Cuando pensamos en esperanza de vida, hay que considerar dos factores: la genética —lo que uno hereda— y el entorno —lo que uno hace—. Sólo podemos modificar nuestro estilo de vida y eso incluye la alimentación, pero la génetica siempre pesará; sobre todo, a medida que nos hacemos mayores, dijo Salvador Macip, catedrático de Medicina Molecular en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y la Universidad de Leicester (Reino Unido).
“El envejecimiento aumenta la inflamación crónica de bajo nivel y tiene un papel muy importante en todos los procesos. No es tan fácil como ponerse a tomar antiinflamatorios. El cuerpo generará igualmente una respuesta inflamatoria", explicó. Y agregó: "Sin duda, hacer una dieta más sana, movernos por entornos menos contaminados y dormir mejor incidirá en esta inflamación, pero no la hará desaparecer”, explicó.
Asimismo, contó que ahora se están desarrollando fármacos como los senolíticos o los agonistas de la GLP-1 que sí podrían regularla, algo que, a su parecer, sería revolucionario.
También señaló que aún no se han contestado todos los interrogantes que hay alrededor de la relación entre el colesterol, el peso y la longevidad. “Algunos estudios que estamos haciendo apuntan al papel de la grasa en la longevidad, pero es complejo. Tratamos de averiguar por qué cambia el metabolismo y modifica la forma en la que la procesamos. Lo que sabemos seguro es que la dieta mediterránea, basada en grasas vegetales, beneficia la longevidad”, apuntó.
Eso sí, hizo énfasis en que se debe mantener un equilibrio y que no les da crédito a las dietas extremas que se basan en eliminar del todo el azúcar y la grasa. “Es un error demonizar alimentos. La grasa es importante, pero la buena: hay que evitar la saturada de la carne roja y procesada. Hay que controlar los carbohidratos: el azúcar de la fruta es bueno, pero no el refinado. Tampoco hacer locuras como en Estados Unidos, donde hay gente tomando el 70 % de sus calorías en forma de aceite de oliva”, sostuvo.
El Tiempo/GDA