"Hiere la sensibilidad humana": juicio por incendio en el Comcar que dejó seis muertos devela la vida tras las rejas

Policías “superados numéricamente” y presos que trepan las paredes; jefe de la noche en el siniestro estaba en el cargo desde hacía una semana.

Así quedó la celda 49 del exComcar tras
Así quedó la celda 49 del exComcar tras incendio.

Era el 28 de diciembre de 2023 y habían pasado menos de dos semanas desde que un oficial, con 20 años de carrera, fuera designado como el policía de “rango máximo” en el turno noche del ex-Comcar. De hecho, ese día, en el que debió enfrentarse al incendio intencional con más víctimas en la historia de esa cárcel, todavía no había cumplido su primera semana en el ejercicio del cargo. Más tarde, al declarar ante la jueza, eligió sincerarse: “Cuando los vi salir caminando, me asusté”.

Él, junto a otros tres policías, fueron los primeros en llegar a la puerta de la celda tomada por el fuego. El humo casi no les dejaba ver ni respirar, y el calor era “impresionante”, recordó uno de los oficiales.

“Entre dos hacíamos fuerza, la puerta no abría, hasta que mi compañero le dio una patada. Tuvimos que hacer eso porque el calor la hinchó y no podíamos con ella”, relató el jefe.

Al principio, parecía que adentro no había nadie. Pero en la celda contigua, un grupo de hombres se desgarraba en gritos de ayuda. Seis de los reclusos de la celda 49 habían logrado pasar a la 50 a través de un boquete.

Incendio y séxtuple crimen en el exComcar
Incendio y séxtuple crimen en el exComcar

“En ese momento abrimos la puerta y salieron caminando los quemados”, contó el policía. Ante la repregunta de la fiscal Adriana Edelman, el jerarca insistió: “Me acuerdo, yo salí y los vi salir. Me asustó. Me acuerdo clarito que salían caminando”.

En su estado -totalmente enrojecidos, con la piel casi derretida- no podían hablar demasiado, pero atinaron a alertar a la policía de que dos de sus compañeros habían quedado adentro.

Lo único que tenían los funcionarios para meterse dentro de una celda en llamas eran dos máscaras para el gas y una linterna. Ingresaron y lograron ubicar a Matías Rivero (25 años) y a Leonel Rodríguez (24 años), ambos agonizando. Murieron esa misma noche.

En los días siguientes, fallecieron producto de infecciones en las heridas: Gustavo Fernández (32), Héctor Dutra (26), Carlos Olivera (31) y Carlos Barreto (41). Dos jóvenes, de 28 y 33 años, lograron sobrevivir.

A ellos -concluyó la pericia de Bomberos y aseveran los testigos- los quisieron matar. Desde el patio del módulo, otros presos lanzaron nafta a su celda a través de la ventana y encendieron los colchones utilizando lanzas de fabricación cacera, palos con polifón prendido fuego en la punta.

Esta semana se llevó adelante el juicio contra los cuatro hombres acusados de haber provocado la masacre. La Fiscalía pide que sean condenados a la máxima pena posible: 30 años de prisión y 15 más de medidas de seguridad eliminativas. La Justicia fallará el año que viene. Pese a las diferencias en cuanto al caso, todos coincidieron con las palabras de Edelman: lo que pasó esa noche “hiere la sensibilidad humana”.

Los homicidios ocurrieron en la planta baja del sector B del exComcar
Los homicidios ocurrieron en la planta baja del sector B del exComcar

“El cante” adentro

Para explicar lo que sucede puertas adentro del ex-Comcar, los testigos borran la línea entre lo humano y lo animal. Explican que lo que pasó esa noche de diciembre de 2023 no es propio de los hombres.

“Ni un ratón trepa por las paredes como lo logran hacer los presos”, ejemplificó uno de los policías. “Agarran una agilidad tremenda. Yo los he visto subir con lanzas cuando los voy a corretear”, complementó. A las víctimas -detalló otro de los funcionarios- las atacaron “estando trancados, como se agrede a un animal”.

Los habitantes de la celda 49 vivían en un rectángulo de 4,3 por 2,6 metros en una zona que los presos llaman “el cante”. Al estar ubicada en la planta baja y tener ventanas que llegan casi hasta el suelo, entra la “mugre, las ratas, la basura y las necesidades” de quienes hacen afuera. De ese lugar, no tenían permitido salir en ningún momento del día, porque el patio estaba clausurado.

Para lograr atacar a las víctimas -de acuerdo con la teoría del caso de la Fiscalía- los agresores se escaparon de su celda en el primer piso del módulo 4 sacando un barrote movible, bajaron al patio, rodearon el edificio y, por la ventana, les arrojaron nafta y “lanzazos”.

Interior de la celda 49 del exComcar tras incendio intencional
Interior de la celda 49 del exComcar tras incendio intencional

Los oficiales que declararon explicaron que es “totalmente normal” que los presos deambulen fuera de sus celdas por las noches. “Algunos salen a buscar comida, otros a copar otras celdas y otros a pelear”, cuentan con naturalidad. También es “muy común” que tengan lanzas. Las fabrican con casi cualquier cosa: palos de escoba, caños viejos. La punta, casi siempre es de hormigón que logran sacar de sus propias camas. La nafta, por otra parte, se compra con lo mismo que casi todo en la cárcel: dinero o droga. Generalmente, la obtienen aquellos que tienen permiso para trabajar cortando el pasto, la sacan de las máquinas y después la venden.

La noche del incendio, el módulo 4 alojaba a 809 presos para ser custodiados por solo dos policías. Cuando se desató el desastre, se vieron obligados a pedir ayuda y eso implicó que módulos en los que había un único funcionario quedaran completamente solos.

Además, al principio, no estaba claro lo que estaba pasando. La única información disponible era que salía humo de una de las celdas. Podía ser cualquier cosa: desde un alimento quemado hasta un motín o un ataque planeado a los policías. “Estamos superados numéricamente todo el tiempo. Ya con que salgan 10, estamos superados numéricamente”, reconoció uno de los oficiales. “Al principio no sabíamos si era real”, dijo otro. “Hasta que vimos a las víctimas”.

Por un mensaje

“Estaban todos rojos, en carne viva”, contó uno de los testigos reservados. Los primeros en ayudar a dar con los sospechosos fueron presos que lograron ver el homicidio desde el techo de módulos vecinos. Según declaró el oficial del caso, se interrogó a cerca de 100 presos y 15 reconocieron a los indagados como los atacantes. Seis declararon en el juicio con su identidad reservada.

Basándose en esos testimonios y los de los dos sobrevivientes, la Fiscalía afirma tener claro el motivo que desató el horror en el módulo 4: una solicitud de amistad en Facebook.

Uno de los integrantes de la celda 49 le envió esta solicitud a la pareja de uno de los sospechosos. Él, que tenía abierta la cuenta de la mujer en su celular, lo vio y le hizo saber al otro hombre que esa noche le iba a “tocar fuego” la celda si no salía a pelear.

Los sobrevivientes relataron que compartían el mismo celular entre los ocho integrantes de la celda y que intentaron confirmar si la solicitud era verdadera, pero no lograron hacerlo. Incluso habían pedido que les mandaran una captura de pantalla. “Nosotros pensamos que nunca iban a venir”, contó uno de los dos.

Ex Comcar. Giancola estaba preso en el módulo 8, destinado a aquellos reclusos que no están condenados.
Entrada del Complejo Carcelario de Santiago Vázquez, ex Comcar.
Foto: Estefanía Leal

El crimen

Pasaron casi dos años del hecho, pero a los sobrevivientes esa noche todavía los persigue.

“¿Qué secuelas le quedaron?”, le preguntó la fiscal Edelman al hombre de 33 años que logró salvar su vida. “Demasiadas. Muchas”, le contestó. Tiene un injerto en el brazo derecho. En el izquierdo, partes quemadas. Una de sus piernas la tiene herida desde el tobillo hasta la espalda. Y en la cara, le quedaron varios “manchones”.

El otro joven, de 28 años, sufrió secuelas “emocionales”, informó la médica forense que lo perició. Las cicatrices que dejaron las quemaduras de segundo y tercer grado en los brazos y en la espalda, le generaron una “depresión reactiva”. “Tenía mucha angustia, sentía vergüenza de que la gente lo viera”, declaró la doctora. Él logró salvarse el rostro porque metió la cabeza adentro del inodoro. “Si no me quemaba vivo”, relató ante la jueza.

Ese día, estaban jugando al truco entre todos. De un momento para el otro, sintieron que, desde afuera, lanzaron una bombita de luz que impactó contra la pared y luego vieron cómo la punta de una lanza en llamas prendía fuego todo a su alrededor.

“Fuimos todos corriendo al baño. Uno de los fallecidos intentó apagar el fuego. Estábamos siete en el baño mientras él intentaba, pero fue imposible (…) Mientras estábamos en el baño por las ventanas nos llovían puñaladas”, describió el hombre de 33 años.

Incendio en el Comcar
Camión de bomberos sale del Instituto Nacional de Rehabilitacion (INR) de Santiago Vázquez.
Foto: Estefanía Leal

La única vía de escape era un boquete del tamaño de una olla. Pero los presos de la celda 50 “dejaron una parte de sus uñas” -en palabras del oficial del caso- para agrandarlo y que pudieran pasar. “Si no fuera por ellos yo no estaría vivo”, dijo la víctima y aclaró que estuvo a punto de morir más gente. Aseguró que los agresores habían amenazado a los presos de la celda 50 con hacerles lo mismo y por eso recién pudieron ayudarlos cuando tuvieron la certeza de que se habían ido.

Ninguno de los sobrevivientes quiso hacer la denuncia y, aunque dieron un contexto del problema previo que su compañero había tenido con el principal acusado, se negaron a identificar a los autores. Uno de ellos habló poco, fue escueto. Contestó lo que se le pidió. El segundo brindó un testimonio plagado de detalles.

Cuando se le preguntó qué había oído sobre la solicitud enviada por su compañero, lo defendió. “Hay cosas peores que una solicitud para hacerle a una persona”, lamentó.

“Los que están ahí sentados van a hacerse muchos años (de prisión) por una solicitud que no tenía ninguna importancia… Todo por una persona que hizo una cosa incoherente. Por pensar en querer ser una persona catalogada en la cárcel como ‘peligrosa’, mató a seis personas”.

DEFENSA

Acusados defienden que son inocentes

Antes de comenzar el juicio, la jueza Laura Sunhary pidió hablar con el responsable de la custodia. Es importante que el protocolo se cumpla a rajatabla porque son varios imputados y la sala es pequeña. En ellas también está la Fiscalía, las abogadas de los acusados y la defensora de las víctimas.

A los cuatro señalados por el crimen los representaron tres defensoras públicas: Alexandra Luna, Victoria Muraña y Sofía Cabezas. Las tres insistieron en la inocencia de sus patrocinados y buscaron evidenciar eventuales contradicciones en la prueba de la Fiscalía.

“Estas muertes se producen, como ya lo manifesté, en el contexto de la guarda del Ministerio del Interior, y usted va a ver a lo largo de este juicio que es un sistema ineficiente. Muertes que se producen en un contexto signado por la naturalización de la marginación y la violencia, a las que también está expuesto nuestro defendido”, dijo Muraña en sus alegatos de apertura.

Tres de ellos estaban presos por rapiña y uno por homicidio.

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