Redacción El País
En el minuto 38 de juego, Jaime Báez, futbolista de Peñarol, recibió un golpe en la cabeza con un encendedor al intentar sacar un lateral durante el clásico ante Nacional en el Gran Parque Central.
Tras el golpe con el elemento que se lanzó desde la tribuna Tricolor, el jugador cayó al piso y Esteban Ostojich debió detener el partido.
Al instante la sanidad mirasol ingresó a la cancha y lo atendió. Mientras tanto, la hinchada continuó tirando objetos, entre ellos una petaca de Whisky, que Maximiliano Olivera le alcanzó al árbitro en el minuto 41.
Mientras los médicos de Peñarol atendían a Báez, el capitán Tricolor, Sebastián Coates, se acercó a hablar con la hinchada para pedir calma a su parcialidad y que dejaran de arrojar cosas a la cancha.
Recién a los 43 minutos Ostojich reanudó el partido, con Jaime Báez en condiciones de jugar.
Esta situación de violencia, que se dio incluso antes del cierre del primer tiempo, se sucede a lo vivido en el anterior clásico por la Supercopa Uruguaya, en la que las hinchadas arrojaron bengalas a la cancha en el Estadio Centenario. De hecho, se avistaron tres proyectiles potencialmente mortales durante el clásico, de uso permitido solo para embarcaciones. En Argentina existe un antecedente de un hincha que murió tras recibir el impacto.
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