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Una parte de Juana de América vive en Europa desde hace más de 30 años

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Descendientes de Juana de Ibarbourou

HISTORIAS

Quiénes son los descendientes de Juana de Ibarbourou que armaron su vida en la pequeña Andorra.

"Hola, soy profesor de esquí y hago temporada en el Principado de Andorra. Acá conocí a Damián, bisnieto de Juana de Ibarbourou. Nació en Uruguay y muy chico se vino a vivir al principado con sus padres. Damián no conoció a su bisabuela. Él vive con su padre (nieto de Juana) que sí la conoció. Me pareció muy curioso conocer al bisnieto de Juana en un pueblito en Los Pirineos”. Así decía el correo electrónico que el uruguayo Quino Ponce de León envió a la sección Ecos del diario El País a fines de abril pasado.

Fue fácil comunicarse con Quino, costó un poco más rastrear a Damián porque por esos días su esposa estaba atravesando los últimos meses de su primer embarazo. Finalmente Enzo nació el 4 de junio, pero entremedio de todo eso Damián también se mudó a un lugar más amplio y, como contó cuando El País pudo hablar con él, “estaba liado con los temas de la mudanza”.

Damián Rojas no es, en realidad, el bisnieto de Juana de Ibarbourou, sino que es una generación más joven aún. Su padre, Pablo Rojas, tampoco es nieto de Juana de América sino nieto de un sobrino de la autora. “Mi bisabuelo Pedro era hermano de Lucas, el marido de Juana”, explicó el padre de Damián, quien también vive en Andorra.

Tanto Pablo como Damián saben de la importancia de Juana de Ibarbourou. Claro está que en Andorra no le preguntan mucho por ella, no así en Uruguay, país con el que mantienen lazos ya que el primero se crió en Montevideo y el segundo nació allí.

Prosa, poesía y el título de Juana de América

Juana de Ibarbourou nació el 8 de marzo de 1892 en Melo. Su nombre era Juana Fernández Morales, pero se hizo conocida como Juana de Ibarbourou, tomando el apellido de su marido, el capitán Lucas de Ibarbourou, con quien se casó a los 20 años de edad. En 1929 se realizó en el Palacio Legislativo un acto en el se la consagró como Juana de América, al que asistieron figuras de prestigio como Juan Zorrilla de San Martín o Alfonso Reyes. Entre 1930 y 1950 no publicó ningún libro de poesía pero sí tres libros de prosa -Loores de Nuestra Señora, Estampas de la Biblia y Chico Carlo-, y uno de teatro para niños, Los sueños de Natacha. Volvió a publicar poesía en 1950 con la aparición de Perdida. Fue elegida miembro de la Academia uruguaya en 1947 y en 1959 le fue concedido el Premio Nacional de Literatura, otorgado ese año por primera vez. Murió en Montevideo el 15 de julio de 1979.

Descendientes de Juana de Ibarbourou
La esposa y la hija de Wilson, sobrino de Juana y Lucas de Ibarbourou.

Pequeña Andorra

Oficialmente, el Principado de Andorra es un pequeño país soberano del suroeste de Europa de 468 km² y 77.000 habitantes.

Lazos familiares.

Pongamos en claro cómo es el árbol genealógico. Lucas de Ibarbourou, el capitán con el que se casó Juana Fernández cuando tenía 20 años de edad y del que adoptó su apellido, tenía un hermano llamado Pedro, que trabajaba como escribidor. Pedro tuvo como hijo a Wilson, el abuelo por parte materna de Pablo Rojas Ibarbourou.

Pablo nació en Viña del Mar, Chile, de donde es originario su padre, pero muy chico se vino a vivir a Uruguay. “Me siento uruguayo más que chileno, soy uruguayo por el artículo 74 de la Constitución. Yo me fui a vivir a Uruguay cuando tenía 8 años y estuve hasta los 18, que me vine para Andorra. Dejé embarazada a mi novia y como no le veía futuro a Uruguay, porque estudiaba y trabajaba y no me alcanzaba para absolutamente nada, decidí venirme a Andorra”, contó.

En el principado europeo ya estaba viviendo su padre, separado de su madre desde hacía mucho tiempo. “Le pregunté si me podía ir a vivir con él”, recordó sobre la decisión que tomó cuando cumplió la mayoría de edad. Viajó primero acompañado de su hermano; “no quiso dejarme que viniera solo”, dijo, y más adelante mandó a buscar a su novia.

En Andorra consiguió trabajo en los Grandes Almacenes Pyrénées. “Trabajé en arquitectura y decoración de interiores. Trabajaba y estudiaba. Me recibí de técnico asistente en química veterinaria y adiestrador canino. Hoy llevo 20 años trabajando para el gobierno de Andorra, primero en la perrera y ahora como inspector del Registro de Animales de Compañía”, apuntó.

Su esposa Silvana, en tanto, es jefa de inventarios de un supermercado muy grande del principado. Es la novia que “dejó embarazada” en Uruguay, con la que nunca perdió contacto y que mandó a buscar tiempo después, cuando su hijo Damián ya tenía 4 años. Poco después nacería Laura, que decidieron tener en Montevideo aunque la familia ya estaba completamente instalada en Andorra.

Hoy Damián trabaja como dependiente en una tienda estilo supermercado y Laura es abogada y, como tal, trabaja en los juzgados de Andorra. El más chico de la familia es el recién nacido Enzo, hijo de Damián y de su esposa sevillana.

Unos 15 años después de que Pablo y Silvana se mudaran al principado, viajó la madre de Pablo –la sobrina nieta de Juana de Ibarbourou–, quien durante años se desempeñó como auxiliar de farmacia en Andorra. Cuando se jubiló, ella y su segundo marido decidieron mudarse a Reus, ciudad de España. Ella sigue viviendo allí, su esposo falleció hace un año.

Si bien Pablo extraña todo de Uruguay, especialmente “las playas, la carne, el chorizo al pan y la bebida Pomelo que acá no hay, han intentado hacer cosas parecidas, pero son asquerosas”, aseguró que no piensa venirse a vivir a estas tierras. “Tengo mis hijos aquí y ellos no volverán nunca, aunque hayan nacido en Uruguay; se han criado aquí”, dio como explicación.

De todas formas viaja todos los años a Montevideo y se queda entre 20 días y un mes en la casa de su concuñado, el actor, comunicador y cantante Coco Echagüe. Sus respectivas esposas son hermanas y ambas familias se mantienen siempre en contacto. “Cada 15 días hacemos una videollamada, somos familia”, contó Echagüe a El País.

La visita de 2020 tuvo que suspenderse debido a la pandemia por la COVID-19. Su hijo Damián contó que en Andorra la situación ya está bastante controlada. “Al ser un pequeño país de 70 mil habitantes estamos bien. Ahora mismo no estamos en estado de alerta. El 1° de junio abrió todo, con mascarillas por todos lados, pero va todo rodando poco a poco”, detalló sobre la incidencia del coronavirus en la vida de los andorranos.

Así de tranquila transcurre la vida de los descendientes de Ibarbourou en el Principado de Andorra, donde es muy raro que les pregunten por Juana de América… salvo que se crucen con algún uruguayo, como el entrenador de esquí que este año los hizo volver a evocar la historia de su famosa antepasada.

Cara de billetes y dueña de varios gatos

“La anécdota que cuento siempre es que Juana de Ibarbourou sale en los billetes de Uruguay”, dijo Damián sobre lo primero que responde cuando es consultado sobre su vínculo con la escritora que aparece en los billetes de mil pesos uruguayos.
“No la llegué a conocer, mi padre sí y me cuenta alguna que otra cosa, me ha mostrado fotos”, agregó el integrante de la cuarta generación de descendientes de la escritora uruguaya.
Confesó que ha leído poca cosa de ella; en tanto, su padre reconoció haber leído un poco más, además de que tuvo contacto un par de veces con la poetisa.
“Yo era muy pequeño, quien más la conoció fue mi madre”, señaló Pablo, padre de Damián. Aclaró que es muy poco lo que sabe de la vida privada de la autora de Chico Carlo. “Sé que a lo último le dio por tener muchos gatos y que no se llevaba muy bien con su marido”, mencionó como ejemplo. “Juana y Lucas se conocieron en un desfile en Melo. Después, el ejército lo mandó a él a Treinta y Tres, con casa y todo. Se quedaron viviendo allí hasta que se mudaron a Montevideo, a la calle 8 de Octubre, donde la conocí yo”, agregó.
De aquella casa recordó que tenía dos plantas y que la de arriba estaba reservada para los perros y los gatos. “Más de 50”, según dijo.
Pablo relató también que cuando era chico las maestras le preguntaban si era pariente de Juana de América, consulta que surgía ni bien conocían cuál era su segundo apellido.
Contó además que estuvo presente en el velatorio de la escritora (1979), celebrado en el Salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo. “Fuimos mi madre, mi hermana y yo”, señaló.

Más de 30 años con Andorra como hogar

Pablo Rojas emigró a Andorra cuando tenía 18 años por temas económicos. Su padre, chileno, ya estaba viviendo en el principado europeo, así que Pablo y su hermano decidieron ir a probar suerte en esas tierras. Allí terminó de estudiar y se recibió de técnico asistente en química veterinaria. Desde hace 20 años trabaja para el gobierno de Andorra, del que actualmente es inspector del Registro de Animales de Compañía. Su esposa Silvana es uruguaya y se fue a Europa unos años después que él, cuando el primer hijo de ambos tenía 4 años. Hoy Damián tiene 31 años y acaba de ser padre de Enzo. Su hermana Laura, de 26 años, es abogada y trabaja en los juzgados del principado.

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