Inteligencia artificial en la economía del capital humano

Existen muy pocas investigaciones acerca de programas digitales de apoyo a la crianza que estudien el efecto sobre el desarrollo de los niños y los efectos a largo plazo.

ChatGPT.
ChatGPT.
Foto: Francisco Flores.

La brecha que existe en lenguaje y habilidades cognitivas según situación socioeconómica ya está presente en los primeros meses de vida en Uruguay. Y esa brecha persiste en la adolescencia si no se interviene de alguna manera. Así lo demuestra Attanasio (Yale University) para cinco países de América Latina —incluido el nuestro— en un estudio publicado este año.

Los programas de apoyo a la crianza que se basan en visitas domiciliares han sido efectivos. Pero el problema es que son muy costosos y, por lo tanto, difíciles de extender a toda la población. La tecnología digital ha ofrecido, en los últimos años, herramientas para llegar a más familias de una manera menos onerosa. Por ejemplo, con Ana Balsa y Juanita Bloomfield hemos desarrollado en la Universidad de Montevideo un programa de mensajería automática (mensajes con ideas para hacer actividades con los hijos, consejos para el desarrollo del niño, recordatorios para fomentar un cuidado receptivo) por WhatsApp para acompañar a las familias que envían sus hijos a los CAIF.

Retroalimentar a las familias

El año pasado hicimos la experiencia de sumar al programa de teleoperadores de Uruguay Crece Contigo (programa del Mides) un chatbot enfocado en ayudar en la crianza a las familias más vulnerables. Ese chatbot incluía inteligencia artificial: los padres enviaban al equipo de investigación un audio de interacción padres-hijos durante un rato de juego en casa. Vía inteligencia artificial, el chatbot recibía ese audio, lo analizaba y decodificaba, y le enviaba un mensaje de WhatsApp con un feedback específico para cada familia. Un ejemplo de ese feedback: “vemos que estás hablando más con tu hija, felicitaciones; tendrías ahora que intentar que la niña hable más, es decir, hablar por turnos, preguntarle a ella y darle espacio para que la niña conteste: esas interacciones van a ayudar a que tu hija desarrolle aún más su lenguaje”.

Desafíos de la inteligencia artificial

Ariel Kalil (Universidad de Chicago) acaba de publicar un análisis de los desafíos a los que se enfrentan las tecnologías digitales y las inteligencias artificiales generativas en la economía del capital humano para la primera infancia.

Uno de los problemas que enfrentan estas tecnologías es que en repetidas oportunidades las familias se “desenganchan”, desaparecen del programa a medida que pasa el tiempo. Por ejemplo, en Brasil crearon para las madres un grupo online de ayuda vía automatismos de WhatsApp, pero al cabo de dos meses muchas madres ya no estaban participando a pesar de los esfuerzos de los moderadores de los grupos. Una posible solución es hacer un modelo híbrido que comparta facetas online automáticas con otras facetas más cercanas al trato personal, como puede ser interactuar con un teleoperador de carne y hueso. Esto aumenta los costos, pero puede ser una condición necesaria.

Otro desafío es el acceso a la tecnología, especialmente entre los grupos de personas que viven en situaciones más desventajosas (mala cobertura de red de internet, aparatos celulares incompatibles, baja cultura digital). En Perú, los primeros invitados a usar un chatbot desarrollado para crianza lo pasaban mal intentando usar la app por temas de comprensión de las tecnologías. Por esto, el equipo implementador sumó al programa laminas impresas y actividades para hacer offline y así complementar lo puramente digital.

Brechas en las investigaciones

La investigadora de Universidad de Chicago identifica algunos temas pendientes en las investigaciones en materia de inteligencia artificial aplicada a capital humano.

Primero, existen muy pocas investigaciones acerca de programas digitales de apoyo a la crianza que estudien el efecto sobre el desarrollo de los niños y los efectos a largo plazo. La mayoría de los estudios se centran en el impacto de los programas en las cualidades de los padres en sus tareas de crianza. También se necesitan estudios que miren el efecto en el largo plazo: la mayoría de las investigaciones se centran en los impactos de corto plazo, no se sabe si los efectos tienden a desaparecer en el tiempo y se necesita alguna otra intervención para reforzar lo ganado.

También está pendiente comparar los efectos de programas digitales frente a los programas cara a cara. Se ha comparado solo el impacto de programas digitales frente a no hacer nada. Pero eso no resuelve el problema del diseñador de política pública, que necesita saber el impacto diferencial para elegir la mejor estrategia. Incluso hay muy pocos estudios que comparen programas híbridos (combinan tecnologías digitales con facetas cara a cara) frente a programas totalmente cara a cara (como son las visitas domiciliarias). El diseñador de política necesita que los investigadores hagan también un análisis costo-beneficio de cada intervención: suele estar ausente ese análisis en las investigaciones.

Otra tarea pendiente: examinar sistemáticamente el patrón de uso diario, los abandonos, las tasas de clickeo, el tiempo en la plataforma, las estrategias para mejorar el “enganche” con el programa a medida que se avanza.

Un campo de estudio aún incipiente es desarrollar intervenciones que se vayan adaptando al ciclo de vida de cada niño (por ejemplo, inteligencia artificial que ajuste las prácticas de crianza sugeridas de acuerdo al progreso del niño, o un chatbot que responda preguntas específicas de una madre).

La profesora de Chicago termina con otra sugerencia: planificar a gran escala desde el principio. Es decir, integrar intervenciones en los sistemas gubernamentales y hacer un seguimiento de los costos será esencial para una expansión sostenible.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar