“Estamos en estado de guerra”: el crudo relato de los pediatras que atienden a los niños del Cerro

Denuncian falta de recursos humanos y burnout, demoras que rayan la omisión de asistencia, niños bajo “estrés crónico” y una “catástrofe cognitiva” con bebés baleados y familias que por miedo a veces pasan días enteros sin salir de sus casas.

Policlínica de Pediatría del Cerro.
Entrada de la Policlínica de Pediatría del Cerro.
Foto: Natalia Rovira.

Por Tania Ferreira
Lunes, tres de la tarde. Mientras aguarda su consulta con el psicomotricista luego de meses en lista de espera, María (9) se acomoda los lentes y ayuda a dos enfermeras a armar el arbolito en la sala de espera de la Policlínica de Pediatría del Cerro. Su madre le saca fotos y comenta bajito que es el segundo árbol que decoran este año: la ansiedad las llevó a colgar los primeros chirimbolos del hogar a mediados de noviembre. Afuera, los stands improvisados ya amontonan una variada oferta de regalos navideños, amigables con el bolsillo de un diciembre largo.

En el Pediátrico del Cerro faltan —justo— pediatras y las listas de espera para otras especialidades —fonoaudiólogo, psicopedagogo, oftalmólogo, atención en salud mental— “raya la omisión de asistencia”, dice un carta que los pediatras de este centro de salud entregaron en mano al presidente Yamandú Orsi este mes. Agregan que algo se avanzó (como las mejoras en la infraestructura), pero hace ya unos 12 años que los pediatras de la zona vienen advirtiendo de la potencial “catástrofe cognitiva” en los niños del oeste, denunciando casi como un mantra la situación a cuanto móvil de tele o periodista se arrima a las calles Carlos María Ramírez y Grecia. Y lejos de solucionarse, la catástrofe parece haberse agravado y trasladado ahora al personal médico que trabaja en medio de un burnout crónico y un barrio que se ha vuelto cada vez más violento. La palabra que repiten los médicos, jóvenes y más veteranos, es frustración.

Cerro de Montevideo
Cerro de Montevideo.
Foto: Natalia Rovira.

Antes de seguir, una aclaración: desde 2023 la Policlínica de Pediatría pasó a integrar y a depender administrativamente del nuevo Hospital del Cerro, inaugurado ese mismo año. Sin embargo, sigue cumpliendo funciones de primer nivel de atención —a diferencia del hospital, que es de segundo nivel, como emergencia y cirugía— y atiende a los niños en un edificio distinto. Y los reclamos también son distintos.

Las cifras hablan por sí solas. En la farmacia del Hospital del Cerro pasan 1000 usuarios por día. Los vecinos hacen cola desde las 5.30 de la mañana para pediatra, medicina general o ginecólogo y a las 8.30 ya no hay más números. Hay 200 niños en lista de espera para psicólogo o psiquiatra, que no van a ser atendidos ni este año ni el próximo.

En 2015 eran 12 pediatras trabajando en la Policlínica de Pediatría del Cerro, hoy son cinco, según denuncian los pediatras. Perdieron recursos humanos porque varios se jubilaron o migraron al sector privado con sueldos más competitivos (875 pesos contra 1200 la hora), pero no fueron sustituidos a pesar de que ese dinero está.

Un niño espera en el Policlínico de Pediatría del Cerro.
Un niño espera en el Policlínico de Pediatría del Cerro.
Foto: Natalia Rovira.

En 2024 los pediatras vieron 9.000 niños y adolescentes. La población que reciben es de extrema vulnerabilidad: el 58,9% de los niños pertenece a los quintiles 1 y 2. Y el 34,3% de las madres de los niños de la zona oeste que concurren a las escuelas públicas tiene como máximo nivel educativo primaria completa.

En el barrio “cuna de Montevideo” nacen 50 bebés por mes, de los cuales el 43% tiene al menos un factor de riesgo. La población del Cerro asciende a unas 35.000 personas y al menos cinco de cada diez niños nacen pobres, concluyen las pediatras de acuerdo a datos oficiales que han recogido. “No se gestiona teniendo en cuenta la población a cargo”, resume la pediatra Diana Sastre, integrante del núcleo base del Sindicato Médico del Uruguay (SMU). Ella trabaja en el Pediátrico del Cerro hace 22 años y combate la frustración intentando poner el tema sobre la mesa. Porque peor que la inacción política o gubernamental es el completo silencio.

El poder de la lectura: Pediátrico del Cerro

Este diciembre la sala de lectura del Pediátrico del Cerro cumplió 10 años y los festejó con el grupo musical El cuarteto del amor cantando serenatas y haciendo bailar a usuarios y enfermeras en los pasillos de la policlínica. Por un día, la espera en ese centro que a esta altura se caracteriza por las largas demoras no fue tan tediosa.

Ese fue el objetivo original de la sala de lectura: invitar a vecinos, escritores y docentes jubilados a leerle a los niños y padres para aliviar la espera de la consulta. “Una década estimulando la lectura”, dice el afiche de convocatoria a la prensa. La lectura como un acto de escucha atenta y un gesto compartido, más allá de su influencia comprobada en el desarrollo del lenguaje, como herramienta para estructurar el pensamiento o expresar los sentimientos sin recurrir a la violencia.

Una década atrás, en 2013 la Encuesta de Nutrición, Desarrollo, Infancia y Salud del Ministerio de Desarrollo Social (Mides) había identificado el lenguaje como la principal dificultad en el desarrollo infantil. Los datos mostraron que, entre niñas y niños de los quintiles 1 y 2, la probabilidad de presentar alteraciones en el lenguaje rondaba el 40%, cifra que descendía a alrededor del 10% en los quintiles de mayores ingresos. “Con esa evidencia, queríamos hacer un programa de lectura para que cada niño se pudiera llevar un libro a su casa luego de la consulta”, recuerda Diana Sastre. Llegaron a tener hasta 12 lectores voluntarios y un camión de libros donados, pero la pandemia cortó un poco las cosas.

Festejo de los 10 años de la sala de lectura del Pediátrico del Cerro
Festejo de los 10 años de la sala de lectura del Pediátrico del Cerro.
Foto: Natalia Rovira.

Una de esas voluntarias es Mary (78), funcionaria pública jubilada y, de joven, catequista. “Veía que eran familias de contextos muy vulnerables, pero no preguntaba mucho porque no era mi función. Yo venía aquí a ofrecer un momento de entretenimiento”, dice sobre su rol de “acercarle cultura a la gente”. Recuerda particularmente a unos mellizos de siete años que “leían una página cada uno, sin decirse nada” y a una madre fanática de la poesía pero que no tenía ningún libro en su casa. Alejada por la pandemia, se ha propuesto volver este año a leer en la policlínica.

Desde que se inauguró la sala de lectura, la escuela 334 de la Curva de Tabárez acompaña el proyecto. “Los niños llegan como si entraran a una biblioteca, no solo a la sala de pediatría”, explica Mariella, maestra de esta escuela Aprender (quintil 1) ubicada a apenas dos cuadras del hospital. Y agrega: “Saben que acá se van a encontrar con libros y personas que los reciben. Además hubo unas instancias muy lindas de talleres y encuentros con autores de libros infantiles”. Todo esto sucede en una zona con fuertes dificultades de lectoescritura y comprensión lectora, resume la docente.

El Cuarteto del Amor en el festejo de los 10 años de la sala de lectura del Pediátrico del Cerro
El Cuarteto del Amor en el festejo de los 10 años de la sala de lectura del Pediátrico del Cerro.
Foto: Tania Ferreira.

Ana Fraga, pediatra jubilada y una de las promotoras del proyecto, recuerda que hace una década “llegamos a desesperarnos por lo que era, en los hechos, una omisión de asistencia”. Y sigue: “Veíamos a niñas y niños con dificultades de aprendizaje, con problemas de lenguaje y no teníamos a quién pedir ayuda. Yo trabajaba en un equipo que debía hacer seguimiento del neurodesarrollo: detectábamos los casos y aun así, no dábamos abasto. Sin dejar de lado el diagnóstico, terminamos recurriendo a soluciones creativas como la sala de lectura, porque algo había que hacer”.

La advertencia tenía su sustento. “Hace años que veníamos diciendo que, si estos niños no recibían apoyo, se iban a descolgar del sistema educativo, se iban a quedar por fuera, iban a terminar robando, vendiendo drogas. Y hoy, cuando veo lo que está pasando a nivel social en el barrio, pienso que esto lo estábamos advirtiendo hace por lo menos quince años. Era una bola de nieve que no iba a parar”.

Sastre apoya lo que dice su colega. “Hace 22 años que trabajo acá y cuando la consulta empieza a ponerse tenebrosa, angustiante, de que me cuentan cosas horribles que les pasan en la casa y en el barrio, digo bueno, vamos a buscar un libro… Me levanto, respiro un poco, salimos por unos minutos de la situación. Mientras van leyendo, intento reconciliarme con la vida… es tremendo”, relata.

Cerro: el ritmo del barrio.

La situación ahora es “peor, mucho peor” que hace unos años y “el nivel de violencia y abandono es increíble”, dice Sastre. “Los chiquilines vienen a la consulta después de que los desalojan de la casa, después de ver cosas terribles. Llegan sin poder dormir, diciendo que no quieren vivir más en este lugar”. Ante el peligro, muchas familias se ven obligadas a separarse: un hijo queda con un tío, otro con un vecino, dice la doctora.

Fraga agrega que, en ese estado de “estrés crónico”, los niños no pueden aprender, aun cuando tienen todas sus capacidades cognitivas: “Estamos intentando aprender mientras el cerebro cree que está en guerra. No distingue: capta que hay amenaza, como si estuvieras en Gaza y estuvieran por caer misiles. No procesa otra información”.

Insiste: “Es el mismo estrés de la guerra. Estamos en estado de guerra”.

Sastre acota que el peligro se siente también en las escuelas: “Las maestras nos contaban que, cuando pasó lo del niño que falleció el año pasado, cada vez que escuchaban el helicóptero los chiquilines se escondían debajo de los bancos”. Se refiere al bebé que murió en medio de una balacera en Cerro Norte, en octubre de 2024.

Cerro de Montevideo
Cerro de Montevideo.
Foto: Natalia Rovira.

Sastre explica que muchos consultan por trastornos del lenguaje y cuando les preguntan a las familias si les leen a los niños, responden: “No, mirá, la verdad es que lo tengo encerrado con el celular y la tele, porque estamos con miedo hasta de salir al patio”. Cuando las pediatras sugieren algo tan simple como dar una vuelta a la manzana o andar en bicicleta, la respuesta es la misma: “No, doctora… hay balas perdidas. Tenemos miedo”.

La pobreza, la inseguridad alimentaria, la salud mental y la violencia por el avance del narcotráfico son los temas principales que surgen en las consultas, corroboran por su parte María y Florencia, dos jóvenes pediatras que hace apenas tres años trabajan en el Pediátrico del Cerro e integran el núcleo base del SMU.

—Pobreza no es solo que vengan con ropa sucia, pobreza es que algunos niños lleguen en chinelas en pleno invierno —dice Florencia.

—Ayer una madre me dijo que no tenía para comer —acota María.

—¿Qué hacen con esa información tan angustiante?

—Nos frustramos un montón. Y tratamos de buscar recursos que puedan ayudar en esas situaciones; por ejemplo, que gestionen la tarjeta del Mides. Porque recursos y programas en la zona hay muchos: el problema es que están desarticulados, nuestros usuarios los desconocen o no tienen las herramientas para solicitarlos —resume María.

Policlínica del Cerro
Policlínica del Cerro.
Foto: Natalia Rovira.

En realidad “si a vos te están baleando el barrio todos los días y no podés salir de tu casa, o te están robando, no tenés para comer, todo eso afecta a tu salud mental”, dice Florencia. La cantidad de niños con heridas de bala que llegan a la policlínica y al Pereira Rossell crece año a año, recuerda la pediatra. “En este momento tengo dos pacientes bebés, que estaban en brazos de sus padres y fueron baleados. Años atrás las infancias no estaban expuestas a esto, la violencia se incrementa con mucha crueldad”.

El reclamo va mucho más allá de las listas de espera y la falta de profesionales. Explica Florencia: “Frustra detectar algo a tiempo y que después, entre la burocracia —la lista de espera, el formulario, el pase—, termine pasando un año. Así es difícil avanzar. A veces logramos que una familia consiga fecha después de siete meses y ese mismo día no tienen plata para el boleto o cambiaron el número de teléfono. Son cosas que pasan en el medio y entorpecen muchísimo el seguimiento”.

—Si tuvieran que resumir las necesidades del barrio y del hospital…

—Amor. Necesitan amor —dice María.

—Y presupuesto. Priorizar y fortalecer el primer nivel de atención para no complicar los siguientes niveles y para intentar cambiar a tiempo las trayectorias de esas familias —agrega Florencia.

—Esto no es un gasto, es inversión —dice María, y desarrolla—. Es para el futuro. La violencia impacta en la salud mental, en la salud sexual y reproductiva, en el aprendizaje... Todo eso te aumenta los costos del sistema de salud y educativo. Como país, incluso te sale más barato abordarlo ahora. ¿De qué fuerza productiva futura hablamos si los varones acá se mueren? Entre los 15 y los 35 años se matan entre ellos. Esa es la violencia que viven los hombres en el barrio. Nosotras sufrimos violencia sexual y de género; ellos se matan.

CERRO

El estrés de los médicos: la mitad sufre burnout

En la puerta de emergencia del Hospital del Cerro la salud mental sigue siendo el mayor cuello de botella. Los pacientes llegan en crisis a un servicio que no cuenta con esa atención especializada. Cuando se los consigue trasladar a un centro que sí tiene psiquiatría, un especialista los evalúa por única vez y luego los envía de regreso a la emergencia. No reciben el alta, pero tampoco son internados. Así pueden pasar hasta tres semanas en vaivenes, durmiendo y comiendo en sillones, sin acceso a un box donde acostarse, a pocos metros del mismo pasillo por donde ingresan personas baleadas. Para los médicos que trabajan allí, pensar en un proceso real de rehabilitación en salud mental es sencillamente imposible.

Policlínica del Hospital del Cerro
Policlínica del Hospital del Cerro.
Foto: Natalia Rovira.

“El tema del consumo y la salud mental está instalado en todo Montevideo, no solo en el oeste”, resume el psicólogo Daniel Fernández, a cargo de la atención psicológica de los trabajadores del centro de salud del Cerro. Lo primero que hizo cuando asumió hace un año fue aplicar un cuestionario para medir los niveles de agotamiento del personal: “50% presentaba claros índices de burnout”. A esto se suma que casi el 80% de los trabajadores del hospital vive en el mismo barrio donde trabaja. “Acá tengo que atender al baleado y también al maleante. Y después me los cruzo en el ómnibus”, le plantean los médicos en las entrevistas. “Imaginate el nivel de estrés. La estructura psíquica está siempre como hackeada”, explica.

“Es importante cuidar al que cuida”, dice Florencia, pediatra de 34 años. “Siempre hablamos de psicólogos para las niñas y niños, pero también tiene que haber para los padres y para nosotros. La salud mental del equipo es fundamental y muchas compañeras, sobre todo en enfermería, están muy expuestas”.

Cómo salimos de esto: violencia en el Cerro

“Mis 78 años los viví acá. Mi padre trabajaba en el frigorífico, los vecinos se conocían y los comercios eran otra cosa”, dice Mary, la lectora voluntaria, al describir un barrio que fue bastión industrial. “En el último tiempo llegó mucha gente del interior y muchos migrantes, y de alguna manera la zona volvió a florecer”. Sin embargo, advierte que “es un territorio complicado, hoy el problema de las drogas está muy instalado”.

Cerro de Montevideo
Cerro de Montevideo.
Foto: Natalia Rovira.

Mary destaca que el Cerro es un barrio muy participativo y que siempre existen experiencias comunitarias positivas, como el centro cultural Casa de la Pólvora sobre la calle Bulgaria, los coros liceales, los escolares que recitan poemas por el barrio o la propia sala de lectura del Pediátrico.

“Me duele bastante todo esto”, admite Diana Sastre, “porque es un barrio que se moviliza, la gente dedica tiempo para ayudar a otros. Y los políticos no lo ven, lo menosprecian tremendamente”. La pediatra explica que, tras la seguidilla de hechos violentos, en marzo empezaron a reunirse con vecinos y docentes, equipos del programa APEX de la Udelar y del municipio A, “para pensar juntos cómo se sale de esto”. La carta que las pediatras le enviaron al presidente Orsi —donde comparan la situación del oeste montevideano con ciudades “complicadas” como Río o Medellín— propone la creación de polideportivos que incluyan maestros de apoyo académico y emocional.

Doctora Diana Sastre
Pediatra Diana Sastre.

Desde José Mujica en adelante, le han entregado en mano una carta a cada presidente que asume, con idéntico contenido. Así fue como lograron, por ejemplo, algo muy puntual como presupuesto para la Casa del Desarrollo de la Niñez en el período de Mujica. Pero en general la respuesta a los reclamos enfocados en infancia es poca o nula, y eso no varía con la fuerza política de turno. “Esto lleva inversión y decisión política”, dice Sastre. En el período anterior se construyó el hospital del Cerro, pero no implicó mejoras a nivel de pediatría, sostienen los médicos del barrio.

El País intentó comunicarse con la ministra de Salud Pública Cristina Lustemberg, pero no obtuvo respuesta.

“La vida de los niños no puede esperar”, insiste Ana Fraga. Cinco años en la infancia es un montón y perderlos tiene efectos que no se recuperan. Por eso “no se puede seguir atrapado en los tiempos de la burocracia: a los niños se les va la niñez, justo cuando se juega la base de todo desarrollo. Y eso lo dice la neurociencia, no nosotras”.

USUARIOS

Primer nivel de atención, "desmantelado"

Jorge Bentancur, representante de la Organización de Usuarios de Salud del Oeste, dice que el primer nivel de atención en el municipio A quedó “desmantelado” en el último tiempo. De un total de 200.000 usuarios en la zona, la mitad son de ASSE. Antes había 24 policlínicas; con la apertura del nuevo Hospital del Cerro —sin CTI ni tomógrafo en su inauguración— se trasladó personal del territorio al hospital y cerraron ocho policlínicas. Como consecuencia, “sin esa primera trinchera de atención” la población debe ir al hospital por problemas que deberían resolverse en el primer nivel, saturando la atención. Además, el nuevo edificio atiende sobre todo a adultos (hay prevista una pequeña guardia de pediatras pero eso casi no se cumple por falta de profesionales), resalta Bentancur.

Entonces, si bien es considerado un avance para la zona, el Hospital del Cerro inaugurado por el presidente Luis Lacalle Pou en noviembre de 2023, “no atiende prioridades como el primer nivel o los problemas de la primera infancia, la salud mental y la alimentación en la zona oeste”, resume. También advierte sobre la distribución del presupuesto de salud: el primer nivel resuelve el 80% de los problemas, pero recibe menos del 15% de la inversión.

La organización de usuarios propone un cambio puntual para recuperar el primer nivel: transformar el actual centro de salud de la calle Carlos María Ramírez en una “casa comunitaria de salud”, articulando políticas de vivienda, educación, empleo, alimentación y actividad física: “No hay salud sin condiciones básicas garantizadas”, afirma.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

CerroASSESMUnarcotráfico

Te puede interesar