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Los perros tienen su propio mal de Alzheimer y los dueños deben estar preparados

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SALUD

El síndrome de la disfunción cognitiva aparece a partir de los 8 años y afecta tanto el comportamiento del animal como su condición física y su calidad de vida.

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"Nadie te habla de la vejez del perro”, dijo el dueño de una mascota que estaba atravesando los últimos años de su vida, con una serie de achaques que nadie cuenta cuando habla de tener un perro. Pero así como el tiempo pasa para los seres humanos, también lo hace para los animales y son sus dueños los que tienen que estar preparados para momentos que no serán tan simpáticos como cuando eran cachorros.

¿Sabía usted, por ejemplo, que los perros tienen su propio mal de Alzheimer? Se llama síndrome de disfunción cognitiva y se manifiesta en factores tales como la desorientación, su forma de interactuar con las personas u otros perros o su rutina de sueño o higiene (ver recuadro).

Por eso es que se los utiliza como un modelo natural para estudiar el Alzheimer en humanos. Primero se recurrió a los ratones, pero estos no tienen una enfermedad similar, entonces hay que inducirla haciendo cambios genéticos y esos modelos no funcionan muy bien. En tanto los perros, los gatos y algunas otras especies sí presentan cambios degenerativos similares a los de las personas.

Esos cambios son los que estudia la doctora en Ciencias Veterinarias Alejandra Mondino en la Universidad estatal de Carolina del Norte (Estados Unidos), como parte de un proyecto longitudinal de neuroenvejecimiento en perros liderado por la doctora Natasha Olby, una de las neurólogas veterinarias más reconocidas a nivel mundial.

“Estudiamos perros a partir de más o menos los 10 años de edad. Los vemos cada seis meses y vamos evaluando distintos cambios que ocurren con el envejecimiento, principalmente enfocados en el sistema nervioso”, explicó Mondino a El País.

Se toma esa edad porque existe una categorización que establece que a partir del 75% de la expectativa de vida los perros se consideran “seniors” y cuando superan el 100% se los clasifica como “geriátricos”. Son las categorías que participan del estudio.

Para ello hay que tener presente que cuanto más grande de tamaño es el perro (peso y altura), en general su expectativa de vida es menor. Es así que un gran danés es muy difícil que viva hasta los 15 años, con 10 u 11 años ya es muy viejo; mientras que un caniche toy puede llegar a vivir perfectamente 17 años.

Alejandra Mondino: veterinaria uruguaya en el estudio

Tiene 32 años y es Doctora en Ciencias Veterinarias por la Udelar con una maestría y un PhD en neurociencias por PEDECIBA. Recibió el premio a la excelencia académica en la Facultad de Veterinaria por ser la graduada con mejor calificación el año de su graduación.

Además realizó un postdoctorado en el departamento de Anestesiología de la Universidad de Michigan y en 2021 comenzó un segundo postdoctorado en el Departamento de Ciencias Clínicas en la Facultad de Veterinaria de la Universidad Estatal de Carolina del Norte. Aquí está trabajando en un proyecto longitudinal de neuroenvejecimiento en perros liderado por la Dra. Natasha Olby, una de las neurólogas veterinarias más reconocidas a nivel mundial. Este año recibió el premio al Postdoc del año del Departamento.

Es autora de varias publicaciones científicas, docente en cursos nacionales e internacionales, y disertante en varias conferencias internacionales.

Alejandra Mondino

Signos del envejecimiento.

Más allá de la edad del animal, existe una serie de cambios que van denunciando que el perro está envejeciendo.

Una de las primeras cosas que aparecen son las canas, como en los seres humanos. Además el animal pierde mucha masa muscular y se nota que adelgaza. “Eso es importante porque cuánto más masa muscular pierda, la probabilidad de muerte es más temprana. Es más probable que esté frágil y eso lleva a que muera prontamente”, indicó la especialista.

También se producen cambios funcionales. Por ejemplo, es común que presenten fallas renales.

“Por eso es importante que se les hagan chequeos. A partir de que el perro es senior convendría por lo menos una vez al año hacer una bioquímica sanguínea completa para ver si hay alguna señal de daño hepático o renal, que se puede ir manejando con dietas pensadas para tratar de enlentecer la progresión de esas fallas”, detalló Mondino.

Señaló que en Uruguay aún no están disponibles estos procedimientos en un 100%, pero se pueden medir algunos marcadores de daño renal, como el SDMA (dimetilarginina simétrica).

Otro factor que se analiza es la capacidad auditiva mediante la realización de potenciales evocados auditivos. “Hoy podemos saber si el perro puede escuchar y estamos viendo que hay una asociación muy grande entre la edad y la pérdida de audición”, apuntó.

Este análisis no solo es importante por eso, sino porque además la pérdida de audición está asociada al declive cognitivo.

“Los perros que pierden audición o que están sordos tienen más probabilidad de tener disfunción cognitiva que los que no”, comentó la veterinaria.

En el estudio de la Universidad de Carolina del Norte también se realizan test cognitivos en los que se evalúa la atención, resolución de problemas, la memoria, la visión (con el envejecimiento tienden a tener cataratas) y el olfato.

Respecto al olfato, es un factor fundamental porque hay que tener en cuenta que, a diferencia de los seres humanos, los perros lo utilizan muchísimo. “Lo que estamos viendo es que los perros más viejos no están perdiendo el olfato a la misma velocidad que la audición y la visión. Incluso a algunos que pierden la vista o el oído les está yendo mejor en las pruebas olfativas porque, como los otros sentidos no están funcionando tanto, potencian más el olfato”, señaló.

En tal sentido existen juegos o implementos para tenerlos más activos escondiéndoles la comida para que la busquen olfateando.

Mondino informó que por el momento no se han registrado diferencias en las respuestas entre machos y hembras.

Ahora bien, que el perro esté viejo no quiere decir que padezca disfunción cognitiva, pero hay que saber que la prevalencia es muy alta y que además es un mal que está muy subdiagnosticado.

“En perros de más de 11-12 años de edad ronda el 20%, pero en perros de más de 15 años puede llegar hasta el 60%, lo cual es altísimo. Siempre se da en perros mayores de 8 años, no hay ningún reporte de perros menores a esa edad”, indicó Mondino.

Aclaró que existe lo que se llama disfunción cognitiva leve, que no llega a lo que es el Alzheimer en humanos. “En general la mayoría de los perros tiene algún signo, pero no llega a ser categorizado como síndrome de disfunción cognitiva. Se da sobre todo en los mayores de 12 o 13 años”, detalló.

DISHA: el acrónimo para diagnosticarla

Para diagnosticar el síndrome de disfunción cognitiva los especialistas identifican una serie de cambios que se pueden agrupar en el acrónimo DISHA.

La D refiere a la desorientación. Por ejemplo, llevamos al perro al parque de siempre y se siente perdido, se le nota en la mirada. O le abrimos la puerta y queda parado, sin saber para el lado que tiene que salir.

La I es la interacción social. Puede ocurrir que a perros que antes les encantaba estar con gente, ahora no quieren, están más recluidos; incluso no quieren interactuar con otros perros. O puede pasar a la inversa, perros que antes no eran tan pegados con sus dueños ahora buscan su atención en forma constante.

La S corresponde a los cambios en el ciclo sueño-vigilia. “Es una de las principales cosas que molestan a los propietarios porque los perros dejan de dormir de noche, empiezan a caminar, a vocalizar. Si uno no sabe lo que quieren les da comida y no es eso. Y después pueden pasarse todo el día durmiendo”, explicó Alejandra Mondino.

La H está vinculada a la higiene. Dejan de orinar y defecar fuera de la casa y empiezan a hacerlo dentro. O, sin llegar a ese extremo, en lugar de hacerlo en el pasto como antes, lo hacen en la calle o en lugares no usuales.

Finalmente la A refiere a la actividad o ansiedad. “Se ponen muy ansiosos. La ansiedad por separación, que es una patología de los perros, se puede volver más marcada. Se quedan solos y lloran o rompen cosas”, señaló la veterinaria.

La especialista aclaró que el diagnóstico de la disfunción cognitiva es un diagnóstico por exclusión, o sea que hay que descartar que lo que le esté pasando no responda a otras causas, como puede ser el dolor articular o cambios hormonales.

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Aún no hay tratamiento, pero algo se puede hacer

“Igual que pasa con el Alzheimer, todavía no hay ningún tratamiento para la disfunción cognitiva”, señaló la doctora Alejandra Mondino.

Sí existen algunas drogas que pueden ayudar a enlentecer la progresión de la enfermedad, como la selegilina, “pero lo que más ayuda son los cambios comportamentales”, destacó Mondino.

Por ejemplo, tratar de mantener al perro con actividad física y mental. “En vez de ponerle la comida en un platito, ponerla en otros dispositivos y que le cueste trabajo conseguirla. O sacarlos a pasear y darles nuevos juguetes para que se entretengan”, mencionó la veterinaria.

Cambiar la dieta también puede ayudar. En la gente está de moda la dieta cetogénica, pero en los perros es muy difícil lograr cetosis solamente sacándoles los carbohidratos. Entonces se ha visto que ayuda utilizar ácidos grasos de cadena media.

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Cómo saber si sacrificar al animal es una opción

En los perros una de las principales causas de muerte es la eutanasia.

“En veterinaria tenemos esa opción cuando hay un diagnóstico en el que sabemos que no hay un tratamiento que vaya a curar totalmente al animal. El problema muchas veces es cuándo decidir la eutanasia y eso depende muchísimo de los propietarios de las mascotas”, indicó Mondino.

Agregó que no hay muchos dueños que lleguen hasta las últimas circunstancias, que sean capaces de tolerar que el animal no duerma de noche o que lo lleven a hacer fisioterapia para mantenerlo más activo. “Eso es muy personal”, acotó.

Informó que hay algunos instrumentos que pueden ayudar a tomar esta decisión, como los cuestionarios sobre cognición en los que se puede ir mostrando al propietario qué tanto va avanzando la enfermedad de una manera objetiva. También hay cuestionarios de calidad de vida.

No hay una receta sobre cuándo decidir la eutanasia”, remarcó.

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