, libros y sermones.
Detalles como el gusto de Benedicto XVI por la Fanta o la pasión de Francisco por el fútbol y, sobre todo, por el club San Lorenzo, son hechos reales que aportaron veracidad a la película. El Bergoglio joven fue interpretado por Juan Minujín.
El argentino Rodrigo de la Serna y el chileno Sergio Hernández lo interpretaron en dos etapas distintas de su vida en el film Llámame Francisco: la vida de un Papa (2015), centrado en su juventud. Y el argentino Darío Grandinetti en Francisco: El padre Jorge (2015), una película de Beda Docampo centrada igualmente en su vida antes de convertirse en papa.
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