“No vamos a olvidar”: reclamos y preguntas abiertas que se hacen en Israel, presionado por situación en Gaza

"Nadie olvida el 7 de octubre", dice Itzik Horn, uno de los voceros del foro de las familias de secuestrados, que espera aún la liberación de su hijo menor y advierte al gobierno de Netanyahu que el tiempo se acaba.

Itzik Horn, padre de los hermanos Iair y Eitan Hor, secuestrados el 7 de octubre por terroristas de Hamás.
Itzik Horn, padre de los hermanos Iair y Eitan Hor, secuestrados el 7 de octubre por terroristas de Hamás.
Foto: Joaquín Silva.

El pueblo de Israel tiene un rosario de fechas patria relacionadas con su gestación y guerras constituyentes, pero el 7 de octubre de 2023 generó una presencia particular en las conversaciones y en la vida cotidiana de sus ciudades. Se ve por ejemplo en el lazo amarillo que llevan las ventanillas de los autos, en los carteles también a amarillos con la inscripción “Bring them home now” o detrás de los bañistas que juegan a la pelota en las playas de Tel Aviv, desde cuyas rocas emerge una tela inflada por el viento mediterráneo con otras dos palabras que resume la súplica del Estado judío y sus casi 10 millones de habitantes: “Save them”.

Los rostros de las víctimas están retratados en casi todas las cuadras, esquinas. Es un tema inevitable, en momentos en que no se habla de otra cosa en las calles de Israel y su gobierno enfrenta horas cada vez más difíciles, con cuestionamientos del mundo occidental —Reino Unido amenaza con reconocer a Pelestina como un Estado, Francia ya lo hizo, y la presión de los países europeos se eleva día a día— y acusaciones de agencias no gubernamentales que van sumándose una tras otra, y que apuntan a su responsabilidad por la hambruna en la Franja de Gaza y la violenta muerte diaria de niños palestinos.

Uruguay no es ajeno a esta presión en ascenso y se ha sumado al coro de voces críticas que señalan "violaciones al derecho internacional humanitario" consideradas "evidentes", como declaró esta semana Laura Dupuy, la embajadora de Uruguay permanente ante la ONU, al referirse a la incursión israelí en Gaza y también Cisjordania. "Condenar estos hechos se convierte en un acto de consistencia básica de política exterior de un Estado como de un imperativo moral", dijo también la diplomática.

Pero el tema de fondo —el desencadenante—, a saber, el ataque de Hamás al sur de Israel un año y nueve meses atrás, que costó la vida de de 1.195 personas y el secuestro de otras 251, es de cualquier manera una tragedia que sigue tan fresca en la memoria colectiva como si hubiera ocurrido ayer, y que ha dejado más secuelas que la guerra de los 12 días librada contra Irán hasta hace bien poco —la que concluyó el 24 de junio pasado, tras el bombardeo estadounidense a tres de las instalaciones nucleares de la república islámica.

“Yo ya he dicho que si alguno en las altas esferas del gobierno piensa que lo que pasó en Irán nos hará olvidar lo del 7 de octubre…”, dice sin completar la frase Itzik Horn, un hombre de 72 años, judío argentino y uno de los voceros más frecuentes de la organización que “se creó para desaparecer” en pocas semanas, pero que sigue activa y funcionando en un piso de un edificio del barrio de Sarona.

“Nadie olvida el 7 de octubre. El gobierno del partido gobernante quiere que nos olvidemos del 7 de octubre. Pero no vamos a olvidar ni vamos a perdonar”, insistió.

Mientras tanto, crecen manifestaciones tanto en Tel Aviv como en Jerusalén —que en algún caso se explica con el rechazo a las políticas de Benjamín Netanyahu y su determinación a profundizar la guerra sin importar el costo— pidiendo el retorno de los rehenes que quedan, unas 50 víctimas, que las autoridades estiman que se dividen de esta forma: 30 son cadáveres, 20 continúan con vida.

La tragedia y la espera

El secuestro de los dos hijos es algo que Horn no le desea “ni al peor” de los enemigos, que son los fanáticos antisemitas y antisionistas que estuvieron detrás del atentado de la AMIA —que sufrió incidentalmente al pasar cerca del lugar cuando estalló el atentado en Buenos Aires— y ahora los terroristas de Hamás, que gobiernan Gaza y a los que, si fuera por él, si le hubieran preguntado qué hacer dos días después del 7 de octubre, su respuesta hubiera sido: “Les corto la luz y les corto al comida. ¿Todavía les doy luz y les doy de comer después que hicieron lo que me hicieron? Luego, uno se va ablandando, pero si me preguntás esa era la reacción lógica”.

Horn tardó en aceptar la realidad aquel día. Recuerda, con una perplejidad intacta pese al paso del tiempo, que al ver en la televisión crudos fragmentos de cómo se ejecutaban los secuestros en el sur israelí, en la frontera con la Franja, bien temprano a la mañana, pensaba “inocentemente” en la “pobre gente” que tenía que mirar esas imágenes.

Itzik Horn, padre de los hermanos Iair y Eitan Horn, secuestrados el 7 de octubre de 2023.
Captura

Ahora lo aceptó. Aceptó que estaba en ese grupo y desde entones es referente del foro de los secuestrados, ha dado infinidad de entrevistas —como esta en la que participó El País, junto otros periodistas uruguayos en Tel Aviv— y el vaso de su alma está a medio llenar, igual que el que tiene ahora sobre la mesa, porque el 5 de febrero de este año fue liberado su hijo mayor —Iar Horn— en una de las tantas tandas de rehenes que los terroristas entregaron a Israel tras arduas negociaciones que ahora se han detenido y por el momento no hay señales de que se retomen —o sea, que Donald Trump y Netanyahu vuelvan a sentarse a la mesa en Catar.

Eitan, sin embargo, es un rostro barbudo estampado en su camiseta negra —“Devuélvanme a mi hijo ya!”, exige en letras blancas— pero que integra la lista ahora exigua de 20 rehenes sobrevivientes.

"Pero con esta gente —dice resignado— no podés estar seguro de nada".

El tiempo escasea. O juega en contra. "No se puede ir a un acuerdo de vuelta en cómodas cuotas. Hay que sacar a todos de una vez".

Pero el gobierno, lo lamenta, no tiene voluntad de ir en este momento a un acuerdo de ese tipo. "Si la tuviera, no estaríamos en esta mesa".

"Y hay varios culpables y responsables —dirá más tarde el portavoz de este foro—, y Netanyahu, por ser el primer ministro, es el primero".

La reconstrucción

En Nir Oz, uno los más de 15 kibutz que fueron invadidos por los terroristas y uno de los más afectados —en lo que fue el más cruento ataque contra Israel desde su creación en 1948—, hay dos tipos de sonido en estos momentos en que el calor tórrido y seco detiene el aire un mediodía de fines de julio. Dos sonidos que se entremezclan: el estruendo cercano de la artillería golpeando la humeante Gaza —que se ve nítida hacia el frente, a poco más de un kilómetro, y desde donde llegaron varios de los terroristas el fatídico octubre— y los golpes de las reparaciones de las viviendas destrozadas, proceso que ya se inició.

Allí está, desordenada aunque sin rastros de sangre —como por otra parte tienen casi todas las demás— la casa donde vivía Iar, y a la que había ido Eitan de visita

En este kibutz se vivió el terror, cuyas marcas ya no están frescas pero sí grabadas: de los 417 que vivían aquí, 117 fueron asesinadas o secuestrados. Y las huellas, que se mantienen impolutas en un desorden que el Estado por el momento solo se ha limitado a ordenar pero no a remover para que pueda ser visto, dan cuenta de cómo, cada familia, transitó a su manera una pesadilla que más de uno —los pocos que sobrevivieron— han asociado a la experiencia del holocausto.

Las puertas de los llamados cuartos seguros —ideados para resistir un ataque de misiles, no una invasión de asesinos dispuestos a todo— dejan ver, por ejemplo, quiénes buscaron resistir apretando los pestillos hasta que los terroristas dispararon a la altura de la masa del cuerpo para que las víctimas cedieran y pudieran ser capturados o eliminados en el lugar.

El interior de las viviendas —de los Horn pero también de Oded Lifshitz, Ofelia Roitman, Yarden Bibas y Shiri Bibas más sus niños, o Tamar y Yonatan Kedem-Siman Tov, estos últimos incinerados vivos mientras se abrazabantienen todavía los rastros de sangre de las víctimas, que dan cuenta si buscaron ir de un cuarto a otro cuando los atacantes entraban por las ventanas, o si murieron en uno u otro sitio. En un cuarto en particular, por ejemplo, las frazadas y mantas de los niños de la casa están ahora pintados de un rojo oscuro.

Kibutz Nir Oz, uno de los sitios atacados por Hamás el 7 de octubre de 2023.
Kibutz Nir Oz, uno de los sitios atacados por Hamás el 7 de octubre de 2023.
Foto: Joaquín Silva.

Para visita también se ha dispuesto la zona en los alrededores de Reim, donde tuvo lugar el festival de música Nova que estaba por terminar cuando llegaron, primeros los drones, y luego los terroristas y sus camionetas. Quedó entonces un tendal de más de 360 cuerpos —más otra cantidad que fue secuestrada en este lugar— y hoy ya es prácticamente un memorial.

En la tierra reseca y polvorienta, se conserva el contenedor donde supieron esconderse algunos jóvenes —y asesinados cuando fueron descubiertos— y se levantan por doquier placas y paneles con las fotos de las víctimas, en muchos casos igual de sonrientes a como estaban antes de morir.

El Ejército de Israel tardó varias horas —nueve en algunos sitios— en llegar al sur para detener esta masacre, una pregunta que el Estado judío todavía no se ha respondido.

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