Tomar café despacio, dejar la taza a un lado, leer un poco. Dar otro sorbo, respirar hondo, seguir leyendo. La cafeína estimula la liberación de dopamina, el neurotransmisor asociado a la motivación y la felicidad, y la lectura reduce los niveles de estrés, mejora el sueño y fortalece la cognición. Combinar ambos mundos es, en pocas palabras, un planazo.
En Uruguay hay lugares que reúnen los dos placeres; cafeterías pintorescas que ofrecen una experiencia gastronómica y cultural. En Montevideo, algunas de las más conocidas son Escaramuza (Doctor Pablo de María 1185) y Cultural Alfabeta (Miguel Barreiro 3231). Otras que valen la pena son Adagio Librería Café (General Gregorio Suárez 2741) y Café Macoco y Librería Amazonia (Maldonado 1775).
El caso de Adagio es particular. Nació de la iniciativa de dos médicos y un abogado; los libros y el café fueron y siguen siendo parte de su vida cotidiana. “Nuestra filosofía es clara: para leer hay que rodearse de libros, y qué mejor manera de hacerlo que acompañados de un café”, sostuvo Trinidad Martínez, una de las fundadoras. Con cada café entregan una frase literaria “para que al menos por un instante cada persona pueda encontrar en esa pausa un espacio donde la rutina se detiene y la literatura cobra vida”.
Maldonado también es hogar de propuestas de este tipo. Están, por ejemplo, Rizoma (Los Lobos esquina República Argentina, en José Ignacio) y Mansalva Café y 3|Musas Librería (El Criticón esquina Francisco Antonio Aime, en Punta Ballena). A su vez, en Canelones, a metros del Aeropuerto de Carrasco, se encuentra Selva Café y Libros (Ruta 101 y Francisco Bonilla).
En Trinidad, Flores, hay un híbrido entre cafés y libros que lleva el nombre de Ultreia (Carlos María Ramírez 846), un antiguo saludo peregrino del Camino de Santiago, proveniente del latín, que significa ‘vamos allá’, ‘adelante’ o ‘más allá’. Se usa para animar a otros a seguir avanzando hacia su destino. La respuesta tradicional es ‘Et suseia’, que quiere decir ‘y más arriba’, creando una exclamación de aliento y solidaridad.
Para su fundadora, Anabella Pedreira, la lectura y el aroma del café logran “una combinación de relajación y refugio” que da lugar a “encuentros de paz y armonía en un mundo vertiginoso”. El espacio, entre café y libros, permite la repercusión de eventos culturales y sociales que “mitigan la soledad” —aseguró—, “tan enemiga del bienestar psíquico y físico”.
Autores uruguayos para leer con un café
Para quienes disfrutan de una lectura ligera y atrapante mientras toman un café, la literatura uruguaya tiene múltiples opciones. Están los clásicos Cuentos de la selva de Horacio Quiroga, relatos breves y llenos de imaginación, o las nouvelles y cuentos de Mario Levrero, como El lugar, La máquina de pensar en Gladys o El combate del huevo y la piedra, que combinan humor, fantasía y observación cotidiana. También se puede optar por Cuentos completos de Juana de Ibarbourou, Perico de Roy Berocay, El príncipe de la muerte de Hugo Burel o Los días de la sombra de Fernanda Trías. Para quienes prefieren ensayos breves, Jorge Majfud ofrece reflexiones en La muralla y los libros, mientras que los fragmentos de La vida breve de Juan Carlos Onetti permiten disfrutar la belleza de su prosa sin necesidad de largas sesiones de lectura.
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