Redacción El País
Una investigación reciente de la Universidad de Helsinki explora cómo las experiencias religiosas en la infancia podrían influir en la salud al llegar a la vejez. Los resultados, publicados en Social Science & Medicine, se basan en los datos de más de 10.000 personas mayores de 50 años en 28 países europeos y muestran una tendencia interesante: quienes crecieron en hogares religiosos suelen mantener una mejor capacidad física para realizar actividades cotidianas como vestirse o asearse.
Sin embargo, los investigadores aclaran que la relación entre religión y bienestar no es tan directa como podría pensarse. El equipo liderado por Xu Zong detectó que la religiosidad en la niñez aparece con mayor frecuencia en familias con menos recursos económicos, donde la fe funcionó como un refugio frente a las dificultades. “La religión puede tener efectos positivos, pero no anula los impactos de las desventajas sociales de largo plazo”, señala Zong.
El análisis sugiere que, aunque la religión puede aportar resiliencia, los factores estructurales —como la pobreza, la inestabilidad familiar o los problemas de salud mental de los padres— siguen dejando huellas profundas en el bienestar físico y emocional. En algunos hogares europeos del periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial, la práctica religiosa ayudó a reconstruir lazos comunitarios, pero no alcanzó para mitigar los efectos de la precariedad o el consumo excesivo de alcohol en el entorno familiar.
Mediante el uso de modelos de aprendizaje automático, los científicos lograron detectar cómo la educación religiosa interactúa con otros elementos sociales y económicos a lo largo de la vida, revelando patrones que las herramientas estadísticas tradicionales no lograban captar.
Más allá del componente espiritual, el estudio apunta a una conclusión clara: mejorar el bienestar infantil es esencial para reducir las desigualdades en la salud durante la vejez. Zong destaca que fortalecer el apoyo social y económico a los niños en países como Finlandia —y en cualquier sociedad que envejece— constituye una de las estrategias más efectivas para construir un futuro más equitativo.
Con la población mundial de mayores de 60 años camino a superar los 2.100 millones hacia 2050, entender cómo las condiciones tempranas moldean la salud adulta se vuelve una prioridad. La religión puede ofrecer consuelo y cohesión, pero la verdadera base del bienestar, concluyen los autores, está en garantizar entornos sociales más justos desde la infancia.
En base a El Tiempo/GDA
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