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El gobierno de Lacalle Pou: ni ajustador ni refundacional

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Foto: El País

OPINIÓN

Así como es cierto que no se han subido impuestos, también lo es que, hasta ahora, de ajuste, poco y nada.

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En una muy buena entrevista que mantuvo el miércoles 28 en la televisión argentina, el presidente Luis Lacalle Pou deslizó un par de afirmaciones que no comparto.

La primera: dijo que el año pasado hubo un ahorro de US$ 600 millones de dólares en el gasto “extra COVID”, o sea sin contarse los gastos incurridos para enfrentar la pandemia. Pero si se comparan las cifras del gasto primario de 2019 y 2020 (éste, sin COVID), a precios constantes de 2020 y se expresan en dólares de ese año, hay una reducción de US$ 403 millones.

Ahora bien, una parte sustancial de ella se debió a que la aceleración de la inflación licuó o diluyó gastos fijados al inicio del año (claramente, pero no sólo, en los salarios y las pasividades). Mis estimaciones dicen que ese efecto alcanzó a US$ 269 millones, el que resulta meramente transitorio en la medida en que existen compromisos de recuperar pérdidas salariales incurridas desde el inicio del gobierno. Por lo que el verdadero “ahorro” apenas alcanza a US$ 134 millones, menos del 1% del gasto primario total. Lo que no debe sorprender, dado que nada “estructural” sucedió como para esperar una baja importante y permanente en el presupuesto. De hecho, del compromiso de reducir una de cada cinco vacantes, se llegó a reducir apenas una de cada veinte.

La segunda, también recurrente, se refirió al famoso compromiso electoral de que no se subirían los impuestos, lo que efectivamente, hasta ahora, no ha sucedido. Pero quienes criticamos aquel compromiso dijimos algo más en su momento: que la subida de los impuestos sería inevitable si se quería llegar a una situación fiscal tal que permitiera estabilizar la deuda en proporción al PIB, lo que, en el mundo pre pandemia, debía ser inmediato. Y así como es cierto que aún no se subieron impuestos, también lo es que, hasta ahora, de ajuste, poco y nada. El déficit fiscal de los doce meses a junio, ajustado por los factores extraordinarios conocidos (el efecto fiscal COVID y la variación de stocks de Ancap), llega a 3,9% del PIB. Según el MEF, este año al ajuste por el ciclo económico alcanza a 0,4% del PIB por lo que la mejor estimación que tenemos del resultado estructural actual es del orden de 3,5% del PIB. Esto es aproximadamente 1,5% del PIB más de lo necesario para estabilizar la deuda. Más o menos lo mismo que estimábamos hace dos años. Por lo tanto, más allá del impacto de la pandemia, la deuda pública continuará subiendo mientras no se alcance un déficit cercano a 2% del PIB que sería el que la estabilizaría con relación al producto.

Mientras tanto, desde la izquierda se sostienen afirmaciones insólitas. Por un lado, se acusa al gobierno de estar en un proceso de ajuste fiscal. Salvo que se use una definición que desconozco, como vimos, de ajuste, poco y nada. Ni por la vía de impuestos ni por la vía del gasto. Al menos, de ajuste estructural, porque lo que se ha hecho con el gasto es apenas una represión transitoria y no una reducción permanente, algo así como comprimir un resorte. Por otro lado, se dice que el presidente es “refundacional”. A mí no me gusta que los gobernantes pretendan serlo y, de hecho, en nuestro país, no lo han sido desde que tengo memoria. No lo fue el Frente cuando llegó al gobierno en 2005 (digamos, no temblaron las raíces de los árboles) y tampoco lo es el presidente Lacalle Pou. Que, si lo quisiera ser, no se lo permitiría su coalición con socialdemócratas y peronistas. Ojalá que, sin llegar a refundaciones, este gobierno pueda concretar una agenda de reformas.

O sea que lo acusan de ajustar cuando no ajusta y de refundar cuando es esencialmente continuista, como lo han sido casi todos los gobiernos que hemos tenido.

En la entrevista que cité al inicio de esta nota, el presidente dio, también, un mensaje que refleja lo que es la política uruguaya: dijo, más o menos, que acá hay políticas de largo plazo que no cambian con los gobiernos, por lo que puede venir a invertir quien quiera que no le cambiarán las reglas de juego. Es cierto. Así es, y la experiencia del FA en el gobierno lo confirmó. Pero, digo yo, ¿no sería bueno que algunas cosas cambiaran en vez de seguir reptando en el lucro cesante desde tiempo inmemorial?

A los argentinos les puede parecer maravilloso, pero nosotros, ¿estamos satisfechos con nuestro rumbo y velocidad? Ni hablemos del tiempo perdido en los gobiernos recientes, veamos lo que sucede ahora, con un gobierno que algunos consideran ajustador y refundacional. Lo de los combustibles tiene aspectos positivos (no más discrecionalidad con fines macro y más información) pero los numerosos subsidios dentro y fuera de la PPI siguen in totum. La reforma de la seguridad social aún no tiene articulado conocido ni fecha de entrada al Parlamento. La reforma del servicio civil ahora se promete para la próxima Rendición, en junio del año que viene. Las pautas para los Consejos de Salarios son más de lo mismo, pero con menos inflación esperada (por el gobierno). De flexibilización laboral ni hablemos.

Y en medio de este panorama, parece que en pocos meses tendremos una no prevista “mid term election”, una verdadera elección a mitad de período, que no otra cosa que eso será, si se concreta, el referéndum del próximo otoño. Con esto, vuelvo en dos lunes.

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