Leer en un bar, con música y desconocidos: el nuevo ritual de las noches rioplatenses, creado por dos uruguayas

Dos amigas crearon una iniciativa que une lectura, música en vivo y conversaciones en torno al placer de compartir. Nacida en marzo en Montevideo, la propuesta ya se expandió a Buenos Aires. Acá, su historia.

Fiesta de Lectura
Save the day, la fiesta de lectura creada por dos uruguayas.
Foto: Fiorella Carrasco

Leer es un gesto antiguo. Abrir un libro, dejar que las palabras respiren, entrar en otro tiempo. Cada quien lo hace a su manera, como un pequeño ritual que pertenece solo a uno. Pero hay momentos en que ese gesto íntimo se vuelve compartido. En Montevideo, cafés y bares se transforman en escenarios de ese encuentro. Las luces bajan, las conversaciones se detienen y el sonido de las páginas marca el ritmo de la noche. Así sucede en Save the Day, la fiesta de lectura creada por Camila Rodríguez Caram (32) y Eliana De Santis Rodríguez (32), dos amigas que convirtieron esa intimidad en una experiencia de lectura, música y charla, donde cada libro abre también la posibilidad de vínculo.

Lo que empezó en marzo de este año como una reunión de siete personas en un café, hoy convoca a unas 70 en cada encuentro y ya cruzó fronteras. Hay ediciones en Buenos Aires y Santiago de Chile, además de planes de expansión a otros departamentos del Uruguay.

El impulso de crear la propuesta se dio cuando Camila leyó una nota sobre las Reading Rhythms de Nueva York y quiso probar algo parecido. “Nos reunimos con familiares y amigos, cada uno con su libro, y estuvo muy bueno”, cuenta a Domingo.

La idea era simple y poderosa. Juntarse a leer, cada uno lo suyo, sin reglas ni pretensiones. Pero el formato fue tomando su propio pulso. Se sumó Eliana desde Buenos Aires, y juntas comenzaron a darle forma a un ritual con tres momentos: lectura, conversación y música.

“Le decimos fiesta porque, además de leer, se comparte, se conversa, se brinda y hay música en vivo”, explica Camila. “Puede sonar un violín, una guitarra, un piano. A veces termina como un piano bar con todos cantando”, suma.

El resultado es una experiencia sensorial y social, a mitad de camino entre una meditación colectiva y una sobremesa. “Nos dimos cuenta de que hay algo muy necesario ahí. La gente necesita desconectarse de las pantallas, encontrarse con otros, hablar de lo que lee, o de cualquier cosa que surja. Y lo loco es que la mayoría va sola. Casi todos llegan sin conocer a nadie”, detalla Eliana.

Fiesta de lectura
Los encuentros son mensuales y se realizam en Montevideo, Buenos Aires y Santiago de Chile.
Foto: gentileza

El esquema de cada encuentro se repite, pero nunca es igual. El primer módulo es el “check-in literario”: media hora para llegar, elegir asiento, recibir un marcador o un folleto con información, y, si se quiere, pedir algo para tomar o picotear. Luego viene el bloque de lectura silenciosa, que dura unos 40 o 50 minutos. “Al principio hay dispersión, pero después empieza a cambiar la energía. No sé cómo explicarlo, pero nosotras lo observamos desde afuera y es mágico”, dice Eliana.

La música entra de a poco. Un piano o un violín acompaña la lectura, y el ambiente se transforma. No hay un repertorio fijo, a veces se lee con melodías suaves, otras con ritmos que despiertan la conversación.

El tercer módulo es el de charla. A veces por azar, otras por afinidad, los participantes se agrupan y hablan sobre lo que leyeron, o sobre lo que la lectura les recordó. “Era nuestro miedo, que no tuvieran de qué hablar”, confiesa Camila. “Pero enseguida vimos que el tiempo no alcanzaba. Hablan de libros, sí, pero también de la vida”.

Camila Caram
Camila Caram, fundadora de la iniciativa en Montevideo.
Foto: Camila Mateauda

En esos intercambios, además, lograron derribar un mito bastante extendido: la idea de que las generaciones más jóvenes ya no leen. Eliana recuerda haber hecho un curso el año pasado con compañeros de 20 y pocos que devoraban libros —quizás distintos a su gusto, pero libros al fin—. “A veces se repite tanto una idea que dejamos de mirar lo que realmente pasa”, reflexiona. En las fiestas, esa diversidad se vuelve evidente, en una edición en Argentina incluso participó un niño de 10 años, con su propio ejemplar en manos. “Fue maravilloso”, resume una de las creadoras de la propuesta.

Luego llega el cierre musical, el momento más festivo. Puede ser un mini concierto o un piano bar espontáneo. “Nos gusta ese cruce entre artes. Leer con música te lleva a otra sintonía”, subraya Camila.

La magia de coincidir

La fiesta se volvió un punto de encuentro improbable. Allí se sientan juntos estudiantes, jubilados, parejas, solteros, escritores, todos en una franja etaria amplia. “En una de las últimas ediciones, una chica de 20 pocos conversó durante dos horas con una señora de 70 y se fue emocionada porque no tenía otra instancia donde hablar con alguien mayor. Y esa señora también se fue feliz”, rescata Camila sobre los cruces que parecieran ser el alma de la fiesta. “Y también pasa que hay gente que termina en una cita. Entonces, hay mucha diversidad”, remata y se ríe.

Fiesta de lectura
Las ediciones de Save the day se realizam en cafés y bares.
Foto: gentileza

En medio de esa diversidad, la lectura funciona como excusa y como núcleo. Se empieza por los libros, pero enseguida la atención se desplaza hacia lo humano, hacia los vínculos que se tejen entre desconocidos que comparten un mismo silencio. Porque, en el fondo, Save the Day no busca ser un club de lectura ni una peña cultural, sino una experiencia de encuentro. La apuesta es hacer de la lectura algo cotidiano, cercano, posible. Sacarla del ámbito académico o solemne y llevarla al bar de la esquina, donde no hace falta ser un lector experto, solo tener ganas de leer acompañado.

Los encuentros cuestan $ 400. Lo suficiente para sostener el espacio, pero accesible. A veces la entrada incluye una consumición; otras, cada uno pide lo que quiera.

Hasta ahora, unas 400 personas pasaron por las distintas ediciones. Muchas vuelven cada mes. Camila y Eliana las reconocen, las llaman por su nombre, cuidan los detalles para que cada fiesta se sienta única. “Cada encuentro tiene su identidad: cambia el lugar, la música, las personas, y eso lo hace irrepetible”, anota Camila. “En Buenos Aires, a veces lo hacemos los domingos, el día de la soledad —suma Eliana—. Y termina siendo una fiesta. Te vas a tu casa con la energía arriba después de haber vivido una experiencia nueva”.

Eliana Rodríguez
Eliana Rodríguez, una de las creadoras de la propuesta.
Foto: gentileza

Ambas realizadoras traen su propio vínculo con los libros. Camila estudió Comunicación y Redacción Creativa, trabajó en publicidad y en docencia, y hoy tiene una ficción en curso. Eliana es realizadora audiovisual y siempre tuvo la lectura como refugio: “Es mi momento del día, mi manera de bajar a tierra. Me encanta cuando alguien me recomienda una lectura y me cuenta ‘con este libro me pasó esto’. Esa transmisión directa es lo que más me gusta de las fiestas”, sostiene. Quizás ahí esté la clave de su éxito: la lectura entendida como un acto íntimo que, al hacerse en comunidad, se multiplica.

En tiempos de pantallas, Save the Day devuelve a los libros su dimensión humana. No se trata de leer más ni mejor, sino de leer con otros y hacer de este ritual una celebración.

Ya hay fecha para el próximo encuentro

La penúltima fiesta de lectura de 2025, en Montevideo, será el sábado 8 de noviembre, a partir de las 19.00 en Icónico Café; con música a cargo de la violinista Agustina Adasme. El plan, cuentan, es seguir haciendo un encuentro por mes y expandirlo. Para eso, se encuentran en búsqueda de sponsors. Desde sus redes (@fiestasdelectura.std), organizan las fechas, suben registros de los encuentros y hasta lanzaron un llamado para nuevos moderadores con la finalidad de llevar el formato a otras ciudades. Hay intención de hacer la fiesta en Colonia, Maldonado y Punta del Este, además de ciudades argentinas como Tigre y San Martín de los Andes. En Chile, la iniciativa se desarrolla junto a la empresa Matchbook, que organiza clubes de lectura. “Nos contactamos por casualidad y enseguida hubo conexión. Ya hicieron dos fiestas allá y creció un montón en poco tiempo”, cuenta Eliana.

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