Redacción El País
Quienes conviven con gatos suelen notar que, cuando se sienten mal, estos animales modifican su comportamiento: pasan más tiempo junto a la cama, se muestran más atentos o buscan el contacto físico. La explicación no es mágica, sino sensorial.
De acuerdo con la veterinaria Ana Ramírez, los felinos cuentan con sentidos mucho más desarrollados que los nuestros, en especial el olfato. Esto les permite captar variaciones químicas en el organismo, como sucede con la fiebre o con cambios en el aliento y la orina de ciertas enfermedades.
Por ejemplo, en un resfriado con fiebre, el gato puede detectar la temperatura elevada de su cuidador y reaccionar con mayor cercanía. En trastornos más complejos, como la diabetes, también podrían percibir olores distintos, lo que provoca que su conducta cambie.
La forma en que responden suele ser mediante gestos de proximidad: se acurrucan sobre las piernas, se instalan cerca del pecho —donde el calor corporal es más intenso— o intensifican el ronroneo. No es que comprendan la enfermedad en sí, sino que reconocen una alteración en su entorno y actúan de acuerdo con el lazo afectivo que tienen con la persona.
Ramírez también señaló que este tipo de reacciones no se limitarían a los humanos. Aunque no existen estudios concluyentes, es posible que los gatos noten cambios similares en otros animales, especialmente en individuos de su misma especie.
Cuando alguien enferma, estos felinos suelen mostrarse más afectuosos, aunque también un poco inquietos. Esa mezcla de cercanía y alerta refleja que perciben señales poco habituales y responden como si intentaran proteger o acompañar a su compañero humano.
En base a información de El Tiempo/GDA
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