INTERNA BLANCA

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Como si se dirigieran a sí mismos -porque en verdad es lo que hacen- los dirigentes blancos de todos los niveles vocean a los cuatro vientos que no son tiempos electorales sino de gobierno y gestión. Porque hay una sabida preocupación tanto en la cúpula del partido como en el propio presidente Luis Lacalle Pou, y es que todos los movimientos internos que están habiendo se adelantaron en el calendario.

Tendrían que haber comenzado, como temprano, en el verano de 2023. Esa era la expectativa de Lacalle -señalaron a El País fuentes partidarias- y por eso las voces de alarma de algunos dirigentes, como por ejemplo la del senador Sebastián Da Silva, que ayer en entrevista con El País se dirigió, molesto, a los “compañeros que están más interesados en mirarse el ombligo” y hacer cálculos electorales, que en confrontar el “relato” del Frente Amplio.

Pero ni los blancos más cautos pueden negar que las corrientes partidarias se mueven. Hay una urgencia política que sienten todos, y es que el desafío que tienen por delante no es sencillo. O sea, es compleja la tarea de lograr la reelección en 2024 -que de por sí sería una proeza “histórica”, tal como la definió el secretario de Presidencia, Álvaro Delgado, días atrás-, y encima tener que hacerlo con un candidato que no será el líder natural de la colectividad, porque Lacalle estará fuera de competencia.

El que lo haga tendrá que imaginarse que simplemente tomará el timón del barco, explicó a El País un alto dirigente del partido, porque las chances están, sobre todo, en transmitir a la gente que el candidato representa la exacta “continuidad” de la gestión del presidente, y en esto no hay dos lecturas entre los nacionalistas.

Por eso hay reuniones, asados, conversaciones mano a mano en los corredores del Palacio Legislativo; diálogos en los que, en definitiva, lo que predominan son preguntas sobre los pasos que busca dar tal o cual dirigente.

Los blancos casi que se pusieron la prohibición de hablar públicamente de candidatos, pero a influjo de las encuestas o de algunas preguntas de periodistas aparecen los nombres.

Aunque no necesariamente en este orden ni solo estos, se sabe que es una enumeración que comienza con Delgado y sigue con Laura Raffo, el ministro Martín Lema (Mides), la vicepresidenta Beatriz Argimón, el senador Jorge Gandini y los ministros Javier García (Defensa y Luis Alberto Heber (Interior).

El primero es el que hoy está mejor posicionado, pero las mediciones funcionan como un aliciente para los otros, que se hacen distraídos ante los micrófonos, pero en la interna las estudian con un detenimiento minucioso.

Y es entonces que, más allá de las aspiraciones personales, en la carrera apresurada hacia 2024 empezó a aparecer otro problema. Y es que, si se sigue creyendo en la importancia que tiene para el Partido Nacional que se mantengan igualmente fortalecidas sus dos alas tradicionales -el herrerismo y el wilsonismo, que han tendido históricamente a un relativo equilibrio - hoy en día hay una que aventaja a la otra y ya en forma sostenida.

El fortalecido es el bloque herrerista, el mayoritario del partido -se impuso en 2019 y en las elecciones del Directorio del año pasado-, que hoy se sigue organizando bajo el paraguas que supone el aglutinamiento logrado por el sector Todos Hacia Adelante -el espacio creado por Lacalle que nuclea a los grupos Aire Fresco, el Herrerismo propiamente dicho, y el Espacio 40-. Es un grupo que, además, tiene la mayor representación de cargos en el Poder Ejecutivo.

Todo esto mientras del otro lado la situación es bastante opuesta, con el agravante del fallecimiento de Jorge Larrañaga, y sin que asome aún un conductor que pueda sustituir el vacío que dejó.

Los que hoy por hoy intentan organizar esta ala son Gandini y Argimón -ambos conscientes de que el recorrido que tienen por delante es grande-, aunque los senadores Juan Sartori y Sergio Botana también se proyectan en este lado.

Sin embargo, a esto se agrega que hay wilsonistas que están explorando la posibilidad de apoyar a Delgado, lo cual profundizaría la dispersión.

Todo este panorama es lo que ha hecho que surjan voces que planteen que en las elecciones internas de 2024 se apueste a una candidatura única. ¿Por qué? Porque se corre el riesgo de que el wilsonismo obtenga una participación muy baja, y esto podría atentar contra el natural objetivo partidario de continuar ensanchando su base electoral.

Quienes advierten esto sostienen que basta con mirar las encuestas para reparar en que la puja electoral se da en realidad en el polo herrerista, en el que de todos modos se entiende que ya cuenta con un candidato “natural” o “cantado” -por la exposición, resultados de las mediciones y capital político- que no es otro que Delgado.

Hay dirigentes, no obstante, que también piensan en otros nombres, como Lema y Raffo, que ya han sido contactados por distintos referentes del partido para intercambiar sobre su futuro.

Y esto, por último, trae el riesgo de producir un desgaste también prematuro de los eventuales precandidatos. “Los pasillos son más peligrosos que las internas, y es a ellos a los que hay que sobrevivir”, advirtió uno de los dirigentes a quien sobre todo le preocupan las críticas que pueda recibir Delgado en estos meses de antesala al 2023, el año en el que el secretario de Presidencia se trazó para lanzar su candidatura.

“El riesgo es que escupan un asado que luego tendremos que comerlo”, siguió ese dirigente.