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Sturla: "Está bien que se hayan enojado por lo que hice; lo merecía"

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Daniel Sturla. Foto: Leonardo Mainé
Nota a Daniel Sturla, Arzobispo de Montevideo, en el Arzobispado de Montevideo, ND 20201218, foto Leonardo Maine - Archivo El Pais
Leonardo Maine/Archivo El Pais

ENTREVISTA

Entiende que su error fue más grave por ser un referente, pero también ve una cuota de anticlericalismo.

Rompió la cuarentena para ir al velorio de Jorge Larrañaga, confiado de que no tenía COVID-19, pero dio positivo. Pidió disculpas y evitó adentrarse en el mar de críticas. Varios conocidos lo ayudarán a pagar los $ 40 mil de multa. Luego del error, el cardenal Daniel Sturla reflexiona sobre lo sucedido con El País. Además, se refirió al impacto de la crisis que trajo la pandemia, elogió el liderazgo de Luis Lacalle Pou y criticó a quienes le “cargaron los muertos al gobierno”

-¿Qué saca en limpio de lo sucedido?

-Que metí la pata. Hice lo que no debí hacer. También a mí me gusta ser transparente. Hace tres semanas había dado una charla sobre la transparencia en la Iglesia. Entonces, entiendo que al no haber hecho lo que correspondía tenía que dar la cara y decirlo. Por eso fue el pedido de disculpas que hice. Yo estaba convencido interiormente, con dos hisopados negativos, a seis días del último contacto que había tenido con la persona que me contagió, y sintiéndome perfectamente bien, de que al día siguiente me iba a dar negativo.

-Cuando decidió ir al velorio de Larrañaga, ¿se dio cuenta de que estaba incumpliendo la norma?

-Sí. Yo estaba en cuarentena. Lo que pasa es que dije: mañana me va a dar negativo; es una pena (no ir al velorio), es cruzar enfrente. Tuve todos los cuidados, pero obviamente no hice lo que debía que era haberme quedado en casa y haber rezado desde ahí. Hay un cariño hacia Larrañaga. Yo qué sé, sentí el impulso. Obviamente tendría que haber dicho ‘no, quedate’, y punto.

-En una primera llamada de una compañera de El País, usted dijo “hice todo lo que correspondía”. ¿Por qué dijo eso?

-Estuve siempre de tapabocas, fue al aire libre, no estuve mucho rato con nadie, la oración que hice fue bien cortita. Nada de eso justifica lo mal que estuve. No me defiendo. Supongo que lo habré dicho en vistas de que había tomado precauciones, pero obviamente no quise referirme al hecho porque de entrada sabía que no, y mi reacción fue enseguida preguntar a los médicos qué posibilidades había de que hubiera contagiado. Me dijeron que era casi nula.

-Al final, ¿contagió a alguien?

-No. Pero el hecho es que rompí la cuarentena y eso está mal, y entiendo el enojo de mucha gente.

-Lo comunicó por Twitter antes de que saliera en los medios. ¿Por qué?

-No me gusta entrar en una zona de confusión. Había hecho esa charla a la universidad de La Santa Cruz de Roma a una cantidad de comunicadores de la Iglesia sobre transparencia. Me pareció que tenía que ser transparente. Ahí es cierto que hubo gente que me dijo ‘no tenés por qué decir todo’, pero yo entendí que sí.

-¿Leyó los comentarios que le hicieron a ese comunicado?

-No, no leí. Además yo generalmente no veo televisión. Pero la gente que me apoyaba, muchos amigos, mucha gente de Iglesia, me decía ‘te están dando palo’. No quise leer los tuits porque me parecía que era envenenarme, sabiendo que había estado mal y sabiendo que estaba bien que la gente se enojara y me criticara.

-¿Recibe críticas habitualmente en Twitter? ¿Le hacen comentarios agresivos?

-Sí, muchos. Cuando son cosas un poco más pensadas es gente que te las dice bien, pero cuando ves solo la crítica feroz, agresiva, trato de hacer oídos sordos.

Daniel Sturla. Foto: Leonardo Mainé
Daniel Sturla. Foto: Leonardo Mainé

-Muchos apuntaron contra usted por considerar que como referente era más grave su error, por no dar el ejemplo. ¿Coincide?

-Sí, totalmente. No lo dudo. Y la multa, pienso, tiene que ver con eso: con el hecho de ejemplificar.

-¿Cree que en las críticas incidió el anticlericalismo que hay en Uruguay?

-Yo distingo dos cosas. Que me hayan criticado y que hubiera gente enojada por lo que yo hice está perfecto, porque lo merecía. A eso se suma la carga anticlerical más allá del error cometido; eso es evidente, porque ya antes de este episodio muchas veces me han gritado en la calle o he notado cierta agresividad en algunos tuits.

-¿Qué hace cuando le gritan en la calle?

-Trato de rezar por la persona que me gritó, y de bancarme el mal momento.

-¿No les contesta?

-No. Sobre todo dicen cosas ligadas al abuso de menores, cosa que obviamente me duele en el alma. Trato de decir interiormente ‘que Dios te bendiga’.

-¿Le afecta?

-Entiendo que uno es una persona pública; es natural que haya gente que apoye y gente que critique. Segundo, lo que uno busca como cristiano y como pastor de la Iglesia no es que todos te aplaudan, sino ser fiel a Jesucristo. Entonces, a Jesucristo tampoco lo trataron muy bien. En el Evangelio hay una frase que dice: “dichosos de ustedes cuando los persigan, los calumnien, a causa de mí”. En el caso concreto de mi error no fue a causa de Cristo, aunque fui a rezar. Pero otras veces el insulto o la crítica me hacen sentir que me uno a Cristo insultado, perseguido, escupido.

-¿Cómo se combate el anticlericalismo?

-Por un lado, manifestando la realidad de lo que la Iglesia ha hecho en el país. Hay un anticlericalismo sin fundamento, y hay otras cosas que sí, es natural que se critique. El anticlericalismo no es solo la crítica feroz, sino también la ignorancia. No se puede entender la historia del Uruguay sin la Iglesia Católica. Sin embargo, parecería que se disimula mucho lo que ella realizó. Hace casi 400 años que la Iglesia está acá, que fundó las ciudades, creó las estancias, creó la primera industria, fundó las primeras escuelas. En las Instrucciones del 13, Artigas manda seis diputados a Buenos Aires y cinco eran sacerdotes. ¿Quién le pone el nombre de Estado Oriental al país? Un sacerdote: Lázaro Gadea, en la Constituyente del 30. Se habla solo del Uruguay liberal, batllista, secular.

-Es más valorado ese Uruguay.

-Y yo soy un gran promotor de la laicidad, pero es pluralidad. Y en esa pluralidad no se puede desconocer el aporte de la Iglesia. Cuando se quiere reducir a la Iglesia al ámbito de la consciencia individual, y no se la reconoce como un actor de la sociedad, ese es el anticlericalismo que hace daño.

-¿Entonces se combate con información?

-Sí, y con que los católicos tengan una clara identidad, sin complejos de agrande ni de achique. Es decir, siendo un actor más en la sociedad plural. Fijate: la misma semana que se negó la Virgen en la Rambla, me llamó la presidenta de Inisa a pedirme si no podía ir a un hogar donde se había suicidado un chico a decir unas palabras. Esa es un poco la dualidad en la que nos movemos. Trabajemos juntos y saquémonos un poco el prejuicio. Somos tan pocos los uruguayos, nos conocemos tanto, que es más fluido cuando se da una realidad de diálogo sin ponernos caretas laicas.

El cardenal Daniel Sturla en la despedida de los restos del ministro Larrañaga. Foto: Leo Mainé.
El cardenal Daniel Sturla en la despedida de los restos del ministro Larrañaga. Foto: Leonardo Mainé - Archivo El País.

-En los años que lleva en el arzobispado, ¿ha visto algún cambio en ese sentido?

-Entiendo que cuando la Iglesia comenzó una tarea evangelizadora más explícita, hubo un freno. En estos últimos años, siendo yo arzobispo, creo que se dio esa situación de que algunos se incomodaron. Lo de la Virgen es ejemplo de eso.

-¿Qué cosas negativas y positivas dejó a la vista la pandemia en Uruguay?

-Lo bueno es que hubo un gobierno que asumió el liderazgo de una situación crítica, y lo hizo a pocos días de haber asumido. Tuvo la inteligencia de convocar a este magnífico grupo de científicos (el GACH), que fue de los logros más grandes. Y tuvo la inteligencia de llevar la cosa sabiendo el lugar que ocupaba el gobierno y que ocupaban los científicos, y de llevar un rumbo claro, más allá de que sea criticable. Yo no estoy defendiendo a rajatabla las decisiones del gobierno. Creo sí que se asumió la responsabilidad y se fue capaz de soportar los palos que se pusieron en la rueda.

-¿Se refiere al Frente Amplio?

-No me quiero meter en terreno político.

-¿Palos de dónde, entonces?

-Yo entiendo que la oposición está para hacer la crítica; lo que creo es que no se puede pasar determinados límites, como cargarle los muertos al gobierno. Eso fue lamentable, y creo que es una de las cosas negativas. Pero que se critiquen medidas del gobierno me parece perfecto.

-Algunos médicos dicen que el concepto de muerte evitable es técnico, y refiere a las muertes que podrían haberse evitado de haberse tomado medidas.

-No tenía claro ese concepto. Lo que entiendo es que de algún modo se quiere culpabilizar y poner intenciones, y creo que ahí es donde se va más allá de lo que uno puede criticar. Ya cuando se habla de muertes evitables e incluso de genocidio por parte de algunos, me parece que se está pasando una raya. Después es muy difícil dar marcha atrás y sentarse a dialogar. Creo que hay medidas que pueden ser criticables; lo que no critico es el liderazgo y la intención de los gobernantes.

-¿Y qué cosa negativa observó?

-En lo positivo me gustaría destacar también la solidaridad impresionante, las ollas populares. Y lo negativo, bueno, como siempre aflora en el ser humano cuidarse cuando le afecta personalmente, y cuando no, es más difícil hacerlo. Es una realidad humana. Y no somos un pueblo muy disciplinado, entonces sería difícil poner medidas sin coacción. Creo que eso también lo ha tomado en cuenta el gobierno.

-La Iglesia tiene varios proyectos para atender a los más vulnerables. ¿Dónde cree que está generando más impacto la crisis?

-Misteriosamente este año hay la mitad de gente que el año pasado yendo al reparto de la olla de Sembradores (la de la Iglesia Católica). Por qué se da esto, no lo sé. Entiendo que la gente debe haber encontrado otros lugares, porque hay más y está más distribuido. Y después, creo que en los barrios más populares. Como todas las cosas, a la gente más pobre le pega más. Porque no tienen los recursos, porque las casas no tienen la comodidad y el espacio, porque gran parte de la vida es en la calle y no en la casa. Creo que esto ha provocado un aumento de los casos. La gente que está en los residenciales, la gente que está sola ha sufrido muchísimo. Y después, sé de muchos intentos de suicidio en adolescentes.

-Las actividades religiosas permanecieron, con algún corte pero permanecieron.

-Hubo dos cortes: del 15 de marzo al 19 de junio, y otro innecesario que nos dolió mucho en la época de Navidad. Fue una pena porque no era necesario.

-¿Por qué?

-Porque estaba demostrado que en 50 mil misas no había habido ningún caso. Ya no habíamos podido celebrar la Pascua, y no poder celebrar la Navidad fue durísimo para muchísima gente. Creo que no fue tenido en cuenta y fue una macana.

-Hubo sectores que permanecieron cerrados y criticaron que las iglesias siguieran abiertas. ¿Le parecen justos los reclamos?

-No, primero porque son actividades distintas. Hay quien quiere asimilarlas, y son por definición diversas. Y aparte porque el cuidado que se tiene en la celebración y el tiempo de duración es distinto. Difícil que un espectáculo dure menos de una hora. La gente tiene una necesidad espiritual muy importante. Puede ser que también la tengan en lo artístico, y ojalá se abra.

-Claro, una obra de teatro corta y en una sala con distancia es igual que una misa.

-Bueno, fantástico. Pero yo no estoy diciendo qué bueno que a los demás los cierran y a nosotros nos abren. Yo lo que defiendo es que las iglesias estén abiertas. Y la decisión no es nuestra.

La economía está “frágil” en colegios

-¿Cómo está hoy la salud financiera de la Iglesia, después de la campaña que se hizo años atrás para captar aportes? Imagino que la pandemia debe haber impactado en los párrocos.

-Cuando el año pasado comenzó la pandemia yo me pegué el tal susto. Pensé que se venía la noche para las parroquias de Montevideo. Lo que pasó fue que la gente, en todos los barrios, cuidó a sus curas. Hubo una solidaridad muy grande. La gente le llevaba al cura comida, le aportaba al cura para pagar la luz y el agua. Eso no quita que obviamente bajaron muchísimo las donaciones, el Fondo Común Diocesano, y eso nos generó dificultades grandes para pagar las cuentas más grandes que tiene la Arquidiócesis: el hogar sacerdotal, el seminario y el fondo de ayuda al clero. Estamos apretados, pero no se dio esa situación crítica que yo me esperaba. Otra cosa es la dificultad de los colegios católicos, sobre todo en periferia. Muchos integran la Fundación Sofía. Ahí la gente de los barrios encuentra dificultad para pagar, y además está el concepto de ‘el chico no va a la escuela, no pago’. Ha habido intentos de solución, pero están en una situación frágil. Seguimos insistiendo en la campaña “Iglesia de Todos”, de aportes mensuales, que por más pequeños que sean son fundamentales para nosotros.

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