Redacción El País
El metro de Moscú, un ramificado sistema de arterias subterráneas vital para el funcionamiento de esta megalópolis de 13 millones de habitantes y una verdadera obra de arte por la magnificencia de sus estaciones, cumple 90 años en plena expansión y en sintonía con las nuevas tecnologías.
Aunque muchos de sus usuarios mayores ya se han acostumbrado a las tarjetas, acceder al metro mediante reconocimiento facial todavía les parece cosa de ciencia ficción.
Máquina del tiempo
Viajar en el metro moscovita, con sus casi 300 estaciones y cerca de 300 kilómetros de longitud distribuidos en 15 líneas, es un recorrido por los distintos periodos históricos del país, desde la Unión Soviética hasta la actualidad.
Fue inaugurado en 1935, cuando el estalinismo ganaba fuerza y se preparaban las grandes purgas, marcadas por juicios públicos y la ejecución masiva de opositores.
La grandiosidad de las primeras estaciones -con su exuberancia de mármoles y granitos, mosaicos y gigantes lámparas de bronce, recargadas de simbología comunista- deleita a los turistas, que se sienten transportados al pasado como en una auténtica máquina del tiempo.
Conserva su nombre original: Metropolitano V. I. Lenin, en honor al líder bolchevique fundador del Estado soviético.
“Cada estación tiene una solución artística propia”, afirma Yevgeniy Dovka, funcionario del sistema de transporte moscovita. Algunas, como la recientemente inaugurada Nagatinsky Zaton, rompen con el estilo monumental soviético e incorporan motivos contemporáneos, como mosaicos con peces de los ríos locales. Aun así, para muchos usuarios, como Viktoria, de 25 años, la estética clásica mantiene un encanto insuperable: “Viajar por una estación antigua es como visitar un museo”.
Historia y modernidad
La estación Mayakovskaya, uno de los íconos del sistema, guarda un recuerdo singular de la Segunda Guerra Mundial: durante la ofensiva nazi, Iósif Stalin celebró allí una reunión del concejo de la ciudad mientras los ciudadanos se refugiaban bajo tierra. Desde un atril improvisado, les dirigió un discurso antes de invitarlos a un banquete, en un gesto cuidadosamente coreografiado para levantar el ánimo de la población.
Hoy, solo los modernos trenes que llegan cada poco más de un minuto en hora pico interrumpen esa atmósfera detenida en el tiempo. En la línea circular, la principal de conexiones, apenas transcurren 80 segundos entre la salida de un tren y la llegada del siguiente. Por los túneles paralelos del sistema, los trenes alcanzan velocidades de hasta 80 kilómetros por hora.
Desde 2011, se han inaugurado más de un centenar de nuevas estaciones, tanto del metro como del Círculo Central de Moscú, una red de ferrocarriles integrada.
En marzo de 2023, el presidente ruso, Vladímir Putin, inauguró la Gran Línea Circular (GLC), con 35 estaciones y 70 kilómetros de longitud. El alcalde de Moscú, Serguéi Sobianin, la definió como el “corazón” del sistema de transporte de la capital.
Cada día, el metro transporta unos 7,5 millones de pasajeros, lo que lo convierte en uno de los más concurridos del mundo.
El boleto sencillo cuesta 75 rublos, que se reduce a 63 si se abona con una tarjeta de viaje (93 y 78 centavos de dólar, respectivamente).
La estación más profunda, Park Pobedi (Parque de la Victoria), está a 73 metros bajo tierra y tiene escaleras mecánicas de 126 metros de longitud.
También hay estaciones en superficie, como Vorobiovi Gori (Las Colinas del Gorrión), construida sobre un puente que cruza el río Moscova.
Misterios
Como no podía ser de otra manera, el metro de Moscú también tiene sus leyendas. La más popular sostiene que existe un “metro-2”, con cuatro líneas construidas a 100 metros de profundidad por orden de Stalin.
Esta red paralela tendría una estación bajo el Kremlin y habría sido diseñada como refugio en caso de ataque nuclear.
Hoy, 90 años después de su inauguración, el metro de Moscú continúa ampliándose y sorprendiendo. Combina la solemnidad de su pasado con una apuesta por tecnologías futuristas y un diseño cada vez más diverso, lo que lo convierte no solo en un medio de transporte vital, sino también en una cápsula del tiempo viva y cambiante, donde cada estación cuenta una historia. (Con información de EFE)