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La Argentina del Messi rugbier

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Foto: Reuters
IVAN ALVARADO

OPINIÓN

Varias recomendaciones para Argentina en un tweet y una mirada hacia Uruguay en base a las mismas figuras.

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El pasado 12 de agosto, en la red social Twitter, el economista argentino José Luis Espert publicaba el siguiente tweet: “Argentina es Messi jugando de pilar en los Pumas en vez de 10 al fútbol”. El tweet de Espert se completaba con la siguiente recomendación para su país: “Hay que abrirse al comercio y para no desfallecer en el intento, hay que tener un Estado de tamaño razonable para tener impuestos bajos, legislación laboral moderna y dólar competitivo”. Como se puede apreciar, hay allí cuatro políticas recomendadas para la Argentina, a contramano de lo que en realidad se está haciendo hoy y, con algunas variantes, en la mayor parte de las últimas siete décadas.

La imagen que eligió Espert no pudo ser más acertada. Messi jugando a un deporte que no es en el que brilla, es una pérdida de oportunidades y de valor. Con sus políticas públicas, Argentina hace habitualmente eso mismo: se empeña en matar a su gallina de los huevos de oro (el agro y las agroindustrias), para repartir rentas entre industriales protegidos (mejor dicho, privilegiados, que es el verdadero resultado de la protección comercial), sindicatos de trabajadores poco productivos, funcionarios públicos y ciudadanos perceptores de subsidios.

Abrirse al comercio implica bajar las barreras a la importación, sean ellas derivadas de aranceles, restricciones cuantitativas, barreras sanitarias espurias o controles de cambios que a veces vuelven imposible la concreción de la importación. Pero implica también, del lado de las exportaciones, no imponer retenciones (mejor llamadas detracciones o impuestos lisos y llanos) y permitir obtener por los dólares generados, un precio de mercado, sin controles ni recortes. Es insólito ver cada mes los comentarios a los que da lugar la información sobre el saldo comercial argentino, elogiosos de un superávit que en todo caso refleja que esa sociedad está viviendo por debajo de sus posibilidades y transfiriendo recursos reales netos (bienes y servicios) al resto del mundo. Hace pocos días el presidente del BCRA dijo que para que no falten dólares se debería exportar 50% más, pero no dijo que eso es imposible con el actual modelo.

Un Estado de tamaño razonable para tener impuestos bajos es otra política razonable para una economía en el estadio de desarrollo de la argentina, al contrario de lo que sucede. Además, cuando el gasto efectivamente baja lo hace de la peor manera: por un ajuste impuesto por las circunstancias, devaluación e inflación mediante, que reprime transitoriamente al presupuesto hasta que pasa la crisis y, cual Penélope, se vuelve a tejer el crecimiento del gasto. Naturalmente, en ese contexto los impuestos son muchos, muy altos y muy malos, contribuyendo a dotar a la política económica de un sesgo anti exportador, anti crecimiento y anti inversión.

Una legislación laboral moderna, donde el centro sea la cooperación y no la confrontación, como la actual, donde campean los sindicalistas prebendarios y partidarios. Que, a su vez, comparten con los industriales privilegiados las rentas que expolian a consumidores y exportadores. El summum del disparate lo vimos este año, con la excusa de la pandemia, cuando se resolvió prohibir los despidos, lo que refleja el desconocimiento de lo más básico del funcionamiento de la economía: su consecuencia es la caída en la demanda de trabajo.

Un dólar competitivo, recomienda, por último, Espert. Lo que de algún modo sería una consecuencia natural de seguir sus recomendaciones anteriores. Hablando en plata, los 74 pesos del actual dólar oficial argentino están en línea con los promedios históricos, pero los menos de 50 pesos que reciben los exportadores agrícolas, están muy por debajo de un nivel “competitivo”.

Lo más increíble de la realidad argentina consiste en que el tweet de Espert habría sido válido de manera casi permanente en los últimos 70 años de Argentina, que viene incurriendo en gruesos errores de política económica en reiteración real.

Recientemente, se comenzó a resolver el problema de la deuda, que no era de magnitud sino de calendario de vencimientos. Habrá sido apenas un alivio, una pequeña condición que se habrá cumplido, necesaria pero insuficiente. Pero los problemas de fondo se mantendrán y tarde o temprano deberán encarar un nuevo default (el décimo) y, más temprano que tarde, un nuevo episodio de aceleración inflacionaria. Ambos fenómenos, reiterados en forma sucesiva desde mediados de los `70, con un origen común: un déficit fiscal insostenible que a veces da lugar a emisión de pesos y a veces da lugar a emisión de deuda, con las respectivas consecuencias de alta inflación y default.

También resulta interesante todo lo referido, pero para nuestra propia perspectiva. Porque Uruguay también hacía jugar a Messi al rugby. O a Juan Schiaffino o a Pedro Rocha. Fue en esos mismos tiempos en que empezó la debacle argentina. También tuvimos protecciones efectivas infinitas, detracciones a nuestras exportaciones y cambios múltiples. Pero mientras que en Argentina vivían el Rodrigazo, en este lado del Plata el ministro Végh estaba aplicado a modernizar la economía y a terminar con ese modelo. Con políticas que nos rigen hasta ahora, a pesar de haber pasado por gobiernos colorados, blancos y frentistas. Desde entonces, más allá de que puede y debe hacerlo mejor, Uruguay es Messi jugando al fútbol en la posición de 10.

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