Gerardo Sotelo, diputado del Partido Independiente, es quien interpelará a la ministra de Salud, Cristina Lustemberg, porque la coalición cree que el presidente de ASSE, Álvaro Danza, viola el artículo 200 de la Constitución al ejercer la medicina en mutualistas privadas mientras lidera el prestador público. También se le critica que no tendría una dedicación plena por sus varios empleos. Tanto gobierno como oposición aguardan informe de la Jutep.
-Usted va a llevar adelante la interpelación a la ministra Cristina Lustemberg por considerar que Danza no debería trabajar en el sector privado mientras es presidente de ASSE. ¿Va a pedir la renuncia?
-Se busca que no exista una violación de la Constitución. Es así de sencillo y así de grave. No tenemos nada contra Lustemberg. Al doctor Danza no lo conocíamos, pero es evidente -por su currículum y hasta paradójicamente por su demanda en el mercado laboral- que es un hombre extraordinariamente competente. Pero, no puede ocupar la presidencia por el artículo 200 de la Constitución porque tiene una actividad directamente relacionada con la de ASSE. La situación no ameritaría más consideración si no fuera porque se dio cuenta de la incompatibilidad cuando le ofrecieron el cargo y decidió contratar al estudio Delpiazzo. Un hecho que debería llamarnos a todos la atención. Él sabía que había algo en sus vínculos laborales que no cerraban con la legislación.
-Puede que haya pedido una opinión legal porque se quería resguardar o quizás solo tenía la duda.
-La palabra duda es muy importante en la normativa que busca prevenir el conflicto de interés. En caso de duda, hay que evitar la designación. No obstante, si era duda, es un poco extraño que le haya ocultado al estudio Delpiazzo que era médico tratante en policlínica -que claramente lo inhabilita para ser presidente de ASSE-. Sí informó sus roles como médico consultante, director o editor de una revista y docente. A su vez, el estudio Delpiazzo se equivoca porque le reprocha a la Constitución la vaguedad de los términos y dice que el “carácter indirecto de la posible relación hace que sea muy difícil encontrar alguna actividad que pueda realizar un médico que no pueda ser realizada aunque sea indirectamente con ASSE, que es el mayor prestador de salud del país”.
-¿Cuáles son los errores a su entender del estudio Delpiazzo?
-El primero es que, cuando la norma es clara, no hace falta ni es conveniente interpretarla. Está claro que es incompatible cualquier tipo de ejercicio de profesiones o actividades vinculadas a ASSE. ¿Cuáles? Todas, salvo las docentes.
-Le consulto si pedirán la renuncia porque el senador blanco Martín Lema aseguró este jueves en Canal 12 que, al principio, se podía aceptar que siguiera en la presidencia si renunciaba a los prestadores privados; pero que ahora quiere que dé un paso al costado. ¿Opina igual?
-La realidad es que hoy está en el cargo y que vamos a interpelar. Si renuncia a ASSE o a sus vínculos privados, no tenemos más reproche que hacerle. No obstante, de irse del sector privado, quedará un jerarca que durante ocho meses y de una manera poco civilizada o educada dijo con jactancia que le daba lo mismo lo que opinara la oposición y que iba a seguir en el cargo.
-¿Y si continúa en ASSE y sus actividades privadas porque el informe de la Jutep lo avala?
-Estamos en una hipótesis que hoy no está planteada. Si la Jutep, que no creo que ocurra, considera que lo obvio no es obvio, estaríamos en un problema mayor. Seguiríamos con la interpelación. Además, Delpiazzo le sugiere a Danza en el informe realizar la consulta a la división jurídica de Udelar y la Jutep “para su mayor tranquilidad”. La recomendación se hizo en diciembre, pero la consulta a la Jutep se realizó después de que se insiste en que el vínculo está reñido con los preceptos constitucionales.
-¿Por qué se decide en la coalición que usted sea el miembro interpelante?
-Me lo ofrecieron. Siempre son múltiples factores que intervienen. Hay tres partidos, dos cámaras. Ya hubo una interpelación en diputados por Walter Cervini del Partido Colorado, y se viene otra en el Senado por los blancos. Quizás eso influyó en que sea el Partido Independiente. Estoy siguiendo este tema desde que empezó. Lo vinculado a transparencia y corrupción me resulta sumamente importante para la vida pública, y en la campaña hemos hecho planteos. Tenemos una mirada bastante más radical que algunos compañeros de la coalición.
-¿Más radical que quiénes de la coalición?
-No sé que quiénes, pero uno escucha a veces perspectivas sobre la legislación y los organismos que tienen que encargarse de controlar a quienes ejercemos la función pública, y hay distintas miradas al respecto.
-Antes de que comenzara el período legislativo, ¿se imaginó que Cabildo Abierto y el Frente Amplio iban a negociar y votar juntos como sucedió con el Presupuesto?
-Alguna señal y algún dato teníamos. No me lo imaginaba en octubre del año pasado. No sé si alguien más de la coalición se lo imaginaba. Recuerdo incluso a los analistas decir durante la noche de las elecciones y los días siguientes que el futuro gobierno del Frente Amplio iba a estar en minoría en Diputados y que eventualmente la oposición sumada tendría mayoría. Ese era el cálculo que se hacía. Recuerdo a Manini Ríos en el acto final de la fórmula Álvaro Delgado-Valeria Ripoll del Obelisco tres días antes de las elecciones. Estaba en el escenario, al igual que yo. Y si no me equivoco hizo uso de la palabra. Hicimos campaña para la segunda vuelta juntos. Algo pasó en el verano, además de la derrota, que lo llevó a tomar otra decisión.
-Después de la votación del Presupuesto en la Cámara de Representantes, el Partido Independiente emitió un comunicado donde marcó su “preocupación de que otros partidos y sectores políticos”, que criticaron el contenido, “hayan decidido dar su voto a favor”, diciendo que provocó “confusión en la ciudadanía” y expuso “diferencias entre los partidos de la coalición”. Fue por Vamos Uruguay y el Partido Nacional. ¿Por qué decidieron hacerlo?
-Porque es lo que corresponde. Entendíamos que era un momento para que la coalición diera una señal en conjunto y coherente con lo que se dijo durante los 45 días del análisis del Presupuesto en comisión al rechazarla en general. Eso no quita que se fuera a dejar al país o al gobierno sin Presupuesto. Eso sería una señal de hostilidad que no se siente de parte de la coalición. Hay mecanismos parlamentarios que no se exploraron y sobre todo no se exploró la coordinación cuando la mesa ya se había reunido por primera vez. Ese era el reproche. Superado ese episodio y un poco gatillado por el caso Danza, ya tuvimos dos reuniones.
-¿Cree que la caída de votos del Partido Independiente en 2019 se dio por elegir uno de los dos bloques, siendo uno el Frente Amplio y el otro el Partido Colorado y Partido Nacional?
-No creo que haya sido porque se decidió formar parte de la coalición, hecho que sucedió después de las elecciones de octubre si bien habíamos dado señales de que apoyaríamos la candidatura de Luis Lacalle Pou en la segunda vuelta. Ahí intervinieron otros factores. Seguramente los votos del 2014, al menos en su inmensa mayoría, se quedaron en la coalición, pero en otro partido. Claramente la candidatura de Ernesto Talvi (Partido Colorado), que se movía en ese espacio que a Pablo Mieres le gusta llamar socialdemócrata -que es un magma donde además pescan varios sectores y partidos, de los cuales el Partido Independiente es el más pequeño y el que tiene más dificultades organizativas-, nos generó dificultades.
-¿Y en las últimas elecciones?
-Se dice: “¿Por qué Pablo Mieres no llegó al Senado con el extraordinario desempeño que tuvo como ministro de Trabajo?”. Las explicaciones son múltiples porque el partido duplicó los votos con respecto a 2019. Evidentemente, su desempeño fue una de las claves para ese crecimiento o recuperación. Pero cuando salís a competir por los votos, además de tener una figura de prestigio, tenés que tener clubes, militancia, punteros en los barrios y las ciudades del interior, recursos económicos, locales... En todo eso, un partido pequeño se encuentra en dificultades.
-¿No cree que se le pueden quitar votos al Frente Amplio?
-Hay un 10% de electores que cambia del Frente Amplio a la coalición, y viceversa. Que no vota principalmente por ideología, al menos en el sentido sociológico del término, sino que por otras variables. Es un tipo de público que tiene un vínculo mucho más bajo con la política. Ahí nos cuesta llegar como Partido Independiente porque viene de la antigua tradición de la izquierda que se autodefinía como partido de ideas. Es un partido que tiene un sesgo hacia lo intelectual y académico que hace que le cueste mucho dialogar con sectores más amplios de la sociedad. Es un partido con cuadros de un enorme prestigio académico, pero no tiene dirigentes sindicales, juveniles, barriales. Eso se paga en términos organizativos, pero también en términos de discurso. Ahí está el problema: es un voto calificado que se mueve poco, un segmento reducido del público que, si no lo ampliás, queda siempre agarrado del pretil. En eso estamos pero no es sencillo porque los contrarios también juegan, incluso los socios en la coalición que compiten contigo por el mismo electorado.
-Lo llevo a las elecciones nacionales de 2024. ¿Por qué pierde la coalición?
-Algo pasó entre octubre y noviembre, como parece obvio. Por eso se perdió una enorme cantidad de votos. Ahí debe estar la explicación.
-¿Fue un error la fórmula Delgado-Ripoll?
-No lo sé. Lo más fácil es decir que sí. Pero olfateo que ahí no está la explicación. O no del todo. Subestimamos a Yamandú Orsi como candidato. Resultó ser -por razones que no podíamos o queríamos comprender- mucho mejor candidato de lo que sospechábamos, por lo menos lo suficiente como para que la gente creyera que era mejor que Delgado. Me parece que estuvo en eso que el contador José Pedro Damiani, al que cito muy frecuentemente (risas), le llamaba semblantear. Él veía y decía: “Este tipo no me gusta”. No es que lo conocía, ni había leído el currículum, o le había preguntado a la familia o amigos cómo era. En el lenguaje audiovisual, en el televisivo en particular y en el de las redes mucho más, la gente semblantea. Ese porcentaje de público que no decide por ideologías semblanteó. Álvaro es más tímido, lo que no lo hace mejor ni peor. Yamandú, quizás por la experiencia en la intendencia, es un tipo llano, afable. Lo es con todos y eso es muy positivo como candidato y persona. Gobernar es otra cosa, pero estamos hablando de la campaña. Orsi no le merecía reproches a ese público, y les dijo que no iba a subir los impuestos y que el ministro de Economía iba a ser Gabriel Oddone. No presentó las aristas que tenía el Frente Amplio. Porque el 15 de febrero, cuando asume la bancada del MPP, se autodefinen como tupamaros. No es que nos sorprenda porque sabemos que el MLN forma parte de la 609. Es que en la campaña nadie pronunció la palabra tupamaros. Tienen todo el derecho de decirlo o de ocultarlo. Pero cuando veías a Orsi no veías un tupamaro, no veías un comunista, no veías un socialista, sino que veías un exintendente, un tipo gaucho, llano, y que lo es. Eso es parte de la comunicación política y en eso creo que sacó ventaja.
-¿Por qué lo subestimaron?
-Porque veníamos del liderazgo de Luis Lacalle Pou, de un líder que iba a los temas, que se embarraba, que era carismático, que asumió posiciones difíciles en momentos críticos y marcaba el rumbo, que escuchaba y lideraba. Claramente Álvaro tiene características distintas, y Orsi no calza los puntos de Luis. Pensamos que se iba a comparar con Luis, y que la gente iba a identificar que Yamandú no tenía las cualidades para ser presidente. Y la gente eligió otra cosa, la que quizás no vio ciertas cosas de su fuerza política o de él porque se ocultaron. Lo escondieron para no exponerlo en lo que tenía de vulnerable.
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