EVOLUCIÓN DEL CORONAVIRUS EN URUGUAY
Hace tres semanas consecutivas que en Uruguay viene cayendo la tasa de letalidad. Cada vez hay menos muertos en relación con la cantidad de contagios nuevos.
La enfermedad del COVID-19 se ensaña, en particular, con los adultos mayores. Cuantos más años tiene la persona infectada, más chances tiene de ingresar al CTI o de fallecer. Y aunque esta característica inherente al nuevo virus no ha cambiado, en Uruguay parecería observarse un descenso del promedio de muertes de los más adultos y, a la inversa, un incremento en las edades más jóvenes.
Desde el inicio de la pandemia los epidemiólogos se empeñan en intentar comprender cuán agresiva es la nueva infección. Y uno de los indicadores que da cuenta de ello es la tasa de letalidad: cuántas personas mueren por esta causa en relación a los nuevos contagios.
Hace tres semanas consecutivas que en Uruguay viene cayendo esa tasa de letalidad. ¿Por qué? Según el epidemiólogo Juan Gil, integrante del grupo de científicos que asesora al gobierno, hay dos fenómenos que serían la causa del cambio de la tendencia: “La variante P1 hizo que aumentaran los contagios entre la población más joven (aumenta el denominador), y la vacunación está haciendo que se eviten muertes entre los más adultos que fueron los primeros en vacunarse y los que tienen más chances de morir (cae el numerador)”.
El Observador publicó que, en base a los datos hasta el 13 de junio, “la letalidad se ubicó en 1,536%”, mientras que “en el peor momento estuvo por encima del 2%”.
Gil -quien fue el autor del informe del GACH que demuestra que las vacunas administradas en Uruguay están siendo efectivas para la reducción de la mortalidad- explicó a El País que la variante P1 ha demostrado ser más transmisible. Eso -entre otras posibles causas- hizo aumentar los contagios. Y un tercio de los nuevos infectados desde la irrupción de la P1 es menor de 25 años.
“Es una población que tiene menos chances de morir, aunque, si el virus coloniza a alguien con el sistema inmune deprimido, o un diabético, o un obeso, crecen las posibilidades de una complicación”.
Tal vez por eso se observa que, “por cada fallecido entre 18 y 49 años en el mes de abril, hay más del doble en los últimos días”, sostiene Leandro Scasso, un ingeniero en computación que, aunque por su profesión no se anima a exponer los motivos que explican el fenómeno, sí se atreve a demostrar eso gráficamente.
Entre los mayores de 80 años, por ejemplo, fue cayendo la cantidad de contagios en relación a abril y a la vez fueron descendiendo las muertes.
Según Gil, “si no hubiéramos tenido el avance de la vacunación, el incremento de los casos de contagios observados, en especial en las últimas cuatro semanas, debería haber correspondido con un número mayor de muertes”.
Es decir: la vacunación “parece haber funcionado como un tapón que llevó a que muchos de quienes tenían chances de fallecer (sin vacunación), hayan evitado ese desenlace fatal”.
Vacunación contra el COVID-19.
Hasta el viernes pasado, Uruguay llevaba vacunados con una dosis a la mitad de los jóvenes de entre 18 y 24 años. Y solo la séptima parte de esa población contaba, para esa misma fecha, con las dos dosis.
Entre los mayores de 75 años, en cambio, el 86,63% contaba con una dosis y el 51,68 con las dos.
Estos datos, que surgen del último informe de dosis administradas del MSP, develan un dato que podría explicar por qué la caída de las muertes entre los mayores de 80 años es más notoria que entre los de 70 a 79 años: esta última fue la franja que había quedado más rezagada en la vacunación.
Según las cifras del propio ministerio a las que accedió El País, para la misma fecha había un 91% de adultos entre 80 y 84 años con una dosis, y un 72% con las dos.
Aunque las personas más añosas no necesariamente transitan una enfermedad grave en las unidades de cuidados intensivos, el efecto vacuna parece estar expresándose también en el descenso de pacientes con COVID-19 en los CTI.
Desde hace dos semanas la ocupación de camas de quienes transitan esta infección viene cayendo a razón de diez por día.
La suma de esta caída de la ocupación de CTI, de los datos de eficacia de la vacunas (que lucen en los informes del GACH y el MSP) y el descenso de la letalidad hacen que el epidemiólogo Gil considere que “ya se está notando” el efecto vacuna.
Y pese a que Uruguay sigue con guarismos de muertes en relación a sus habitantes que lo ubican entre los peores del mundo, hay otra luz de esperanza: la pandemia parece estar contrayéndose y desde el viernes el número de reproducción del virus está por debajo de uno.